2006-01-12 15:48:10

El Papa advierte del grave error de “oscurecer el valor y las funciones de la familia legítima fundada en el matrimonio, atribuyendo a otras formas de unión impropios reconocimientos jurídicos”


Jueves, 12 ene (RV).- Evocando a Juan Pablo II, Benedicto XVI reitera su firme llamamiento - por el bien de la humanidad - en favor de la tutela de la familia, del matrimonio y de la vida, en su audiencia esta mañana a las autoridades civiles de la región italiana del Lacio, a la que pertenece Roma, la diócesis del Papa.

Uno de los tradicionales encuentros para el intercambio de felicitaciones de comienzos de año, es el que ha celebrado esta mañana Benedicto XVI al recibir a las autoridades civiles de la región italiana del Lacio, a la que pertenece Roma, la diócesis del Papa.

«Ocasión propicia para confirmar y revigorizar aquellos lazos, madurados y consolidados a lo largo de dos milenios de historia, que enlazan al Sucesor de Pedro y a la ciudad de Roma, a su provincia y a la Región del Lacio», como ha destacado el Santo Padre, dando su bienvenida al presidente de esta región, al alcalde de la capital italiana y al presidente de la provincia de Roma, que encabezaban a las demás autoridades.

El Obispo de Roma ha puesto de relieve el compromiso pastoral de su Diócesis en lo que respecta, en particular, al tema de la familia, «terreno tan sensible y decisivo para la formación y la felicidad de las personas y para el futuro de toda la sociedad».

También hoy, el Papa ha señalado la necesidad de ayudar a la familia a afrontar «los motivos de crisis y de desánimo ampliamente presentes en nuestro contexto cultural».

«Matrimonio y familia no son en realidad una construcción sociológica casual, fruto de particulares situaciones históricas y económicas. Al contrario, la cuestión de la justa relación entre hombre y mujer ahonda sus raíces en la existencia más profunda del ser humano y puede encontrar su respuesta sólo a partir de ello».

En este contexto, señalando que «el matrimonio como institución no es pues una indebida ingerencia de la sociedad o de la autoridad, imposición de una forma desde fuera, sino que es exigencia intrínseca del pacto del amor conyugal», Benedicto XVI ha reiterado que no se trata de normas exclusivamente católicas: «No se trata de normas peculiares de la moral católica, sino de verdades elementales que se refieren a nuestra común humanidad. Es esencial que sean respetadas por el bien de la persona y de la sociedad».

Recordando las responsabilidades que competen a las autoridades civiles en lo que concierne a la tutela de la familia - como la ayuda que necesitan los jóvenes y los matrimonios para mantener y educar a los hijos y los problemas que derivan de los altos precios de las viviendas, de las guarderías y jardines de infancia para los más pequeños- el Papa ha advertido: «Por otra parte, es un grave error oscurecer el valor y las funciones de la familia legítima fundada en el matrimonio, atribuyendo a otras formas de unión impropios reconocimientos jurídicos, de los cuales no hay, en realidad, ninguna efectiva exigencia social».

Benedicto XVI ha destacado asimismo la atención y el compromiso que requiere «la tutela de la vida humana naciente». Recomendando que «no falten ayudas concretas a las embarazadas que se encuentran en condiciones de dificultad y que se evite introducir fármacos que escondan de alguna forma la gravedad del aborto, como elección de vida». Sin olvidar la importancia de asistir a los ancianos y todas las complejas problemáticas relacionadas con el cuidado de la salud de todos los ciudadanos, sin distinción. Todo ello teniendo siempre presente con firmeza «el principio de la centralidad de la dignidad humana del enfermo», con especial atención a los enfermos mentales y a sus familiares.

El Papa ha expresado su satisfacción por el desarrollo registrado en estos años en las distintas formas de colaboración entre las administraciones de Roma y de su provincia y región y los organismos de voluntariado eclesial, en la misión de aliviar las «pobrezas antiguas y nuevas que lamentablemente afligen a una parte considerable de la población, y, en particular, a los numerosos inmigrados».

Expresando su afecto y solicitud pastoral a todos los ciudadanos y habitantes de Roma y del Lacio, Benedicto XVI ha reiterado la exhortación que su amado Predecesor pronunció cuando visitó el capitolio romano, en 1988. Exhortación con la que el Siervo de Dios Juan Pablo II, invitaba a Roma, «faro de civilización y de fe», a abrir a Cristo las riquezas de su corazón y de su historia milenaria. Sin temor, porque Cristo no humilla ni la libertad ni la grandeza de esta ciudad, sino que la ama y quiere hacerla digna de su vocación civil y religiosa, para que siga brindando los tesoros de fe, cultura y humanidad a los romanos y a todos los hombres de nuestro tiempo.

Precisamente, evocando a Juan Pablo II, el Pontífice ha destacado «la intensidad» de la «respuesta de amor, al amor del Papa», que manifestaron - con «extraordinaria y conmovedora evidencia» - las poblaciones de Roma y de la región lacial, en los meses de su enfermedad y de su muerte.

Una vez más, Benedicto XVI ha manifestado su profunda gratitud a las autoridades e instituciones que hicieron posible que millones de personas pudieran llegar a Roma, desde todos los rincones del mundo, para rendir homenaje al difunto Pontífice y para saludar a su Sucesor en la Sede de Pedro. Momentos de gran intensidad que aunaron, en realidad, a toda la humanidad: «En verdad, Roma y el Lacio, así como toda Italia y la humanidad entera, vivieron en aquellos días una profunda experiencia espiritual, de fe y de oración, de fraternidad y de redescubrimiento de los bienes que dignifican y enriquecen con significado nuestra vida. Experiencia que no debe quedar sin frutos también en el ámbito de la comunidad civil, de sus deberes y de sus múltiples responsabilidades y relaciones».







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