El Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU defiende la compatibilidad del
ambiente con los planes de desarrollo y las estrategias de reducción de la pobreza
Viernes, 4 nov (RV).- El Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones
Unidas ha defendido la compatibilidad del ambiente con los planes de desarrollo y
las estrategias de reducción de la pobreza. En su intervención ante la Asamblea General
de la ONU en Nueva York, el Arzobispo Celestino Migliore aseguró que “sin control
ambiental, el desarrollo nunca tendrá un sano fundamento y sin desarrollo nunca podrán
realizarse inversiones que protejan el ambiente”.
Para Mons. Migliore, “la
responsabilidad y la solidaridad están de tal forma relacionadas que la acción en
favor del ambiente es una afirmación de confianza en el destino de la humanidad agrupado
en torno a un proyecto común por el bien de todos”. El Prelado recordó además la declaración
de Río que reafirma que “los seres humanos están en el centro de las cuestiones inherentes
al desarrollo sostenible” y, en este sentido, lamentó “las numerosas dificultades
encontradas para afrontar los problemas de la degradación ambiental global, los cambios
climáticos, la falta de agua potable, la deforestación y la desertificación. Todos
ellos muestran la complejidad para hacer frente a los problemas del desarrollo de
forma coherente e integrada y la necesidad de sustituir iniciativas fragmentarias
con intervenciones multi sectoriales”.
En cuanto a la energía, el Observador
Permanente de la Santa Sede subrayó que “en los próximos 50 años, el mundo tendrá
cada vez más necesidad de energía, por lo que es imprescindible que las próximas generaciones
inicien inmediatamente acciones responsables en tal sentido”. En este contexto, los
Gobiernos africanos y los países donantes han anunciado la creación de una gran alianza
contra la desertización, denoninada ‘TerrAfrica’, con el objetivo de poner en marcha
políticas y medidas concretas contra la degradación del suelo en el continente. Para
ello, el plan pretende atraer 4.000 millones de dólares en fondos para los próximos
12 años y constituir una fundación que gestione estos fondos, cuyo destino será financiar
estudios e investigaciones sobre la desertización.
Aparte del Banco Mundial,
en el proyecto participan también Naciones Unidas, la Unión Africana, la Comisión
Europa y algunos Gobiernos africanos. Según las estimaciones de los expertos de la
ONU, el 65% de los habitantes del continente africano sufre las consecuencias de la
degradación medioambiental y del suelo, sobre todo en las áreas sometidas a la deforestación
para uso agrícola.