2006-01-19 16:00:32

Semana de oración por la unidad de los cristianos


Jueves, 19 ene (RV).- El P. Pedro Langa, agustino español, que nos acompañará a lo largo de toda esta Semana de oración por la unidad de los cristianos, hoy nos ofrece una reflexión dedicada al segundo día que, con las palabras de Jesús «También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros», invita al «Ecumenismo cotidiano».RealAudioMP3

También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros (Jn 13, 14). El comunicado hecho público al término del encuentro de Pablo VI y Atenágoras I en Jerusalén, decía entre otras cosas: «Este encuentro debe considerarse como un gesto fraternal inspirado por la caridad de Cristo, que dejó a sus discípulos el mandamiento supremo de amarse los unos a los otros, de perdonar las ofensas hasta setenta veces siete y de estar unidos entre ellos» (BAC 345, p. 45). La tarde del lavatorio de los pies, en efecto, Jesús dejó un hermoso modelo de comportamiento cristiano y una excelente norma de conducta ecuménica. Lo que el Señor dijo entonces a sus discípulos contiene, por de pronto, la clave del ministerio de servicio. «Presidir es servir» (Ep. 134, 1), solía predicar el Hiponense. Algo que acertó a recoger muchos siglos después el Beato Juan XXIII con su conocido Siervo de los siervos de Dios. Por ahí, pues, habrá que afrontar el estudio del Primado del Papa, según clarividente sugerencia de Juan Pablo II en la Ut unum sint.

 
Dice san Pablo que en el Espíritu Santo cada uno es diferente aunque pertenezca al mismo cuerpo (cf. 1 Cor 12). En el ecumenismo, igual que en la caridad, hay reductos que sólo el tiempo logra poner en evidencia. Vivimos una época en que se lleva, ojalá que para siempre, el ministerio de servicio. Lavar los pies de los hermanos es, por eso mismo, samaritana finura del corazón. Los ecumenistas aplauden a Pablo VI besando los pies del Metropolita Melitón de Calcedonia, un bello gesto que le valió duras críticas –también elogios- hasta dentro de la Iglesia católica. No pretendía el Papa decirnos, sin embargo, sino que el ecumenismo a carta cabal pasa por arrodillar el corazón ante el hermano y besarle los pies, como Jesús en la última Cena. Ojalá, pues, que las Iglesias secunden tan evangélica conducta. Su ecumenismo entonces no habrá sido estéril.







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