El Papa exhorta a las Asociaciones Cristianas de Trabajadores Italianos a continuar
siendo fieles a los trabajadores, a la democracia y a la Iglesia
Viernes, 27 ene (RV). Al final de la mañana, Benedicto XVI ha recibido en audiencia,
en la Sala Clementina del Vaticano, a los dirigentes de las Asociaciones Cristianas
de Trabajadores Italianos, conocidos con la sigla ACLI. En el discurso que les ha
dirigido, el Papa ha aludido al 60 aniversario de la fundación recordando el porqué
de esta iniciativa, su origen y su compromiso. Han estado presentes en la audiencia
el Presidente de ACLI, Luigi Bobba, y los Obispos y sacerdotes que los acompañan y
se ocupan de su formación espiritual.
Refiriéndose al nacimiento de esta asociación,
Benedicto XVI ha aludido a la intuición del Papa Pío XII, que dio forma a una visible
e “incisiva” presencia de los católicos italianos en el mundo del trabajo, valiéndose
de la preciosa colaboración del entonces Sustituto de la Secretaría de Estado, Giovanni
Battista Montini. Diez años más tarde, en 1955, el mismo Pontífice instituía la fiesta
de san José obrero, para indicar a todos los trabajadores del mundo el camino de la
santificación personal mediante el trabajo, restituyendo así a la fatiga cotidiana
la perspectiva de una auténtica humanización.
Benedicto XVI ha recordado también
la cuestión del trabajo, que se encuentra al centro de cambios rápidos y complejos,
y que no deja de interpelar la conciencia humana, exigiendo que no se pierda de vista
el principio de fondo que debe orientar cada elección concreta, que es el bien de
cada ser humano y de la entera sociedad.
Seguidamente, el Santo Padre les ha
recordado las tres “consignas” o “fidelidades” que históricamente han comprometido
a lo largo de estos decenios a los miembros de las ACLI en su multiforme actividad.
La primera la fidelidad que las ACLI están llamadas a vivir es la fidelidad a los
trabajadores. En este punto, el Papa ha recordado que es la persona la medida de la
dignidad del trabajo y por este motivo el Magisterio ha reclamado siempre la dimensión
humana de la actividad laboral conduciéndola nuevamente a su verdadera finalidad,
sin olvidar que el colofón de la enseñanza bíblica sobre el trabajo es el mandamiento
del reposo.
Del primado de la valencia ética del trabajo humano derivan ulteriores
prioridades que el Papa ha recordado a los presentes, la del hombre sobre el mismo
trabajo, la del trabajo sobre el capital, la prioridad del ser sobre el tener, entre
otras, que son prioridades que muestran claramente cómo el ámbito del trabajo entra
a pleno título en la cuestión antropológica.
Al recordar las enseñanzas del
amado Juan Pablo II, que nos ha invitado a ver en la vida la nueva frontera de la
cuestión social, Benedicto XVI se ha referido a la tutela de la vida desde la concepción
hasta su fin natural como al primer deber en el cual se expresa una auténtica ética
de la responsabilidad, que se extiende coherentemente a todas las demás formas de
pobreza, injusticia y exclusión.
La segunda consigna o fidelidad de los miembros
de las ACLI, es la fidelidad a la democracia, la única capaz de garantizar la igualdad
y los derechos para todos. Benedicto XVI ha explicado que existe una recíproca dependencia
entre democracia y justicia que empuja a todos a trabajar en modo responsable para
que se respete el derecho de cada uno, en especial si es débil o marginado. Sin embargo,
el Pontífice ha recordado que “una democracia sin valores se convierte fácilmente
en un totalitarismo, como demuestra la historia”.
La tercera consigna es la
fidelidad a la Iglesia. Citando las palabras de su predecesor Juan Pablo II, el Pontífice
ha dicho: “Sólo el Evangelio hace nuevas a las ACLI”, palabras que marcan todavía
hoy el camino de esta asociación e impulsan a colocar al centro de la vida asociativa
la Palabra de Dios y a considerar la evangelización como parte integrante de la propia
misión.
Al final de su discurso, Benedicto XVI ha recordado que durante estos
60 años de vida, el hilo conductor de las Asociaciones Cristianas de Trabajadores
Italianos ha sido aquel de reinterpretar estas consignas históricas, valorizando la
cuarta mediante la cual Juan Pablo II en abril de 2002 exhortaba a “extender los confines
de la propia acción social”.