2006-01-21 14:22:19

Reflexiones en Familia


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Viernes, 20 ene (RV).- Se podría pensar que en la mayoría de las sociedades los niños son amados y respetados por encima de cualquier cosa, mínimo para ser consecuentes con aquello de que los niños son el futuro de toda sociedad. Sin embargo, la realidad es bien diferente, pues en muchas partes del mundo una gran cantidad de niños se la pasan realmente muy mal, ya que son objeto de abusos y maltratos por parte de sus propios familiares, que representan incluso una constante amenaza a sus vidas. Bienvenidos a estas reflexiones en familia.

En programas anteriores hemos mencionado las dificultades de los niños que deben trabajar, que abandonan sus estudios, que viven en extrema pobreza, que no están incluidos en los sistemas de seguridad social de muchos países y sus enfermedades no son atendidas con prioridad. En fin, son una serie de factores que día tras día afectan las condiciones de desarrollo y calidad de vida de nuestros menores.

Pero la violencia familiar es entre estos factores un elemento preponderante porque cada vez estamos sintiendo que se acentúa en ciertas sociedades. Por mencionar un ejemplo, en los últimos días en Colombia las páginas de periódicos y titulares de noticieros están invadidos por casos de maltrato y violencia familiar contra los niños: castigos, golpes, quemaduras, niños amarrados, niños lanzados desde azoteas, abandonados, niños golpeados hasta la muerte, ahogados en las albercas de sus casa. Y lo peor de todo este horror es que en su gran mayoría todos estos hechos terribles son infringidos por sus parientes cercanos: padres o padrastros, madres o madrastras, hermanos, tíos.

Y ¿donde está el amor, el respeto, la armonía familiar, los derechos, los valores? En el caso de los niños como en otros casos de violencia, se da una relación de vulnerabilidad. Claramente, los menores muestran inferiores recursos para defenderse de lo que lo haría un adulto. En este sentido, la violencia infringida es mayor porque se trata de un sujeto en constitución. Además, se debe considerar el daño emocional y los efectos a corto y a largo plazo que provocan los maltratos.

En ocasiones, las personas que violentan a sus hijos fueron maltratadas en la propia infancia (se habla de un 56.7% del total de casos), y repiten el patrón de crianza con sus hijos, aunque no siempre esta es la norma, pues muchos parientes de los niños recurren al maltrato como una solución para callar a los menores, para hacerlos a un lado o simplemente obligarlos a permanecer quietos y en silencio, lo que nos demuestra que las agresiones no siempre responden a patrones de formación de padres a hijos, o relaciones directas de poder.

También cabe considerar que muchos padres perciben como justos los castigos implementados o practicados a sus hijos, o incluso no se dan cuenta en ocasiones de la desproporción del castigo ofrecido con la supuesta falta cometida pero se justifica de alguna manera (por la pobreza, por los nervios, etc.).

Si bien algunos de los adultos que golpean a sus hijos suelen manifestar algún afecto posterior como arrepentimiento o lástima, en muchos casos se trata de padres que están a favor del castigo como medida disciplinaria y educativa. El castigo recibido por los adultos en la infancia suele guardar relación con el tipo de castigos físicos que se emplean para “corregir” a los hijos.

¿Cómo hacer para romper con estos patrones de agresión y violencia como maneras de formar y educar a los hijos? ¿Cómo hacer para que la ofuscación, la rabia y a veces hasta la angustia de los adultos no se conviertan en armas mortales para sus hijos? Hay que tomar conciencia de que la violencia intrafamiliar no es un problema exclusivo de la familia o del niño que la padece. Hoy por hoy, se puede decir que es un problema social de gran envergadura frente al cual estamos dando la espalda desde las propias familias, olvidando que el amor y el respeto deben ser las únicas armas de formación para nuestros hijos.

Textos: Alma García
Locución: Alina Tufani Díaz







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