La Iglesia “no pretende reivindicar privilegio alguno para sí misma, sino solamente
tener la posibilidad de cumplir con su propia misión, en el respeto de la legítima
laicidad del Estado”
Lunes, 14 nov (RV).- “La Iglesia - en todos los países y contextos internacionales
- no reivindica privilegios, sino la posibilidad de cumplir su propia misión, en
el respeto de la legítima laicidad del Estado y de la dignidad humana, de la familia
y de los necesitados”.
En el tercer aniversario de la histórica visita de Juan
Pablo II al Parlamento italiano, Benedicto XVI ha enviado un mensaje que ha sido leído
en el acto de conmemoración que ha tenido lugar esta mañana en el Palacio de Montecitorio.
En dicho mensaje, leído por el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría
de Estado para Asuntos Generales, el Papa hace hincapié, una vez más, en que la Iglesia
– tanto en Italia, como en todos los países y en todos los contextos internacionales
- “no pretende reivindicar privilegio alguno para sí misma, sino solamente tener la
posibilidad de cumplir con su propia misión, en el respeto de la legítima laicidad
del Estado”.
Laicidad, que “bien entendida, no contrasta con el mensaje cristiano,
sino que es deudora del mismo, como bien saben los estudiosos de historia de las civilizaciones”,
señala asimismo el Santo Padre en este mismo Mensaje, con el anhelo de que la Santa
Sede y el estado italiano sepan cooperar cada vez más “en el noble compromiso de tutelar
la dignidad humana de cada persona, en favor del bien común de la sociedad a la que
la Iglesia desea servir, por mandato de Cristo”.
Evocando con emoción la gran
acogida y el tributo solemne de estima que los representantes del pueblo italiano
brindaron a su predecesor, Juan Pablo II, que califica de gran Pontífice, Benedicto
XVI señala que esa visita al Parlamento de Italia fue posible gracias a la “visión
serena de las relaciones entre Iglesia y Estado”.
El Santo Padre expresa asimismo
su esperanza en que los miembros del parlamento italiano sigan honrando la memoria
del Papa Wojtyla, “inspirándose activamente en sus enseñanzas y promoviendo la formación
humana de la persona, la cultura, la familia, la educación y el empleo digno, con
especial atención a los más débiles y a las antiguas y nuevas pobrezas”.