2006-02-15 15:59:37

Audiencia general: “Aunque parezca que triunfen los poderosos, Dios siempre está de parte de los últimos, con los más débiles, los pobres y los sencillos de corazón”


Miércoles, 15 feb (RV).- “Aunque parezca que triunfen los poderosos Dios está siempre de la parte de los últimos, con los más débiles, los pobres y los sencillos de corazón”. Han sido las palabras de Benedicto XVI, comentando el Magnificat, que cierra el ciclo de las catequesis dedicadas a los Salmos, iniciado en 2001, por Juan Pablo II. Debido a la gran afluencia de fieles y peregrinos el Papa ha celebrado hoy la Audiencia General en dos escenarios: la basílica de San Pedro y el aula Pablo VI.

Este miércoles, Benedicto XVI ha celebrado la Audiencia General en dos momentos: primero, en la Basílica vaticana, donde a las 10.30, ha acogido a un numeroso grupo de 6.000 estudiantes italianos y a unos 1.800 peregrinos franceses, y a continuación, a las 11.00, al resto de los fieles en el Aula Pablo VI.

Dirigiéndose a los estudiantes procedentes de varias partes de Italia, el Papa en particular ha saludado a los alumnos y profesores de las Escuelas de Ostia, del Instituto del Sagrado Corazón de Caserta y del Instituto de Santa Dorotea de Roma.

En su saludo, el Papa les ha recordado su reciente encíclica “Deus caritas est”, en la que escribe que “el amor de Dios es el manantial y el motivo principal de nuestra alegría. “Invito a cada uno de vosotros -ha dicho el Pontífice- a comprender cada vez más este Amor que cambia la vida y os hace testigos creíbles del Evangelio. De esta manera os convertiréis en auténticos amigos de Jesús y sus fieles discípulos”. “Especialmente a las personas más débiles y necesitadas debemos hacerles sentir la ternura del Corazón de Dios y no olvidar que cada uno de nosotros, difundiendo la caridad divina, contribuye a construir un mundo más justo y solidario”.

Luego, hablando en francés el Santo Padre ha exhortado a los peregrinos franceses, miembros, amigos y familiares de la Congregación de Saint-Jean para que este viaje a Roma sea un tiempo de renovación y de enseñanza para operar un discernimiento profundo de las vocaciones que se presentan y de las misiones a las que están llamados.

Ya, en el Aula Pablo VI del Vaticano el Santo Padre ha pronunciado su catequesis con el comentario del “Magnificat”, concluyendo de esta manera las catequesis dedicadas a los Salmos.
El Ciclo comenzó en el 2001; en la audiencia general del 28 de marzo de aquel año, el Papa Juan Pablo II manifestó su intención de “una serie de catequesis sobre los Salmos y los Cánticos propuestos en oración” de la Liturgia de las Horas. En la siguiente Audiencia General del 4 de abril, el Santo Padre iniciaba con la reflexión introductoria, empezando la serie de catequesis el siguiente 25 de abril con el comentario del Salmo 62.

Hemos llegado al final del largo itinerario comenzado por mi amado Predecesor, el inolvidable Papa Juan Pablo II. Llegados al final de esta peregrinación textual parecida a un viaje en el jardín florido de la alabanza, de la invocación, de la oración y de la contemplación, ha dicho Benedicto XVI, dejamos espacio a aquel Cántico que idealmente cierra cada celebración de las vísperas, el Magnificat.

Es un canto que revela en filigrana, ha explicado el Papa, la espiritualidad de los anawin bíblicos, es decir de aquellos fieles que se reconocían “pobres” no sólo desprendidos de toda idolatría de riqueza y de poder, sino también en la humildad profunda del corazón, despojados de la tentación del orgullo, abiertos a la irrupción de la gracia divina salvadora. Todo el Magnificat está, en efecto, marcado por esta “humildad”.

