2005-12-01 15:59:48

Llamamiento del Papa a los responsables de las naciones y hombres de buena voluntad para que cese la violencia, que desfigura a la humanidad e hipoteca el desarrollo de los pueblos


Jueves, 1 dic (RV).- Al recibir a once nuevos embajadores este jueves, Benedicto XVI ha querido lanzar un nuevo apremiante llamamiento a los responsables de las naciones y a todos los hombres de buena voluntad para que aúnen sus esfuerzos en favor de la paz: «Llegan de todo el mundo informaciones sobre conflictos. Esta mañana deseo lanzar un nuevo llamamiento a los responsables de las naciones y a todos los hombres de buena voluntad para que se unan en hacer cesar la violencia, que desfigura a la humanidad y que hipoteca el desarrollo de los pueblos y la esperanza de numerosas poblaciones».

El Santo Padre ha dirigido un discurso común y luego uno particular de bienvenida a los nuevos embajadores de Tanzania, Nepal, Finlandia, Santa Lucía, El Salvador, Dinamarca, Sudáfrica, Argelia, Eritrea, Togo y Andorra. En el primer discurso global, el Papa ha hecho hincapié en que es indispensable el compromiso de todos para lograr la paz. Y ha señalado que, para que «el mundo salga del engranaje de la violencia», es necesario crear un clima de pacificación y un espíritu de reconciliación en todos los niveles de la vida social, empezando por la familia, con una atención especial a la educación de la juventud.

De forma, que se transmita a los jóvenes los valores espirituales, morales y sociales esenciales y se les prepare para un porvenir mejor y una verdadera conciencia del importante papel que desarrollan en la sociedad y de las actitudes que deben adoptar para servir al bien común. En este contexto, el Pontífice ha reiterado que «por su parte, la Iglesia católica, presente en todos los continentes, no desmaya en aportar su contribución, desarrollando numerosas obras educativas y formando el sentido religioso de los individuos, para impulsar el crecimiento en cada uno de los principios de fraternidad y solidaridad».

Destacando la acción que desempeñan los diplomáticos en el desarrollo de su misión, que abarca la importante tarea de «favorecer el diálogo y las negociaciones, en favor del bienestar de los pueblos», Benedicto XVI ha puesto de relieve su anhelo de que «todos los hombres de nuestro tiempo se comprometan en favorecer la paz y la reconciliación en todos los continentes, pues no basta desear la paz para obtenerla. La paz se podrá lograr sólo si se ponen en marcha acciones concretas en todos los ámbitos».

«Un verdadero encuentro entre los creyentes de distintas religiones es un desafío para el futuro de la paz en el mundo y requiere mucha perseverancia». En su discurso al nuevo embajador de Argelia, refiriéndose a las graves violencias que este país ha tenido que afrontar durante largos años, el Santo Padre ha reiterado la necesidad de impulsar «una auténtica reconciliación». De «renunciar a la venganza y comprometerse firmemente en el camino del perdón». Evocando a las personas que han trabajado en favor del diálogo entre las comunidades en la historia argelina, y recordando que la Iglesia ha honrado en particular a Charles de Foucauld, que testimonió en este país su cercanía a todos sin distinción, Benedicto XVI ha manifestado su alegría por las relaciones que las comunidades católica y musulmana mantienen en Argelia.

En su discurso al nuevo embajador de Togo, el Santo Padre ha señalado el proceso democrático emprendido en este país y la importancia de la instauración de un estado de derecho. Y recordando que, pocos días después de su elección como Pontífice había manifestado su preocupación por la dolorosa situación que estaba viviendo la población togolesa, Benedicto XVI ha insistido en que la «violencia no puede ser el medio más apropiado para construir una sociedad justa y solidaria». Es necesario establecer el desarrollo armonioso de una sociedad fundada en el derecho y la justicia, en favor del bien común que no puede ser sólo el bienestar socioeconómico.

El Papa ha insistido en el «compromiso inquebrantable de la Santa Sede en impulsar a la comunidad internacional para que no ahorre esfuerzos con el fin de que se evite la escalada militar en la resolución de los continuos conflictos en África». Refiriéndose asimismo a la necesidad de garantizar la libertad religiosa, el diálogo y la reconciliación, en su discurso al nuevo embajador de Eritrea, el Santo Padre ha mencionado, en particular, los sufrimientos de las poblaciones del Cuerno de África. Y ha recordado a las numerosas víctimas inocentes de la insensatez de la violencia que siembra destrucción. Así como a los numerosísimos refugiados y desplazados, que deben ser ayudados y cuya dignidad humana debe ser tutelada.

