Desde ayer los presidentes de las Conferencias Episcopales Europeas celebran su Asamblea
Plenaria en Roma
Viernes, 30 sep (RV).- Los presidentes de las Conferencias Episcopales europeas tienen
actualmente ante sí el gran desafío de combatir la negatividad o el mal. Desde ayer
y hasta el próximo domingo, los 34 presidentes de las Conferencias Episcopales Europeas
celebran en el Salesianum de Roma su Asamblea Plenaria, en la que profundizarán en
el tema “Concilio Vaticano II y Europa. Indicaciones para el futuro”.
Ayer
por la tarde, el presidente del Consejo de estas 34 Conferencias, Mons. Amédée Grab,
inauguraba la Asamblea Plenaria manifestando el estupor de todos por el asesinato
en Taizé del Hermano Roger, la figura quizá más conocida de la reconciliación en el
mundo cristiano del siglo XX. El obispo dijo en este sentido que “el reto más grande
al que nos enfrentamos en la actualidad es quizá la negatividad o el mal”.
El
prelado resaltó además que “el modo en el que reaccionamos ante estos trágicos sucesos
sorprende a un mundo en el que la venganza está a la orden del día. Lo mismo podemos
aplicar a la provocación del terrorismo que ha golpeado el corazón de algunas capitales
europeas. No es éste el momento de abandonar el diálogo sincero y sereno. Probablemente
los hombres reaccionan con estupor frente a nuestro compromiso por la paz y el perdón,
incluso en situaciones tan dolorosas y desconcertantes, pero nuestro convencido trayecto
de piedad puede garantizar a los demás el don de la esperanza”.
En los próximos
días, los presidentes de las 34 Conferencias Episcopales de Europa deberán considerar
cómo interpretar el Concilio Vaticano II, no exclusivamente en sentido histórico,
sino en una proyección hacia el futuro. Una interpretación posiblemente con confianza
y vigor renovado por el camino emprendido durante los últimos 40 años.
Mons.
Grab se refirió extensamente a Pablo VI y a su intervención en la última sesión del
Concilio Vaticano II. Enmarcando esta alocución, el prelado suizo describió éste momento
histórico como “un tiempo donde el laicismo parecía ser la consecuencia legítima del
pensamiento moderno y la sabiduría última del ordenamiento temporal de la sociedad;
un tiempo en el que la espiritualidad alcanzaba el vértice de la irracionalidad y
de la desolación y en el que las grandes religiones del mundo registraban turbaciones
y decadencias jamás experimentadas antes. En una era de tal tumulto cultural y espiritual,
el Concilio osaba proclamar con decisión que Dios existe, es real y está vivo, es
personal, benefactor e infinitamente bueno”.
Retornando a Pablo VI, el presidente
de los obispos suizos evidenció que este Papa interpretaba el esfuerzo de comprender
la cultura moderna como parte esencial del significado “religioso” del Concilio y
no una tolerancia relativista, como temían algunos. “Aquello que desafió más al Concilio
en su consideración sobre la humanidad –añadió en otro momento el prelado- fue el
humanismo laico. La religión del Dios que se hizo hombre se encontró con la religión
del hombre que se hace Dios. Sin embargo, Pablo VI evidenciaba que no se hizo ninguna
declaración de guerra ni anatema hacia el humanismo laico”.
En cuanto al momento
actual, mons. Grab dijo que “muchos elementos del cristianismo han sido usurpados
por personas y grupos y se utilizan con métodos bastante extravagantes. Simples católicos
y las personas en general tienen la necesidad de saber qué es bueno y qué es malo
en el ámbito espiritual y por ello es urgente y necesario un ejercicio de reorientación”.
En
este mismo contexto, el prelado se ha mostrado muy contento por la publicación del
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, como un excelente método de ayuda
para encontrar el propio lugar como católicos “en una cultura que no habla muy a menudo
del Dios del que tiene sed”. Mons. Grab insistió por último en que “la Iglesia debe
convencer a los europeos de que son importantes para Dios y para la Iglesia”.