Audiencia al nuevo embajador de Francia ante la Santa Sede: el Papa subraya que la
paz social se afianza en el respeto de la dignidad humana de cada individuo
Lunes, 19 dic (RV).- La laicidad, sana distinción de poderes entre Iglesia y estado;
los recientes problemas sociales franceses; la enriquecedora presencia de trabajadores
extranjeros; la familia, la educación; la tutela de la dignidad humana; la bioética;
la reciente cumbre franco-africana y la responsabilidad de los países ricos en la
ayuda a los desfavorecidos. Estos han sido algunos de los temas del denso discurso
de Benedicto XVI al nuevo embajador francés ante la Santa Sede a quien ha recibido
esta mañana en audiencia.
Encomendando al pueblo de Francia y a sus autoridades
al amparo de Nuestra Señora de Lourdes, Benedicto XVI ha dado su bienvenida al nuevo
embajador francés asegurando sus oraciones al Señor para que este país, afianzado
en el patrimonio y larga tradición espiritual que le caracteriza, pueda construir
«una sociedad de paz y de justicia y contribuir a una solidaridad cada vez más grande
entre las personas y entre los pueblos».
En su denso discurso para el acto
de presentación de las cartas credenciales del nuevo embajador de Francia ante la
Santa Sede, el Papa se ha referido, esta mañana, a varios temas. Como el de la laicidad,
que consiste en una sana distinción de poderes entre Iglesia y estado; los recientes
problemas sociales franceses; la numerosa y enriquecedora presencia de trabajadores
extranjeros; el matrimonio, la familia, la juventud y la educación; la tutela de la
dignidad humana, en especial en lo que se refiere a la bioética; la reciente cumbre
franco-africana y la responsabilidad de los países ricos en la ayuda al desarrollo
de los desfavorecidos.
Tras reiterar que la tradición cristiana se arraiga
«en el amor de Cristo hacia toda persona, digna de ser amada por sí misma», Benedicto
XVI ha evocado a su predecesor, Juan Pablo II, recordando la carta que escribió a
los obispos de Francia, con motivo del centenario de la ley de separación de las Iglesias
y el estado. «El principio de laicidad consiste en una sana distinción de poderes»,
que no significa «oposición» y que no excluye que «la Iglesia tome parte activa en
la vida de la sociedad, en el respeto de las competencias correspondientes». Concepto
que permite «la autonomía de la Iglesia», en su organización y en su misión. El Papa
ha manifestado su satisfacción por los encuentros de diálogo entre la Iglesia y las
autoridades civiles francesas, con la certeza de que contribuirán al bienestar de
todos los ciudadanos y de toda la sociedad.
Refiriéndose a los recientes problemas
sociales vividos en Francia, «que parecen pertenecer a la profunda insatisfacción
de una parte de la juventud», afectando no sólo a las periferias de las grandes ciudades
sino a todos estratos de la sociedad, el Papa ha señalado que las violencias internas
que marcan a la sociedad - que «no se pueden dejar de condenar» - constituyen al mismo
tiempo «un mensaje, en especial de parte de los jóvenes, que nos invita a considerar
las necesidades de la juventud», con «una respuesta a la altura de las tensiones dramáticas
de nuestra sociedad».
En este contexto, Benedicto XVI ha expresado su aprecio
por todos aquellos que se han comprometido en impulsar el diálogo y la fraternidad,
en favor de un clima de reconciliación social, responsabilidad que compete a todos
los ciudadanos por igual. También ha citado el Santo Padre a los numerosos trabajadores
extranjeros y sus familiares, acogidos en Francia, que han contribuido ampliamente
al desarrollo de esta nación desde el final de la II Guerra Mundial.
Destacando
que «ellos y sus descendientes», merecen gratitud por la riqueza económica, cultural
y social que aportan, siendo la mayoría ciudadanos franceses de pleno derecho, el
Papa ha exhortado a promover la integración verdadera de todos ellos en este país
al igual que en toda Europa. Pues la paz social se afianza en el respeto de la dignidad
humana de cada persona.
Dedicando asimismo una parte de su discurso a la importancia
de la institución matrimonial – que no se puede comparar con ningún otro tipo de relación
- a la familia y a la educación, Benedicto XVI ha puesto de relieve la gran tarea
de los educadores que, sostenidos por los padres de familia, ayudan a formar las conciencias
de los jóvenes, para que sean adultos responsables, no sólo de sí mismos sino también
de todos los hermanos en humanidad, impulsando el bienestar de toda la sociedad.
Refiriéndose
luego al tema de la bioética, el Papa ha querido llamar la atención de todos los hombres
de buena voluntad sobre las decisiones y acciones que tienden, cada vez más, a «considerar
al ser humano, en especial desde los primeros momentos de su existencia, desde la
perspectiva de la ciencia, como si fuera un simple objeto de investigación».
Enfatizando
la importancia de que se enfoquen las cuestiones éticas, «no desde el punto de vista
de la ciencia, sino del ser humano, que debe ser imperativamente respetado», el Santo
Padre ha señalado que sin este «criterio moral fundamental, será difícil crear una
sociedad verdaderamente humana, en el respeto de todas las personas, sin distinción
alguna».
Finalmente, el Pontífice ha mencionado las relaciones de Francia con
los países emergentes y que sufren dificultades para lograr un verdadero desarrollo
económico y social. Recordando la reciente cumbre franco – africana, celebrada recientemente
en Malí, Benedicto XVI ha reiterado que los países ricos tienen una gran responsabilidad
en el desarrollo integral de las naciones desfavorecidas. No sólo en lo que se refiere
a la ayuda económica, sino también en la formación y capacitación de personas que
logren que sus respectivos países lleguen a ser autónomos y protagonistas de la economía
mundial.
Por lo que el Papa ha recomendado que «es más urgente que nunca»,
que se intensifiquen acciones concretas en favor de estos pueblos, con especial atención
a las mujeres y a los jóvenes, que «en las sociedades africanas, ocupan un lugar primordial
y pueden dar un nuevo impulso a la economía y la vida social».