2006-02-08 16:44:16

Cultura y humanismo


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Miércoles, 8 feb (RV).- El Observatorio de la Sociedad de la Información y del Conocimiento ha organizado unas jornadas, del 2 y al 17 de febrero en Madrid, para debatir las “buenas prácticas” de la alfabetización digital y la educación en general. Y es que no podemos negar la influencia que los medios digitales tienen día a día en nosotros, de ahí que sea necesario establecer una especie de diccionario digital, unas normas de buen uso, para evitar que a través de este nuevo medio de comunicación tan presente e integrado en nuestra sociedad se convierta en un “arma” anticultura.

Centremos nuestra reflexión de hoy en el mundo de Internet. La Iglesia afronta este nuevo medio con realismo y confianza. Como otros medios de comunicación, se trata de un medio, no de un fin en sí mismo, como señalaba el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales en una reunión de 2002 bajo el tema: "Internet: un nuevo foro para la proclamación del Evangelio".

Realmente, este medio puede ofrecer magníficas oportunidades para la evangelización si se usa con competencia y con una clara conciencia de sus fuerzas y sus debilidades. Sobre todo, al proporcionar información y suscitar interés, hace posible un encuentro inicial con el mensaje cristiano, especialmente entre los jóvenes, que se dirigen cada vez más al mundo del ciberespacio como una ventana abierta al mundo. Por esta razón, es importante que las comunidades cristianas piensen en medios muy prácticos de ayudar a los que se ponen en contacto por primera vez a través de Internet, para pasar del mundo virtual del ciberespacio al mundo real de la comunidad cristiana. Pero esta ayuda tiene que estar de alguna forma gestionada, con el fin de evitar su mal uso, o desinformación.

El hecho de que a través de Internet la gente multiplique sus contactos de modos hasta ahora impensables abre maravillosas posibilidades de comunicación, pero también es verdad que las relaciones establecidas mediante la electrónica jamás podrán tomar el lugar de los contactos humanos directos, necesarios para, no sólo una auténtica evangelización, sino también para las relaciones entre seres humanos que somos, ya que la comunicación depende siempre del testimonio personal, del contacto y de la calidad humana demostrada a través de las acciones.

Como recordaba Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Los medios: red de comunicación, comunión y cooperación”. En este mensaje el Santo Padre ponía de relieve los avances tecnológicos que “conquistan en cierta medida tiempo y espacio, haciendo la comunicación entre las personas tanto instantánea como directa, aun cuando están separadas por enormes distancias”. Este desarrollo presenta un potencial enorme para servir al bien común y “constituye un patrimonio a salvaguardar y promover” (El Rápido desarrollo, 10). Sin embargo, como todos sabemos, nuestro mundo está lejos de ser perfecto. Diariamente se nos recuerda que la inmediatez de la comunicación no necesariamente se traduce en la construcción de la cooperación y la comunión en la sociedad, de ahí que exista una necesidad de iluminar las conciencias de los individuos y ayudar a formar su pensamiento, porque la comunicación auténtica requiere la determinación de aquellos que trabajan en los medios para no debilitarse bajo el peso de tanta información ni para conformarse con verdades parciales o provisionales. Por el contrario, requiere tanto la búsqueda como la transmisión de lo que es el sentido y el fundamento último de la existencia humana, personal y social, de esta forma, los medios pueden contribuir constructivamente a la propagación de todo lo que es bueno y verdadero.

Con esta reflexión de hoy del mundo de las nuevas tecnologías, de Internet, y de los medios digitales les dejamos que reflexionen sobre las posibilidades que estos medios tienen hoy en día, sobre la necesidad de hacer un buen uso, enseñando y aprendiendo respectivamente, porque un potencial tan grande como éste no puede caer en ignominias o mal uso, sino que tiene que ser aprovechado en pro de un progreso eficaz en la difusión de unos valores positivos, como los que nos enseña el Evangelio.








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