Audiencia general: La "misericordia" expresa "la fidelidad, la lealtad y el amor que
define la alianza entre Dios y su pueblo"
Miércoles, 9 nov (RV).- Este miércoles, Benedicto XVI ha presidido la audiencia general
en la Plaza de san Pedro en la que han participado más de 25 mil personas procedentes
de todo el mundo. En su catequesis el Papa ha reflexionado sobre el salmo 135 que
ha sido llamado “el gran Hallel”, o sea, la alabanza solemne y grandiosa que el judaísmo
entonaba durante la liturgia pascual. El Pontífice se ha detenido especialmente en
el estribillo de este salmo: “Eterna es su misericordia”.
La palabra “misericordia”
es en realidad una traducción legítima, pero limitada del vocablo original hebreo
“heded”, que forma parte del lenguaje característico utilizado por la Biblia para
expresar la alianza entre el Señor y su pueblo. El término, ha explicado el Papa,
intenta definir los lazos que se establecen en el interior de esta relación: la fidelidad,
la lealtad, el amor y evidentemente la misericordia de Dios.
Tenemos aquí la
simbología sintética de la unión profunda e interpersonal instaurada por el Creador
con su criatura. Dios no aparece en la Biblia como un Señor impasible e implacable,
ni como un ser oscuro e indescifrable, contra cuya fuerza misteriosa es inútil luchar.
Él se manifiesta, en cambio, como una persona que ama a sus criaturas, vela sobre
ellas, las sigue en el camino de la historia y sufre por la infidelidad que a menudo
el pueblo opone a su Hesed, a su amor misericordioso y paterno.
Y el primer
signo de esta caridad divina – dice el Salmista – hay que buscarlo en la creación:
en los cielos, la tierra, las aguas, el sol, la luna y las estrellas. Antes de descubrir
el Dios que se revela en la historia de un pueblo - ha dicho el Santo Padre -, hay
una revelación cósmica, abierta a todos, ofrecida a toda la humanidad por el único
Creador, “Dios de los dioses y Señor de los señores”.
Existe, pues, un mensaje
divino, ha subrayado el Pontífice, secretamente insertado en la creación y signo del
Hesed, de la fidelidad amorosa de Dios, que dona a sus criaturas el ser y la vida,
el agua y los alimentos, la luz y el tiempo. Es necesario tener los ojos límpidos
para contemplar esta revelación divina, recordando la admonición del Libro de la Sabiduría,
que nos invita a “conocer la grandeza y la belleza de las criaturas por analogía a
su Autor”.
La alabanza orante brota, entonces, de la contemplación de las maravillas
de Dios, desplegadas en la creación, y se transforma en un himno alegre de alabanza
y de acción de Gracias al Señor. De las obras creadas se asciende, pues, a la grandeza
de Dios, a su amorosa misericordia. Esto es lo que nos han enseñado los Padres de
la Iglesia, en cuya voz resuena la constante Tradición cristiana, como es el caso
de san Basilio Magno, obispo de Cesarea de Capadocia.
Este ha sido el resumen
que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra
lengua presentes en la Plaza de san Pedro:
Queridos
hermanos y hermanas: El salmo que hemos escuchado es el mismo que el pueblo
de Israel cantaba durante la liturgia de la Pascua. Tiene como centro la palabra misericordia,
con la que se expresa la fidelidad, la lealtad, el amor que define la alianza entre
Dios y su pueblo. Así, en esta alianza, Dios no aparece como un ser oscuro o impasible,
sino que se manifiesta como una persona que ama a sus criaturas, vela sobre ellas,
las sigue en el camino de la historia y sufre por la infidelidad del pueblo a su amor
misericordioso y paterno. El salmista se detiene en primer lugar sobre
la creación: los cielos, la tierra, el agua y el sol, porque en ella se encuentra
la primera revelación de esta fidelidad amorosa de Dios y, como enseña el libro de
la Sabiduría, el hombre puede descubrir la grandeza de Dios contemplando la belleza
de la creación. Así, la oración se transforma en un himno de alabanza y agradecimiento
al Señor por su amorosa misericordia. Saludo cordialmente a los visitantes
y peregrinos de lengua española, en particular a la Hermandad de Nuestra Señora del
Valle, a las Damas de Nuestra Señora del Pilar y al grupo de estudiantes de Barcelona,
así como a los peregrinos de Guatemala y de otros Países latinoamericanos. Con las
palabras del salmista, demos gracias a Dios por todo lo que nos ha dado y hecho por
nosotros, “porque es eterna su misericordia”. Muchas gracias.
Como
siempre el pensamiento final del Papa ha sido para los jóvenes, enfermos y recién
casados. En este día en el que celebramos la dedicación de la Basílica Lateranense,
Catedral de Roma, os invito, queridos hermanos y hermanas, a que os unáis a toda la
Iglesia dirigiendo a Cristo Salvador, Redentor del hombre y de la historia, una ardiente
oración para que la humanidad acoja el don de su liberación y de su salvación.