En el contexto de la ayuda a los pueblos que huyen de la violencia en el continente africano, el Papa ha destacado el ejemplo de Tanzania, asegurando a su embajador que «alienta a la comunidad internacional a seguir apoyando los esfuerzos de esta nación para asistir a los desplazados». Y que la Iglesia católica seguirá brindando su aportación a la nación tanzana para socorrer a todos los que sufren, «sin distinción de raza, religión o estado social».

También en su discurso al nuevo embajador de Sudáfrica - tras subrayar los históricos pasos en favor de una sociedad integrada, estable y pluralista - el Santo Padre ha destacado la acogida de esta nación a los refugiados que llegan de regiones muy pobres del continente africano. Reiterando la plena disponibilidad de los católicos para propagar la solidaridad, la tolerancia y la reconciliación, Benedicto XVI ha destacado asimismo el respeto que la Iglesia católica recibe de las autoridades civiles en su misión en favor de los necesitados en África - en particular a las víctimas del SIDA – y en favor de la dignidad de la vida humana en cada una de sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural.

La promoción de la dignidad de la vida humana y la tutela de la familia, han caracterizado también el discurso del Pontífice al nuevo embajador de Santa Lucía. Sin olvidar la importancia de la justicia social y el desarrollo integral, apartando los excesos de nacionalismos exacerbados y obrando en favor del bien común de la humanidad.

Las relaciones Iglesia-Estado, la secularización de la sociedad, el objetivo del bien común, la lucha contra la pobreza, las tensiones sociales y la integración de los inmigrantes, la justicia y la paz de los pueblos, el diálogo ecuménico e interreligioso; todos ellos temas principales de los discursos de Benedicto XVI a los embajadores de otros 5 países: Dinamarca, Finlandia, Nepal, El Salvador y Andorra.

En el discurso al embajador del Principado de Andorra, el tema de las relaciones Iglesia-Estado ha ocupado un lugar central. “Ambos deben encontrar –ha indicado el Santo Padre- dentro de su recíproca independencia y soberanía, un lenguaje común para favorecer el bienestar espiritual y material de las personas. Por su parte, la Iglesia, a través del diálogo estructurado con las autoridades civiles, busca contribuir al progreso de cada pueblo y de toda la humanidad en la justicia y en la paz”.

“Por encima de intereses particulares o regionales, ha proseguido el Papa, la Iglesia quiere promover un Estado humano, que reconozca como primer deber la defensa de los derechos fundamentales de la persona, especialmente del más débil. De hecho una democracia sin valores se transforma en tiranía del relativismo, en un pérdida de la propia identidad y, a largo plazo, puede degenerar en abierto totalitarismo, como nos ha enseñado muchas veces la historia”.

En cuanto al discurso al embajador de Dinamarca, el Papa se ha centrado en dos temas cruciales para Europa. El primero de ellos ha sido el de la integración de los pueblos, particularmente los inmigrantes “que exige a cada grupo alcanzar un justo equilibrio entre la afirmación de la propia identidad y la aceptación de la de los demás. El segundo tema, siempre en el mismo contexto, ha sido el diálogo ecuménico e interreligioso que extrae un importante beneficio de esta cooperación.

Y en este mismo ámbito, Benedicto XVI, dirigiéndose al embajador de Finlandia, ha elogiado la nueva ley sobre la libertad religiosa en este país “que da a las religiones una autonomía más grande y una equiparación legal sobre todo en el campo educativo”, promoviendo “la contribución que cada religión puede aportar al bien común de todo el pueblo”.

La urgencia de la paz ha sido, en cambio, el tema del discurso del Papa al embajador de Nepal, un país como otros de la misma región afligido por la violencia. El Pontífice ha expresado su deseo de que “todas las partes en conflicto pongan fin al derramamiento de sangre que causa tanto sufrimiento” y que “emprendan el camino del diálogo y de la negociación, que sólo puede garantizar a todo el pueblo nepalí justicia, tranquilidad y armonía”.

Por último El Salvador, a cuyo embajador el Santo Padre ha indicado que “las mejoras en la esfera social no se alcanzan únicamente con la adopción de medidas técnicas”, sino también a través de la promoción de reformas con una base humana y moral, “que respeten la esfera ética de la persona, de la familia y de la sociedad”.

 Discurso completo al embajador de El Salvador

Señor Embajador:

 
1. Me es grato darle la bienvenida a este acto en que me hace entrega de las Cartas Credenciales como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de El Salvador ante la Santa Sede. Agradezco las amables palabras que me ha dirigido, así como el cordial saludo del Señor Presidente de la República, Lic. Elías Antonio Saca, del que se ha hecho portador. Le ruego que le transmita mis mejores deseos de paz y bienestar personal, así como mis votos por la prosperidad y desarrollo de su querida Nación.

