La Santa Sede se adhiere al “Protocolo sobre residuos bélicos no explotados”
Sábado, 17 dic (RV).- La Santa Sede se ha adherido al “Protocolo sobre residuos bélicos
no explotados”, anexo a la “Convención sobre la prohibición o restricción del uso
de ciertas armas convencionales que pueden ser consideradas excesivamente perjudiciales
o tener efectos indiscriminados”, adoptado el 28 de noviembre de 2003, al final de
la Reunión de los Estados Miembros de la Convención.
Se trata del primer instrumento
jurídico internacional a nivel multilateral al cual la Santa Sede se adhiere durante
el Pontificado de Benedicto XVI. Dicho protocolo sobre residuos bélicos no explotados
fue adoptado en Ginebra el 10 de octubre de 1980 y entró en vigor el 21 de diciembre
de 1983; además el documento prevé otros cuatro Protocolos, que, junto a la misma
convención, han sido ratificados por la Santa Sede el 16 de junio de 1997.
Mons.
Celestino Migliore, Observador Permanente ante las Naciones Unidas en Nueva York,
ha depositado el 13 de diciembre de este año la adhesión de la Santa Sede en la Oficina
del Secretario General de la ONU. “De acuerdo con la naturaleza de la Santa Sede –señaló
monseñor Migliore en su discurso al hacer entrega del documento- renovamos nuestro
estímulo a la comunidad internacional de continuar en la trayectoria que lleva a la
reducción del sufrimiento humano causado por los conflictos armados”. Con la aprobación
del V Protocolo, se confirma la necesidad de trabajar de forma eficaz por la protección
de toda persona en situaciones de conflicto. De hecho, como señaló el Observador Permanente
de la Santa Sede ante la ONU, “la adopción de estos instrumentos representa herramientas
multilaterales importantes para el control de armamento por razones humanitarias”,
de ahí que monseñor Migliore haya hecho un apelo a la responsabilidad de los Estados
en este sentido.
“La Santa Sede ve en la firma de este Protocolo –finalizó
monseñor Migliore- un paso adelante en la trayectoria de la comunidad internacional
en la defensa de la cultura de la vida y de la paz, basándose en la dignidad de la
persona humana y en la primacía de la ley, a través de una cooperación responsable,
honesta y constante de todos los miembros de la comunidad de naciones unidad”.