Audiencia: El Papa califica de “vergüenza” el holocausto y hace un llamamiento a ayudar
a los enfermos de sida
Miércoles, 30 nov (RV).- Benedicto XVI ha celebrado esta mañana la audiencia general
en la plaza de san Pedro en la que han participado más de veinte mil fieles procedentes
de todo el mundo. El Papa antes del rezo conclusivo ha hecho un llamamiento a favor
de los enfermos de Sida, recordando que mañana, uno de diciembre, se celebra la Jornada
Mundial contra el SIDA por iniciativa de las Naciones Unidas. A través de esta celebración
se quiere concienciar, como ha señalado el Pontífice, sobre el flagelo del SIDA, de
ahí que haya invitado a toda la Comunidad Internacional a “un renovado esfuerzo en
la obra de prevención y de asistencia solidaria hacia los que están enfermos”. “Las
cifras publicadas son alarmantes –ha recordado el Papa- Siguiendo de cerca el ejemplo
de Cristo, la Iglesia ha considerado siempre la curación de los enfermos como parte
integral de su misión. Animo, por lo tanto, las múltiples iniciativas promovidas para
luchar contra esta enfermedad, de manera especial a las comunidades eclesiales. Me
siento cercano a los enfermos de SIDA y a sus familias, e invoco para ellos la ayuda
y el consuelo del Señor”.
El Santo Padre en su catequesis ha reflexionado sobre
el Salmo 136, “A orillas de los ríos de Babilonia”. En este primer miércoles de Adviento,
tiempo litúrgico de silencio, de vigilia y oración en preparación a la Navidad, la
meditación del texto evoca la tragedia vivida por el pueblo hebreo durante la destrucción
de Jerusalén, en el año 586 antes de Cristo, y el sucesivo y consiguiente exilio babilónico.
“Estamos -ha dicho el Papa-, ante un canto nacional de dolor, marcado por una sufrida
nostalgia de lo que se ha perdido”.
“Esta estremecedora invocación al Señor,
para que libre a sus fieles de la esclavitud en Babilonia, expresa también los sentimientos
de esperanza y de espera de la salvación con los que hemos comenzado nuestro camino
de Adviento”, ha exhortado el Pontífice. La primera parte del Salmo, ha explicado
Benedicto XVI, tiene como fondo la tierra del exilio, con sus ríos y canales, que
irrigaban la llanura babilónica, sede de los deportados hebreos. Es casi la anticipación
simbólica de los campos de concentración a los que, durante el siglo pasado, el pueblo
hebreo fue llevado en una operación infame de muerte, que ha quedado como una vergüenza
indeleble en la historia de la humanidad. La segunda parte, sin embargo, está marcada
por el recuerdo amoroso de Sión, la ciudad perdida, pero viva en el corazón de los
exiliados.
En las palabras del Salmista, quedan envueltas, la mano, la lengua,
el paladar, la voz, las lágrimas. Dios que es el árbitro último de la historia, sabrá
comprender y acoger según su justicia, también el grito de las víctimas, más allá
de los acentos ásperos que a veces asume. Por este motivo el Papa se ha confiado a
san Agustín “para realizar una ulterior meditación sobre éste Salmo, durante la cual,
el gran Padre de la Iglesia- ha manifestado el Papa- introduce una nota sorprendente:
él sabe que también entre los habitantes de Babilonia hay personas que se esfuerzan
en lograr la paz y el bienestar, incluso no compartiendo la fe bíblica”. Pues bien,
Dios al final conducirá a aquellos hacia la Jerusalén celestial, premiándoles por
la pureza de su conciencia. Y añade, respecto a la “ciudad terrena llamada Babilonia”:
en ella “hay personas que, movidas por el amor a ella, se las ingenian para garantizar
la paz –la paz temporal- sin nutrir otra esperanza en el corazón que la alegría de
trabajar por la paz”.
Y nosotros les vemos realizar todo tipo de esfuerzo
para ser útiles a la sociedad terrena. Si trabajan con conciencia pura en estos deberes,
Dios no permitirá que perezcan con Babilona, habiéndoles predestinado a ser ciudadanos
de Jerusalén: pero con la promesa de que, viviendo en Jerusalén, no busquen la soberbia,
el fasto caduco y la arrogancia indisponible. A continuación les presentamos el resumen
que de su catequesis ha hecho el Santo padre en español para los peregrinos de nuestra
lengua presentes en la Plaza de San Pedro:
Queridos hermanos
y hermanas: El salmo que hoy se ha proclamado, evoca la tragedia vivida por el
pueblo hebreo durante la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia. Contiene
una dolorosa invocación al Señor, llena de nostalgia por el recuerdo amoroso de Sión,
la ciudad perdida, en la que se expresan bien los sentimientos de esperanza y expectación
de la salvación que señalan el tiempo de adviento, tiempo litúrgico de silencio, vigilancia
y oración, como preparación al nacimiento de Cristo. Así pues, puesto que somos
ciudadanos de la Jerusalén celestial, vivimos, según afirma San Agustín, como prisioneros
en el mundo presente, en esta tierra de confusión; por eso es necesario que «no sólo
cantemos lo que se dice en el Salmo sino que lo vivamos: lo cual se realiza en la
aspiración profunda de un corazón plena y religiosamente deseoso de la ciudad eterna».
Saludo
cordialmente a los visitantes y peregrinos de lengua española, en particular a las
Religiosas de María Inmaculada, reunidas en Capítulo general, a los cofrades de la
Hermandad de Santa Marta de España, así como a los peregrinos de México y de otros
Países latinoamericanos. Al comienzo del Adviento os animo a prepararos con alegría
para que el Señor encuentre en vuestros corazones una digna morada llena de amor y
esperanza. Muchas gracias.
Como siempre el Santo Padre, tras haber saludado
en varias lenguas se ha dirigido a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
“Que el Apóstol San Andrés, del que hoy celebramos la fiesta, sea para todos un modelo
fiel de seguimiento a Cristo y de valiente testimonio evangélico”, ha finalizado Benedicto
XVI.