2006-01-07 15:20:14

Reflexiones en Familia


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Viernes, 6 ene (RV).- Amigos oyentes, nuestro cordial saludo y bienvenida a estas reflexiones en familia. Se inicia el año nuevo con muchos proyectos y expectativas, con planes y metas por realizar. Por ello nuestro tema de hoy llama la atención para que no nos apartemos de lo que realmente es importante en nuestra vida diaria: vivir en la armonía de la familia, a partir de la comprensión de la solidaridad de nuestros corazones, la solidaridad en el amor del Señor. Bienvenidos.

Todos tenemos lo que nos merecemos, dice un adagio popular que hace referencia a que la justicia y la solidaridad se ubican en parámetros de lo que es correcto. Es decir, le pagamos a un empleado el salario que dice la ley (así sea una miseria), colaboramos en la colecta de la iglesia con algún dinero(mucho menos de lo que gastamos en un cine) o le regalamos todo lo que nos sobra a una institución de caridad (para que no nos estorbe).

Lo que se nos olvida es que el verdadero significado de la justicia y la solidaridad es que quien más tiene más corresponsable debe ser con su prójimo. Es decir que quienes tenemos la suerte de vivir en circunstancias más favorables, no sólo gozamos de mayores privilegios sino que también tenemos mayores responsabilidades. Esto significa que si contamos con bastante más de lo necesario para vivir, debemos contribuir a que los más desfavorecidos tengan por lo menos lo que precisan para sobrevivir.

Ser generosos y contribuir al bienestar de nuestros semejantes trae grandes beneficios. En efecto, un grupo de científicos dedicados a estudiar el fortalecimiento de la confianza y seguridad en niños con limitaciones concluyó que “hacer una diferencia positiva en la vida de los demás es la experiencia que más enriquece el auto-respeto y el deseo de vivir de una persona”.

Las observaciones de estos estudios y análisis científicos confirmaron que cuando los niños ayudan a los demás y contribuyen a mejorar sus circunstancias, se sienten más capaces y orgullosos de sí mismos. Además, al enfatizar lo que pueden aportarles a quienes más lo necesitan, gozan de la dicha de ver lo que sus contribuciones significan para aquellos que las reciben.

Está comprobado: cuando damos con generosidad y por el gusto de contribuir, se activan dentro de nosotros sentimientos de alegría, propósito y unión tan profundos y gratificantes que nos hacen sentir realizados y felices. Esto significa que venimos dotados de lo que necesitamos para llevar una vida plena y feliz, si nos dedicamos a aquello que vinimos a hacer en este mundo: servir y contribuir.

No cabe duda de que en el proceso de formar a las nuevas generaciones los padres deben inculcar a sus hijos un nuevo sentido de justicia que no perpetúe la injusticia a nombre de la misma. No se trata de enseñarles a dar lo que dice la ley para evitar el castigo o a ayudar a un infeliz para “ganarse el cielo”. La justicia no es cuestión de trueque, es cuestión de amor, pues implica compartir con quienes más lo necesitan y gozar así de la fortuna de hacer la diferencia en la vida de otro ser humano.

La vida no nos premia por nuestras buenas obras. Son nuestras buenas obras las que nos premian. Así, si deseamos que la vida de nuestros hijos esté llena de bendiciones, debemos cultivarles un buen corazón para que ellos sean una bendición en la vida de sus semejantes. La solidaridad es en definitiva cuestión de amor.

Textos: Alma García
Locución: Alina Tufani Díaz







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