Seguidamente, Benedicto XVI se ha detenido en el primer movimiento del cántico mariano, manifestando que es como una especie de voz solista que se eleva hacia el cielo para llegar al Señor. Se subraya el resonar constante de la primera persona. El alma de la oración es la celebración de la gracia divina que ha irrumpido en el corazón y en la existencia de María, haciéndola Madre del Señor.

La estructura íntima de su canto orante es la alabanza, la acción de gracias, la alegría del reconocimiento. Pero este testimonio personal no es solitario e intimista, porque la Virgen Madre es consciente de la misión que tiene que cumplir para la humanidad y su acción se enmarca en el interior de la historia de la salvación.

A partir de aquí se desarrolla el segundo movimiento poético y espiritual del Magnificat. Esta parte, ha dicho Benedicto XVI tiene una tonalidad más coral, casi como si la voz de María se asociara a la de toda la comunidad de fieles que celebran las opciones sorprendentes de Dios. En este septenario de obras divinas es evidente el “estilo” con el que el Señor de la historia inspira su comportamiento: Él se pone de la parte de los últimos. El suyo es un proyecto que a menudo está escondido bajo el terreno opaco de las vicisitudes humanas, que ven triunfar a “los soberbios, a los poderosos y a los ricos”. Y sin embargo, su fuerza secreta está destinada al final a desvelarse, para mostrar quienes son los verdaderos elegidos de Dios”.

Aquellos que lo temen, los fieles a su palabra, “los últimos, los hambrientos” la comunidad del pueblo de Dios que como María está constituida por los pobres, puros y sencillos de corazón. Es este pequeño rebaño el que está invitado a no tener miedo, porque al Padre le complace dar a ellos, su reino.

Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho en Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra lengua presentes en el Aula Pablo VI. RealAudioMP3

Queridos hermanos y hermanas:

 
Con el canto del Magníficat hemos llegado al final de las catequesis iniciadas por mi amado Predecesor, el inolvidable Papa Juan Pablo II. Éste es un canto que revela la espiritualidad de los fieles que se reconocían pobres, en la humildad profunda del corazón. La primera parte está marcada por la alabanza, el agradecimiento y la alegría que reconoce y celebra la gracia divina que ha hecho irrupción en el corazón y en la vida de María, convirtiéndola en Madre del Señor.
En la segunda parte, a la voz de María se asocia toda la comunidad de los fieles que celebra las acciones que Dios ha realizado en la historia, manifestando así el modo cómo se comporta: Él está siempre de la parte de los últimos. A este respecto comenta San Ambrosio: «Esté en cada uno presente el alma de María para engrandecer al Señor, esté en cada uno el espíritu de María para exultar en Dios; si, según la carne, la madre de Cristo es una sola, según la fe todas las almas engendran a Cristo; en efecto, cada una acoge en sí misma al Verbo de Dios».

 
Me es grato saludar ahora cordialmente a los visitantes de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica, de modo especial a los seminaristas de la diócesis de Ávila, acompañados por su Obispo Monseñor Jesús García Burillo, así como a los diversos grupos parroquiales españoles; saludo también a los peregrinos de México. Junto con la Virgen María, demos gracias al Señor por todos los dones que ha concedido y sigue concediendo a cada uno de nosotros.
Muy agradecido por vuestra visita.

 
Después de haber saludado en varias lenguas, el Santo Padre se ha dirigido de manera particular al maestro y a los cantores de la Capilla Sixtina, a los obispos participantes en el 30 Congreso promovido por el movimiento de los focolares, a los participantes en el capítulo General de los oblatos de San José y finalmente a los enfermos y recién casados. El Pontífice recordando la fiesta celebrada ayer de los santos Cirilo y Metodio, ha dicho que el testimonio de estos apóstoles y primeros difusores de la fe entre los pueblos eslavos “os ayude a ser también a vosotros apóstoles del evangelio y fermento de auténtica renovación de la vida personal, familiar y social.







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