Audiencia general : el Papa invita a rezar para que Jerusalén sea siempre un lugar
de paz y de encuentro entre las religiones
Miércoles, 12 oct (RV).- Este miércoles, Benedicto XVI ha proseguido sus catequesis,
durante la audiencia general, reflexionando sobre los salmos. Hoy, con la participación
de más de cincuenta mil personas presentes en la Plaza de san Pedro, el Pontífice
ha reflexionado sobre el salmo 121: Saludo a la Ciudad santa de Jerusalén. “Es uno
de los más bellos y apasionantes Cánticos de las ascensiones que ahora hemos escuchado
como oración. Se trata, ha dicho Benedicto XVI, del Salmo 121, una celebración viva
y partícipe en Jerusalén, la ciudad santa hacia la que ascienden los peregrinos”.
En efecto, al comienzo, se funden juntos dos momentos vividos por el fiel: el del
día en el que acepta la invitación a “ir a la casa del Señor” y el de la llegada alegre
a las “puertas” de Jerusalén”.
“Ciudad, bien compacta”, símbolo de seguridad
y de estabilidad, Jerusalén es el corazón de las doce tribus de Israel, que convergen
hacia ella como centro de su fe y de su culto. Allí, en efecto, ha recordado el Papa,
suben “para alabar el nombre del Señor”, en el lugar que Israel ha establecido como
único santuario legítimo y perfecto. En Jerusalén hay otra realidad relevante, también
es signo de la presencia de Dios en Israel: son “las sedes de la casa de David”, gobierna,
la dinastía davídica, expresión de la acción divina en la historia, aprobada por el
Mesías. Improvisando unas palabras, el Papa ha invitado a rezar para que Jerusalén
sea siempre un lugar de encuentro entre las religiones y un lugar de paz”.
También,
Benedicto XVI, ha manifestado que “las sedes de la casa de David” se les llaman “sedes
del juicio” porque el rey era, asimismo, el juez supremo. De esta manera Jerusalén,
capital política, era también la sede judicial de mayor rango, donde se resolvían
las controversias en última instancia: de tal manera, que saliendo de Sión, los peregrinos
hebreos volvían a sus pueblos más justos y pacíficos. De esta manera el Salmo ha
trazado, un retrato ideal de la ciudad santa en su función religiosa y social, demostrando
que al religión bíblica, no es ni abstracta ni intimista, es fermento de justicia
y de solidaridad. A la comunión con Dios sigue necesariamente a de los hermanos entre
ellos.
El Papa aludiendo a la invocación final del salmo ha dicho, que está
toda ella rimada por la palabra hebrea shalom, “paz”, tradicionalmente considerada
en el mismo nombre de la ciudad santa Jerushalajim, interpretada como “ciudad de la
paz”. Como se sabe, shalom alude a la paz mesiánica, que recoge, en sí, alegría, prosperidad,
abundancia. Es más, en el adiós final que el peregrino dirige al templo, a la “casa
del Señor nuestro Dios”, se añade a la paz el “bien”: “quiero para ti el bien”. Aparece
de esta manera, de forma anticipada, el saludo franciscano: ¡“Paz y bien”! Benedicto
XVI, ha finalizado su catequesis, recordando a san Gregorio Magno en las homilías
sobre Ezequiel, respecto al salmo comentado.
Este ha sido el resumen que de
su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los peregrinos de nuestra lengua
presentes en la plaza de san Pedro:
Queridos
hermanos y hermanas:
El Salmo proclamado describe
la alegría de los fieles peregrinos a la casa del Señor. Llegando a Jerusalén, ciudad
amada y capital política, donde estaban los tribunales de justicia, entonaban cantos
de alabanza y regresaban más justos y pacificados. El Salmo define la ciudad santa
por su función religiosa y social, mostrando que la religión bíblica no es abstracta
ni intimista, sino fermento de justicia y solidaridad, pues a la comunión con Dios
sigue necesariamente la de los hermanos entre sí. Concluye con los términos “shalom”
y “bien”, aludiendo así a la paz mesiánica y a los deseos de prosperidad para los
fieles que aman la ciudad de la paz. Es una anticipación del saludo franciscano “paz
y bien”.
San Gregorio Magno refiriéndose a Jerusalén,
la ciudad bien compacta, dice que al igual que en un edificio una piedra sostiene
a la otra, también en la santa Iglesia cada uno sostiene y es sostenido. Así se levanta
el edificio de la caridad.
Saludo con afecto a
los peregrinos de lengua española, en particular a la Federación Madrileña de Familias
numerosas, a los grupos parroquiales de España y México, así como a los fieles llegados
de Venezuela y de otros países latinoamericanos. Siguiendo el consejo del apóstol
Pablo: “ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo”,
que es la ley del amor.
Como siempre, el Santo Padre, después de haber
saludado en varias lenguas, se ha dirigido a los enfermos, a los recién casados y
a los jóvenes, de manera especial a los alumnos de la Fundación “Marri-Santa Umilta”
de Faenza. A todos, les ha dicho, os deseo que imitéis el ejemplo del beato Juan XXIII,
del que ayer celebramos su memoria: esforzaos para, como él, vivir de manera auténtica
la vocación cristiana.