Ante los desafíos de la actualidad, el Santo Padre exhorta a las personas de vida
consagrada a no temer el testimonio visible de pertenencia a Cristo
Sábado 10 dic (RV).- En un encuentro marcado por la dicha del clima espiritual del
Adviento, mientras nos preparamos para la Santa Navidad, Benedicto XVI ha dirigido
esta mañana unas palabras de agradecimiento y de aliento a los religiosos y religiosas,
a los miembros de los Institutos seculares y de nuevas formas de vida consagrada que
desarrollan su apostolado en Roma, la diócesis del Papa.
Tras dirigir un saludo
particular a cuantos viven en los monasterios de vida contemplativa y a las personas
de vida consagrada precedentes de África, América Latina y Asia, que estudian en Roma
o que transcurren aquí una parte de su existencia, participando activamente en la
misión de la Iglesia romana, el Pontífice ha destacado que constituyen un «peculiar
testimonio de la unidad y de la universalidad del Pueblo de Dios».
Ante los
desafíos que se presentan en el momento actual para testimoniar y amar a Dios con
toda el alma, Benedicto XVI - cuya alocución ha sido interrumpida varias veces por
los aplausos - ha exhortado a las personas de vida consagrada a «no tener miedo de
presentarse, también visiblemente», como lo que son, «manifestando siempre su pertenencia
a Cristo, pues la Iglesia los necesita: «Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia
necesita vuestro testimonio, necesita una vida consagrada que afronte con valentía
y creatividad los desafíos del tiempo presente. Ante la avanzada del hedonismo, se
os pide el valiente testimonio de la castidad, como expresión de un corazón que conoce
la belleza y el precio del amor de Dios. Ante la sed de dinero, hoy ampliamente dominante,
vuestra vida sobria y entregada al servicio de los más necesitados recuerda que Dios
es la riqueza verdadera que no perece».
Y entre los desafíos, el Papa se ha
referido también al individualismo y al relativismo, anhelando que se difunda cada
vez más el testimonio de las bienaventuranzas, para sostener la vida del pueblo cristiano:
«Ante el individualismo y el relativismo, que inducen a las personas a ser única
norma para sí mismos, vuestra vida fraterna, capaz de dejarse coordinar y, por ende,
capaz de obediencia, confirma que vosotros depositáis vuestra realización en Dios.
¿Cómo no anhelar que la cultura de los consejos evangélicos, que es la cultura de
las bienaventuranzas, pueda crecer en la Iglesia para sostener vuestra vida y el testimonio
del pueblo cristiano?».
Tras hacer hincapié en la importancia de las fidelidades
cotidianas a la oración y a la escucha de la Palabra de Dios; al servicio de los hombres
y de las mujeres de nuestro tiempo, según el propio carisma; al magisterio de la Iglesia,
como el decreto del Concilio Vaticano II, Perfectae caritatis; a los sacramentos de
la Reconciliación y de la Eucaristía, que nos sostienen en las situaciones difíciles,
Benedicto XVI ha finalizado su discurso con un agradecimiento especial: «Gracias,
queridos hermanos y hermanas, por el servicio que brindáis al Evangelio, por vuestro
amor a los pobres y a los que sufren, por vuestro esfuerzo en el campo de la educación
y de la cultura, por la incesante oración que se eleva desde los monasterios, por
la multiforme actividad que desempeñáis. Que la Virgen Santa, modelo de vida consagrada,
os acompañe y sostenga para que podáis ser todos ‘signo profético’ del reino de los
cielos».