2006-02-18 15:47:55

Reflexiones en familia


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Viernes, 17 feb (RV).- El desarrollo social, las transformaciones políticas y económicas, los nuevos horizontes culturales han afectado nuestras vidas cotidianas y con ello nuestras relaciones interpersonales, que cambian a medida que la sociedad se transforma. En este camino también los roles masculinos y femeninos se redefinen y, desde luego, la manera de ser de padres y madres también evoluciona. Lo interesante es que no falta quien afirma que las familias se están desintegrando por causa de la liberación femenina. La ligereza de afirmación es llamativa.

Es innegable que las mujeres ocupan hoy en día más lugares en las empresas y en el espacio de lo público, pero es igualmente cierto que no han abandonado los hogares. Ellas también tienen cada día mayores responsabilidades, ya que muchas están encargadas del sustento económico y afectivo de sus casas.

Cada día hay más hogares en los que las mujeres son cabeza de familia, bien porque las mujeres son madres solteras y el hombre no estuvo nunca, o porque están divorciadas y el hombre se ausentó, o porque ellas son las que producen y el hombre no desempeña su rol aunque esté presente, o porque la guerra las ha dejado solas a cargo de sus familias. El resultado en todos los escenarios es que las mujeres liberadas o no, educadas o no, tienen más trabajo y más responsabilidades: se ven forzadas a cumplir con la difícil tarea de ser madre y padre a la vez.

La pregunta entonces es si cuando los padres desaparecen ¿hay efectos en la formación psicológica de niños y niñas? O, ¿será que ese ausentismo es irrelevante?

Es claro que cuando una mujer sola saca adelanta a sus hijos, toda la responsabilidad la asume ella y, por lo tanto, los aciertos o errores que normalmente todo ser humano comete en la tarea de educar a los hijos, sólo serán imputables a ella. Peor aún, dado el ausentismo del padre, la madre se convierte en la única figura de autoridad para sus hijos. Así, no hay en el ámbito familiar quien les enseñe a los hijos a entender a esa madre que todo lo provee: cariño, alimento, educación, responsabilidad, etc. Nadie más que ella misma enseña a sus hijos a cuidarla y menos, a reflexionar amorosamente sobre los errores que ella podía cometer.

Y es que la autoestima de un hombre está programada por el rol dominante del machismo. Pero un hombre que asume su verdadera masculinidad, les enseña a los hijos a cuidar, considerar y admirar a esa nueva mujer que es una madre trabajadora, y les enseña también a los hijos hombres que la autoridad no tiene que ver con obligar y ser rudo sino con guiar responsablemente a una familia; y a las hijas mujeres les enseña que ser femeninas tiene que ver con valorar al hombre y no someterse a él.

Si los hombres abandonan el machismo ancestral y reconocen que su autoestima no pasa por la dominación a las mujeres, veremos un futuro con familias sólidas donde no se deje atrás a nadie, con familias en las que el respeto y la dignidad amasen el pan de cada día.

Pero, sobre todo, si podemos tener familias completas, familias donde la madre y el padre asuman sus roles y responsabilidades, donde ambas figuras participen en la formación de los hijos, en su manutención, su orientación y cuidado, entonces mínimamente podría decirse que se cuenta con un punto de equilibrio para la definición de roles en los hijos, para su autoestima y equilibrio emocional.

Y si las condiciones sociales de esta vida moderna no permiten tener estas familias completas, ¿qué hacer? La importancia de una figura masculina y femenina en el hogar es fundamental, y en ello la red de apoyo de las familias han jugado un papel esencial, pero lo importante es que haya amor y comprensión, solidaridad y respeto en cuyos pilares pueda apoyarse cualquier familia.

Textos: Alma García
Locución: Alina Tufani Díaz







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