2005-10-31 13:13:24

Ángelus: El Papa exhorta a los creyentes a mantener siempre vivo el espíritu del Concilio Vaticano II para contribuir a instaurar en el mundo la fraternidad universal


Domingo, 30 oct (RV).- Los 40 años del Concilio Vaticano II han sido recordados hoy por Benedicto XVI, antes del Ángelus en la plaza de san Pedro. Por su valor y actualidad, el Papa ha mencionado los 5 documentos que fueron firmados por los padres conciliares. Entre ellos la Declaración Nostra Aetate que hace referencia a la postura de la Comunidad eclesial ante las otras religiones no cristianas.

El Santo Padre ha saludado también a los fieles que participaron ayer en la beatificación de los sacerdotes Josep Tàpies y seis compañeros, y de la Hermana María de los Ángeles Ginard Martí, que afrontaron el martirio a causa de la fe en Cristo. Ellos son para todos un verdadero ejemplo de reconciliación y de amor.

En una espléndida jornada de sol, el Papa Benedicto XVI ha dirigido esta mañana el tradicional rezo del Ángelus desde la ventada de su estudio en la plaza de san Pedro. Antes de la oración mariana, el Pontífice ha recordado el Concilio Vaticano II que hace cuarenta años entraba en su fase final. Antes de se clausurara aquel histórico evento eclesial en diciembre, el 28 de octubre de 1965, los padres sinodales firmaron cinco importantes documentos que el Papa ha querido recordar hoy por su valor y actualidad.

Ellos son el decreto Christus Dominus, sobre la tarea pastoral de los obispos; el Decreto Perfectae caritatis, sobre la renovación de la vida religiosa; el Decreto Optatam totius, sobre la formación sacerdotal; la Declaración Gravissimum educationis, sobre la educación cristiana; y la Declaración Nostra Aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas.

La formación de los sacerdotes, de la vida consagrada y del ministerio episcopal han sido temas de tres Asambleas Ordinarias del Sínodo de los Obispos, en los años 1990, 95 y 2001, quienes han retomado y profundizado las enseñanzas del Vaticano II. “Así lo atestiguan, -ha afirmado el Papa-, las Exhortaciones apostólicas de mi amado predecesor Juan Pablo II: Pastores dabo vovis, Vita Consecrata y Pastores gregis. Menos conocido, sin embargo, es el documento sobre la educación”. La Iglesia desde siempre, y el concilio especialmente, han dado “singular importancia” a la educación de los jóvenes, para la vida y para el progreso social.

“Y hoy, en la época de la comunicación global, la comunidad eclesial advierte toda la importancia de un sistema educativo que reconozca la primacía del hombre como persona, abierta a la verdad y el bien”, ha señalado Benedicto XVI. Los primeros educadores son los padres, ayudados, según el principio de subsidiariedad, por la sociedad civil. Y una especial responsabilidad siente tener la Iglesia, a quien Cristo encargó el anuncio del “camino de la vida”. Ella trata de cumplir su misión en los ámbitos de la familia, parroquia, asociaciones y movimientos de formación y compromiso evangélico, y de forma especifica en los centros educativos, desde la escuela a la universidad.

También la Declaración Nostra Aetate es de grandísima actualidad -ha dicho el Santo Padre-, porque hace referencia a la postura de la Comunidad eclesial ante las otras religiones no cristianas. Partiendo del principio de que “todos los hombres constituyen una sola comunidad” y que la Iglesia “tiene el deber de promover la unidad y el amor” entre los pueblos, el Concilio “no rechaza nada de lo que es verdadero y santo” en las otras religiones, y a todos anuncia Cristo, “camino, verdad y vida”, en el cual los hombres encuentran la “plenitud de la vida religiosa”.

“Con la Declaración Nostra Aetate los padres del Vaticano II han propuesto algunas verdades fundamentales: han recordado con claridad el vínculo especial que une a los cristianos con los hebreos, han subrayado la estima a los musulmanes y a los fieles de las otras religiones, y han confirmado el espíritu de fraternidad universal que prohíbe cualquier tipo de discriminación o persecución religiosa”.


Benedicto XVI ha finalizado su alocución invitando a leer estos documentos y ha exhortado a rezar a la Virgen para que ayude a todos los creyentes en Cristo a tener vivo siempre el espíritu del Concilio Vaticano II para contribuir así a instaurar en el mundo la fraternidad universal que responde a la voluntad de Dios sobre el hombre, creado a imagen y semejanza suya.

Hemos de señalar que hoy, como nunca, la plaza de san Pedro estaba llena de fieles: decenas de miles de personas, con una participación que más que la tradicional cita dominical parecía ser una verdadera Audiencia General.

Después del rezo de la oración mariana, el Papa ha vuelto a insistir sobre el terremoto que el pasado 8 de octubre se abatió sobre la región de Cachemira especialmente en la parte pakistaní, provocando la muerte de más de 50 mil personas y provocando ingentes daños. “Múltiples han sido las ayudas y las muestras de solidaridad, -ha dicho el Papa- pero las necesidades son más grandes que las ayudas hasta ahora ofrecidas: “Renuevo, por tanto, mi llamamiento a la comunidad internacional para que se multipliquen los esfuerzos de apoyo hacia aquellas poblaciones tan afectadas”.

Benedicto XVI ha saludado después en distintas lenguas. Entre la nutrida representación de fieles de lengua española se encontraban los peregrinos españoles que participaron ayer en la beatificación de ocho religiosos mártires de nuestro país. RealAudioMP3

Me es grato saludar cordialmente a los peregrinos de lengua española presentes en la oración mariana del Ángelus, entre ellos los participantes en la procesión del Señor de los Milagros. En particular, saludo a mis Hermanos Obispos de España, a las distinguidas autoridades, a los sacerdotes, a las Religiosas Celadoras del Culto Eucarístico y a los fieles, venidos de Urgell y de Andorra, de Madrid y de Mallorca, que han tenido el gozo de participar en la beatificación de los sacerdotes Josep Tàpies y seis compañeros, y de la Hermana María de los Ángeles Ginard Martí, que afrontaron el martirio a causa de la fe en Cristo. Ellos son para todos un verdadero ejemplo de reconciliación y de amor hasta el extremo, así como un estímulo para dar un testimonio coherente de la propia fe en la sociedad actual, con una actitud de paz y de convivencia fraterna.







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