Oración del Papa ante la imagen de la Inmaculada: que todas las familias de los pueblos
lleguen, en paz y concordia, a la unión en un solo pueblo de Dios
Jueves, 8 dic (RV).-Más de 10 mil fieles han participado junto al Papa en el tradicional
homenaje floral que esta tarde el Santo Padre ha ofrecido en la plaza de España de
Roma a la estatua de la Virgen María, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción.
En su alocución Benedicto XVI ha recordado que venía por primera vez como
Sucesor de Pedro a los pies de la estatua de la Inmaculada, recorriendo idealmente
la peregrinación que tantas veces cumplieron sus predecesores. “Siento que me acompaña
-ha dicho el Santo Padre- la devoción y el afecto de la Iglesia que vive en esta ciudad
de Roma y en el mundo entero. Llevo en mí las ansias y las esperanzas de la humanidad
de nuestro tiempo y vengo a deponerlas a los pies de la celestial Madre del Redentor”.
El
día en que recordamos el 40 aniversario del final del Concilio Vaticano II, Benedicto
XVI ha rememorado las palabras del siervo de Dios Pablo VI durante la Misa de clausura
en la plaza de San Pedro, en las que el Papa Montini proclamó a María Madre de la
Iglesia y a Ella confió para el futuro, “como modelo inspirador y esperanza confortadora”,
la fecunda aplicación de las decisiones conciliares.
La Virgen ha sustentado
durante estos cuatro decenios a los Pastores y en primer lugar a los Sucesores de
Pedro en su exigente ministerio al servicio del Evangelio; ha guiado la Iglesia hacia
la fiel comprensión y aplicación de los documentos conciliares. Por esto, haciéndome
portavoz de la entera Comunidad eclesial, quisiera agradecer a la Virgen Santísima
y dirigirme a Ella con los mismos sentimientos que animaron a los Padres conciliares,
los cuales dedicaron a María el último capítulo de la Constitución dogmática Lumen
gentium, subrayando la inseparable relación que une la Virgen a la Iglesia.
Y
esta ha sido la oración con la que el Santo Padre ha concluido su acto de veneración
a la Inmaculada Virgen María, Madre de toda la Iglesia. Sí queremos agradecerte,
Virgen madre de Dios y Madre nuestra amadísima, tu intercesión a favor de la Iglesia.
Tú, que abrazando sin reservas la voluntad divina, te has consagrado con toda tu energía
a la persona y a la obra de tu hijo, enséñanos a guardar en el corazón y a meditar
en silencio, como has hecho tú, los misterios de Cristo.
Tú
que llegaste hasta el Calvario, siempre profundamente unida a tu Hijo, que en la Cruz
te dio como madre al discípulo Juan, haz que también nosotros te sintamos siempre
cercana en cada instante de nuestra existencia, sobre todo en los momentos de oscuridad
y de prueba.
A Ti María, te invocan con oraciones
insistentes los fieles de todo el mundo para que, exaltada entre los ángeles y los
santos, intercedas por nosotros ante tu Hijo “mientras todas las familias de los pueblos,
sean aquellas que se dicen cristianas, sea las que todavía no conocen a nuestro Salvador,
lleguen en paz y concordia a la unión en un solo pueblo de Dios, a gloria de la santísima
e indivisible Trinidad”.