Benedicto XVI subraya como indispensable que el hombre no se deje someter por el trabajo,
que no lo idolatre pretendiendo encontrar en él el sentido último de la vida
Domingo, 19 mar (RV).- Benedicto XVI presidió, a las 9 y media en la basílica de San
Pedro, la Santa Misa para los trabajadores. Tras el comentario de las lecturas, el
Pontífice, en su homilía, ha unido a la meditación de los textos litúrgicos del tercer
domingo de Cuaresma, el recuerdo de San José. Un recuerdo que ha ofrecido al Papa
la oportunidad de considerar, a la luz del ministerio pascual, otro aspecto importante
de la existencia humana: la realidad del trabajo.
Un mundo, el del trabajo,
ha explicado el Santo Padre, que hoy está viviendo una rápida y compleja evolución.
La Iglesia siempre ha mostrado, sobre todo en el último siglo, una especial atención
y solicitud en este ámbito de la sociedad, como testimonian las numerosas intervenciones
sociales del Magisterio y la acción de múltiples asociaciones de inspiración cristiana.
El
trabajo reviste una primaria importancia para la realización del hombre y para el
desarrollo de la sociedad, y por esto es necesario que éste sea siempre organizado
y desarrollado en el pleno respeto de la humana dignidad y al servicio del bien común.
Al mismo tiempo es indispensable que el hombre no se deje someter por el trabajo,
que no lo idolatre, pretendiendo encontrar en él el sentido último de la vida.
El
Papa ha invitado a los fieles a santificar las fiestas y “a consagrar el día de descanso
a Dios”. Lo que “permite al hombre comprender mejor el sentido de su existencia y
también de su actividad laboral”. “Pudiéndose afirmar que la enseñanza bíblica sobre
el trabajo encuentra su coronación en el mandamiento del reposo”. El descanso consiente
a los hombres recordar y revivir las obras de Dios. De la Creación a la Redención,
de reconocerse ellos mismo como parte integrante de su obra, de rendirle gracias por
la propia vida y la propia subsistencia. Benedicto XVI ha dicho que “la actividad
laboral debe servir al verdadero bien de la humanidad, permitiendo al hombre cultivar
y actuar su integral vocación”
“Para que esto suceda no basta la necesaria
calificación técnica y profesional; no es suficiente tampoco la creación de un orden
social justo y atento al bien de todos. Es necesario vivir una espiritualidad que
ayude a los creyentes a santificarse a través del propio trabajo, imitando a San José,
que cada día ha debido proveer a las necesidades de la Sagrada Familia con sus manos
y por esto la Iglesia lo expone como patrono de los trabajadores”.
Y a san
José, el Papa ha confiado a los jóvenes de todo el mundo que con tanta dificultad
consiguen ingresar en el mundo del trabajo, a los parados y a todos aquellos que sufre
estrechez a causa de la difundida crisis de la ocupación laboral.