Viernes, 13
ene (RV).- “Quizá más que en otras épocas de la historia, nuestro tiempo tiene necesidad
de ‘aquel genio’ de la mujer que asegure en toda circunstancia la sensibilidad por
el hombre”. Estas palabras pronunciadas por el Papa Juan Pablo II en el año 2003,
durante su viaje apostólico a Croacia enmarcan perfectamente el tema que queremos
abordar hoy: la mujer en nuestras sociedades, un papel cada vez más relevante. Bienvenidos
a estas reflexiones en familia.
En diversos programas hemos señalado cómo ha
cambiado el papel de la mujer en nuestras sociedades, gracias a una serie de elementos
como su participación política, el ingreso en el mundo laboral, su desempeño en la
vida publica de los pueblos y naciones. A lo largo de los años, la mujer ha estado
siempre determinada por las labores del hogar, unida siempre a las actividades de
crianza de los hijos y al sostenimiento organizativo y afectivo de la familia.
Si
bien la mujer continúa cumpliendo estos roles al interior de la familia, ella ahora
combina estas actividades con otras ligadas a su profesión, a su trabajo, a sus actividades
de liderazgo en determinados grupos y comunidades, en las que las mujeres están ofreciendo
su capacidad de gestión, de comprensión, solidaridad, amor y entrega al servicio de
los demás.
Quizá como en ningún otro tiempo, la historia de nuestro tiempo
tiene necesidad del genio de la mujer que asegure en toda circunstancia la sensibilidad
por el hombre, por el ser humano. La sensibilidad de las mujeres es un elemento fundamental
en nuestras sociedades modernas. Por ejemplo, en la atención a las personas, en asegurar
la importancia de pequeños detalles que a todos sin distinción nos hacen la vida mucho
mas amable.
Está comprobado que muchos pacientes se recuperan de manera sorprendente
cuando pueden contar con la presencia de un familiar: la esposa, la madre, un hijo;
o de una enfermera cuyo compromiso y entrega habían hecho la diferencia. La ocurrencia
de situaciones de este tipo hacía muy difícil creer en simples coincidencias. Sus
acciones no poseían nada especial o extraño; un trato delicado, muchos detalles de
cariño, atención a sus necesidades sin esperar que las expresasen (adivinando casi),
una dedicación heroica con mucho sentido del humor y optimismo.
La sensibilidad
femenina posee en su esencia y características primordiales, elementos diversos a
los presentados por la sensibilidad masculina. Elementos que le otorgan a la mujer
capacidades y cualidades especialmente útiles en este tipo de casos. Tal vez se relacione
con ese “sexto sentido” femenino, tan comentado y tan misterioso.
Obviamente,
debemos distinguir entre sensibilidad y sensiblería. No es la capacidad de llorar
abundantemente o de pasar de la furia a la euforia sin motivos. Estamos hablando de
una sensibilidad dirigida y educada en la apertura al otro, capaz de ser ecuánime
y exigente sin perder la dulzura y calidez. Sensibilidad que lleva a ponerse en el
lugar del otro; a sobreponerse a los propios estados de ánimo para atender al que
le necesita; a dirigir la enorme capacidad de donación y entrega a quienes están más
desvalidos.
En definitiva, la sensibilidad femenina es entendida realmente
como la capacidad de encauzar, utilizar y aprovechar la enorme riqueza y potencial
contenidos en nuestra naturaleza femenina: dulzura, calidez, amor. Riqueza que de
otro modo desaparecerá o se perderá en momentos en los que las sociedades necesitan
de amor misericordioso.
Bien, amigos oyentes, nuestro espacio de reflexiones
en familia concluye aquí, volveremos la próxima semana con otro tema.