 
2. Vuestra Excelencia se ha referido a los Acuerdos de Paz, firmados en 1992 después de una larga lucha fratricida, y ha puesto también de relieve que en estos años se ha ido avanzando en el proceso de pacificación y democratización. Es consolador ver el esfuerzo de su Gobierno en la construcción de una sociedad más justa que proteja los sectores más débiles y empobrecidos. En este sentido, la Iglesia en El Salvador es consciente de que la construcción y mejora de la patria es un deber de cada ciudadano, y ella sigue colaborando para que todos puedan vivir en un clima de esperanza y de paz. La Iglesia, con la experiencia que tiene de humanidad, sin querer inmiscuirse en la política de los Estados, “sólo pretende una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu Paráclito, la obra del mismo Cristo, que vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido” (Gaudium et spes, 3).

 
3. El Salvador tiene una fuerte impronta religiosa, que pone de manifiesto la fe de su pueblo después de más de cinco siglos de su evangelización. A este respecto, la Iglesia católica pone todo su empeño en favorecer el desarrollo integral del ser humano y la defensa de su dignidad, ayudando en la consolidación de los valores y bases fundamentales para que la sociedad pueda gozar de estabilidad y armonía. Así mismo, continúa colaborando en campos tan importantes como la enseñanza, la asistencia a los más desfavorecidos, los servicios sanitarios y la promoción de la persona como ciudadano e hijo de Dios.

 
Por ello, los Pastores de El Salvador no dejan de ofrecer su palabra que brota de un profundo conocimiento de la realidad humana leída a la luz de la Buena Nueva. Pues su misión de orden religioso no les exime de fomentar un diálogo nacional entre los responsables de la vida social. Por otra parte, y como Su Excelencia ha puesto de relieve, dicho diálogo debe ayudar a construir un futuro más humano con la colaboración de todos, evitando el empobrecimiento de la sociedad. A este respecto, es oportuno recordar que las mejoras sociales no se alcanzan aplicando sólo las medidas técnicas necesarias, sino promoviendo también reformas con una base humana y moral que tengan presente una consideración ética de la persona, de la familia y de la sociedad.

 
4. La propuesta constante de los valores morales fundamentales, como son la honestidad, la austeridad, la responsabilidad por el bien común, la solidaridad, el espíritu de sacrificio y la cultura del trabajo, puede facilitar un mejor desarrollo para los miembros de la comunidad nacional, pues la violencia, el egoísmo personal y colectivo nunca han sido fuentes de progreso ni de bienestar.

 
Sobre esta base, los salvadoreños, con las ricas cualidades que les distinguen, han de ser los principales protagonistas y artífices del progreso del País, fomentando una estabilidad política que permita la participación de todos en la vida pública. Por eso, cada uno, según sus cualidades y posibilidades, está llamado a cooperar al bien de la Patria. A este respecto, me complace saber que es firme propósito de las Autoridades trabajar por un orden social cada vez más justo y participativo, y formulo mis mejores votos para que este propósito se logre, superando las graves dificultades que afectan principalmente a las capas más débiles de la sociedad.

 
5. Por otra parte, el doloroso y vasto problema de la pobreza, que induce a muchos salvadoreños a emprender la vía arriesgada de la emigración con todas sus secuelas en el ámbito familiar y social, tiene graves consecuencias en el campo de la educación, de la salud y de la vivienda, y constituye un apremiante desafío para los gobernantes y responsables de las instancias públicas para que todos dispongan de los bienes primarios y encuentran los medios indispensables que permitan su promoción y desarrollo integral.

 
La Iglesia, con su doctrina social, trata de impulsar y favorecer oportunas iniciativas encaminadas a superar situaciones de marginación que afectan a tantos hermanos necesitados, tratando de eliminar las causas de la pobreza y cumpliendo así su misión, pues la preocupación por lo social forma parte de su acción evangelizadora (cf. Sollicitudo rei socialis, 41).

 
6. Señor Embajador, antes de concluir este encuentro deseo expresarle mis mejores deseos para que la misión que hoy inicia sea fecunda en copiosos frutos. Le ruego, de nuevo, que se haga intérprete de mis sentimientos y esperanzas ante el Excelentísimo Señor Presidente de la República y demás Autoridades de su País, a la vez que invoco la bendición de Dios sobre su distinguida familia y sus colaboradores, y sobre todos los amadísimos hijos e hijas de El Salvador.

 
Vaticano, 1 de diciembre de 2005







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