Escuchar el programa Miércoles, 8 feb
(RV).- El Observatorio de la Sociedad de la Información y del Conocimiento ha organizado
unas jornadas, del 2 y al 17 de febrero en Madrid, para debatir las “buenas prácticas”
de la alfabetización digital y la educación en general. Y es que no podemos negar
la influencia que los medios digitales tienen día a día en nosotros, de ahí que sea
necesario establecer una especie de diccionario digital, unas normas de buen uso,
para evitar que a través de este nuevo medio de comunicación tan presente e integrado
en nuestra sociedad se convierta en un “arma” anticultura.
Centremos nuestra
reflexión de hoy en el mundo de Internet. La Iglesia afronta este nuevo medio con
realismo y confianza. Como otros medios de comunicación, se trata de un medio, no
de un fin en sí mismo, como señalaba el Pontificio Consejo para las Comunicaciones
Sociales en una reunión de 2002 bajo el tema: "Internet: un nuevo foro para la proclamación
del Evangelio".
Realmente, este medio puede ofrecer magníficas oportunidades
para la evangelización si se usa con competencia y con una clara conciencia de sus
fuerzas y sus debilidades. Sobre todo, al proporcionar información y suscitar interés,
hace posible un encuentro inicial con el mensaje cristiano, especialmente entre los
jóvenes, que se dirigen cada vez más al mundo del ciberespacio como una ventana abierta
al mundo. Por esta razón, es importante que las comunidades cristianas piensen en
medios muy prácticos de ayudar a los que se ponen en contacto por primera vez a través
de Internet, para pasar del mundo virtual del ciberespacio al mundo real de la comunidad
cristiana. Pero esta ayuda tiene que estar de alguna forma gestionada, con el fin
de evitar su mal uso, o desinformación.
El hecho de que a través de Internet
la gente multiplique sus contactos de modos hasta ahora impensables abre maravillosas
posibilidades de comunicación, pero también es verdad que las relaciones establecidas
mediante la electrónica jamás podrán tomar el lugar de los contactos humanos directos,
necesarios para, no sólo una auténtica evangelización, sino también para las relaciones
entre seres humanos que somos, ya que la comunicación depende siempre del testimonio
personal, del contacto y de la calidad humana demostrada a través de las acciones.
Como
recordaba Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales: “Los medios: red de comunicación, comunión y cooperación”. En este mensaje
el Santo Padre ponía de relieve los avances tecnológicos que “conquistan en cierta
medida tiempo y espacio, haciendo la comunicación entre las personas tanto instantánea
como directa, aun cuando están separadas por enormes distancias”. Este desarrollo
presenta un potencial enorme para servir al bien común y “constituye un patrimonio
a salvaguardar y promover” (El Rápido desarrollo, 10). Sin embargo, como todos sabemos,
nuestro mundo está lejos de ser perfecto. Diariamente se nos recuerda que la inmediatez
de la comunicación no necesariamente se traduce en la construcción de la cooperación
y la comunión en la sociedad, de ahí que exista una necesidad de iluminar las conciencias
de los individuos y ayudar a formar su pensamiento, porque la comunicación auténtica
requiere la determinación de aquellos que trabajan en los medios para no debilitarse
bajo el peso de tanta información ni para conformarse con verdades parciales o provisionales.
Por el contrario, requiere tanto la búsqueda como la transmisión de lo que es el sentido
y el fundamento último de la existencia humana, personal y social, de esta forma,
los medios pueden contribuir constructivamente a la propagación de todo lo que es
bueno y verdadero.
Con esta reflexión de hoy del mundo de las nuevas tecnologías,
de Internet, y de los medios digitales les dejamos que reflexionen sobre las posibilidades
que estos medios tienen hoy en día, sobre la necesidad de hacer un buen uso, enseñando
y aprendiendo respectivamente, porque un potencial tan grande como éste no puede caer
en ignominias o mal uso, sino que tiene que ser aprovechado en pro de un progreso
eficaz en la difusión de unos valores positivos, como los que nos enseña el Evangelio.