2005-09-22 16:54:39

Declaración común de las Conferencias episcopales alemana y polaca


Jueves, 22 sep (RV).- El miércoles se hizo pública en la ciudad alemana de Fulda una “Declaración común” redactada por las Conferencias Episcopales alemana y polaca en el 40 aniversario del intercambio de cartas de reconciliación entre los dos Episcopados. Esta “Declaración común” recuerda el famoso mensaje de los obispos polacos a sus hermanos alemanes en el oficio pastoral de Cristo. Un mensaje de 1965, en el que con motivo del milenario del bautismo de Mieszko I y 20 años después del final de las terribles experiencias de la II Guerra Mundial, los prelados polacos invitaban a sus hermanos en el episcopado alemán al diálogo, a la reconciliación y a la hermandad.

“Perdonamos y pedimos perdón...” eran las primeras palabras de este mensaje inicial de los obispos polacos al que siguió la respuesta de los prelados alemanes en la que se podía leer: “acogemos con fraterno respeto las manos extendidas. Que el Dios de la paz... haga que el espectro del odio no divida nunca más nuestras manos”. En aquel momento tanto los obispos alemanes como los polacos se encontraban en Roma con motivo de la conclusión del Concilio Vaticano II y el contexto político fue particularmente difícil.

En la Declaración Común hecha pública ayer los obispos alemanes y polacos definen aquellos mensajes como un acto valeroso, en el que los dos episcopados mostraron su voluntad de reconciliación y perdón en un momento en el que primaba la dominación soviética y que provocó una fuerte irritación contra la Iglesia.

“El poder totalitario y la pérdida de la independencia nacional –se lee en la Declaración común conmemorativa- han sido conquistados pacíficamente. Polonia y Alemania participan ahora juntas en el proceso de integración europea. Nuestras naciones dan el testimonio elocuente de que la guerra, el odio y la violencia no tienen la última palabra”. Ambos episcopados se dirigen a los ciudadanos polacos y alemanes para reiterar que su deber es el compromiso por el bien común de todos los pueblos de la Europa que se está unificando y el refuerzo de su identidad cristiana.

Los prelados subrayan la particularidad de este momento histórico cuando “tras un papa polaco, el sucesor de San Pedro es Benedicto XVI, hijo de la nación alemana, y ambos países experimentan de forma especial cuan grande y profundo puede ser el vínculo de amistad y de colaboración”.

Los obispos alemanes y polacos llaman la atención de los cristianos de sus países ante los nuevos retos como la defensa de la vida, del matrimonio y de la familia. “Nuevas tareas –escriben en la declaración común- se presentan en el campo de la bioética, que a menudo está corrompido y amenazado por los intereses egoístas de los ambientes de estudio y de las esferas de la vida económica”.







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