Beatificación de 8 mártires de la guerra civil española, ejemplos vivos de identidad
sacerdotal y de consagración religiosa, testigos heroicos de la fe
Sábado, 29 oct (RV).- Esta tarde han sido beatificados en San Pedro Josep Tápies y
seis compañeros sacerdotes y María de los Ángeles Ginard Martí, 8 mártires de la guerra
civil española. Una ceremonia presidida por el cardenal José Saraiva Martins y en
la que también ha participado el Santo Padre al final con una intervención en español
en la que ha rendido homenaje a los 8 nuevos beatos.
Queridos
hermanos y hermanas:
Al final de esta celebración
eucarística, durante la cual se ha beatificado a los mártires Josep Tàpies y seis
compañeros sacerdotes, y a la también mártir María de los Ángeles Ginard Martí, me
es grato unirme a todos vosotros que habéis venido de diversas partes para rendirles
homenaje. Saludo con afecto a mis Hermanos Obispos, a las distinguidas autoridades,
así como a los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles aquí presentes. El
ejemplar grupo de sacerdotes de la diócesis de Urgell inmolaron su vida durante la
persecución religiosa en España por su fidelidad al ministerio sacerdotal, que ejercieron
con gran entrega en las comunidades parroquiales que tenían encomendadas. Dando testimonio
de su condición sacerdotal y, perdonando a sus perseguidores, dieron su vida invocando
al Rey del Universo.
Que ells intercedeixin per la
diòcesi d’Urgell i les altres diócesis espanyoles, per les vocacions sacerdotals i
religioses, i per el creixement de tots els fidels en les virtuts cristianes.
La
nueva Beata, nacida en la diócesis de Mallorca y perteneciente a las Hermanas Celadoras
del Culto Eucarístico, sufrió el martirio en Madrid durante la misma persecución.
Entregada totalmente al Señor en la vida religiosa, dedicaba largas horas a la adoración
del Santísimo Sacramento, sin descuidar su servicio a la comunidad. Así se fue preparando
para ofrecer su vida como expresión suprema de amor a Cristo.
Estos
nuevos Beatos son para todos nosotros un ejemplo vivo de identidad sacerdotal y de
consagración religiosa. Demos gracias a Dios por el gran don de estos testigos heroicos
de la fe. ¡Beatos Josep Tàpies y compañeros, y beata María de los Ángeles, rogad por
las comunidades eclesiales de Urgell, de Madrid, de Mallorca, y de toda España! Amén
El
cardenal Saraiva, en su homilía, que ha pronunciado en italiano y español, ha reflexionado
sobre la página evangélica y la Liturgia de la Palabra de este domingo. En ellas Jesús
intenta atacar al fariseísmo como una enfermedad del espíritu, que puede agredir a
hombres e instituciones, de todos los tiempos.
El purpurado ha criticado “el
cuadro negativo de una religiosidad vacía, formalista, caracterizada por un legalismo
cruel, dominada por hombres ávidos de poder, de honores y éxitos” y como a esta situación
Jesús contrapone la visión de una comunidad radicalmente diferente. Este cuadro, como
ha descrito el cardenal Saraiva es el de una comunidad en la que la grandeza es proporcional
a la humildad y donde se avanza, se asciende, gracias a la caridad.
La elección
de esta página evangélica ha estado motivada como explicación de la dificultad que
presenta el camino que tiene que recorrer cada discípulo de Cristo para que sea inscrito
en el libro de los beatos. Frente a los escribas y fariseos, especializados en las
Sagradas Escrituras y frecuentadores asiduos del Templo, pero con corazones fríos,
helados, los santos, incluidos los nuevos 8 beatos de hoy, son exigentes consigo mismos,
pero comprensivos con los demás, intentando perdonar siempre.
Los
siete mártires sacerdotes de la diócesis de Urgell, José Tapies Sirvant, Pascual Araguás,
Silestre Arnau Pascuet, José Boher Foix, Francisco Castells Brenuy, Pedro Martret
Moles y José Juan Perot Juanmartí, que hoy son declarados beatos, no sólo no han traicionado
al Señor sino que, al contrario, durante su vida han difundido sin descanso el Reino
de Dios. Desempeñaron el ministerio de párrocos o sacerdotes dedicados a la pastoral
en la parroquia de Pobla de Segur y lugares vecinos, entregándose por completo a la
tarea de evangelización y procurando celosamente la santificación de las personas
que se les habían encomendado. Supieron coronar su fidelidad a Jesucristo, hasta derramar
por Él su sangre, cuando, aquel, 13 de agosto de 1936, en la hora suprema, en fila
ante el pelotón de ejecución, todos a una aclamaron a Dios con el grito de ¡Viva Cristo
Rey!
Pocos días después, también Sor Ángela María de los Ángeles Ginard
Martí, de la Congregación de Religiosas Celadoras del Culto Eucarístico, puso el remate
a su consagración a Jesucristo ofreciendo su vida, segada por las balas, en la Dehesa
de la Villa, cerca de Madrid. La beata María de los Ángeles fue una religiosa ejemplar,
destacando entre sus muchas virtudes el amor a la Santísima Eucaristía y al Rosario,
así como su particular devoción a los primeros cristianos, cuyo martirio veneraba.
La
Iglesia responde hoy a esa invitación de no olvidar nunca a los testigos de la fe
cristiana –los mártires, especialmente los del pasado siglo– proponiendo el ejemplo
de personas como José Tapies Sirvant y sus seis compañeros, sacerdotes seculares,
y de María de los Ángeles Ginard Martí, religiosa, colocándoles en el candelero, para
que den luz a toda la casa (cfr. Mt 5,15). En el seno de la Iglesia, que está constituida
por hombres, no faltan los pecadores, sobre todo cuando no se vive el precepto de
la caridad, que es esencial y es el primero para un cristiano. De este modo se produce
un antitestimonio de Jesucristo.
Los mártires
no dudaron en dar su vida por la fe en momentos de persecución sangrienta. ¿Qué mensaje
transmiten a los cristianos de hoy, en nuestra existencia diaria? Nos recuerdan que
hemos de vivir a fondo nuestra fe, no sólo en lo personal y privado, sino también
en nuestra actuación responsable en la sociedad, en la que nos incumbe el deber de
promover y tutelar eficazmente aquellos valores que están en la raíz misma de una
convivencia basada en la justicia, como son la vida, la familia y el derecho irrenunciable
de los padres a la educación de los hijos.
Los mártires son los imitadores
más auténticos de Cristo en su pasión y en su muerte. Esta es la razón por la que
la Iglesia siempre ha visito en ellos los verdaderos discípulos de Jesús, ha honrado
su memoria y en todos los tiempos los ha propuesto a los cristianos como modelos a
imitar.