Viernes, 16
sep (RV).- Hoy hablaremos de las relaciones de dependencia que muchos hijos crean
con sus padres, incluso en edades adultas. Todos los seres humanos complementamos
las relaciones fraternas con nuestros padres con un sistema de soporte formado por
amistades afines y algunos familiares selectos. Muchas personas hacen esto naturalmente,
aunque no tengan una relación problemática con sus padres. Tener un sistema de apoyo
propio no solamente enriquece tu vida, sino que disminuye las exigencias emocionales
en relación con tus padres, lo que facilita la relación filial.
Si bien se
puede decir que no es una constante, si es muy frecuente que existan diferencias entre
padres e hijos, y una manera de llevar mejor esa situación es a partir de la red de
amigos y familiares afines. Mientras mejor se llenen las necesidades, más fácil resultará
aceptar a los padres, sin tratar de cambiarlos. No hay que echar en cara que otros
te entienden mejor. Es posible que ellos se sientan celosos y, en vez de sentirte
enojado o culpable, tal vez se pueda ver detrás de sus protestas el cariño que te
tienen.
En algunos casos es preciso crear distancia en la relación con los
padres. Es conveniente reconocer que se necesita ser más independiente y autosuficiente
ante los padres, más cuando las relaciones padres e hijos no se dan en buenos términos.
No hay duda que el dinero es una forma muy común de tratar de mantener control sobre
los hijos adultos. El dar o retener ayuda financiera (incluyendo herencias) puede
usarse para influir en la elección de carrera, pareja y estilo de vida. Es una forma
de chantaje. Como adulto, hay que reconocer que la independencia financiera es parte
de la independencia emocional.
El propósito de construir y tener un sistema
de soporte de relaciones es colaborar en la formación de apoyos emocionales, con quienes
se pueda contar, de donde se pueda tener modelos positivos, cariño y afecto sin condiciones
que comprometan la integridad personal, es decir sin manipulaciones ni chantajes de
ningún tipo.
No hay duda de que muchos padres son duros, indiferentes, maltratan
física o psicológicamente a sus hijos o los chantajean no porque quieran de manera
premeditada hacerle daño a sus hijos, sino porque responden a esquemas y modelos de
crianza difíciles, a situaciones de su niñez que condicionaron sus comportamientos
de adultos. Muchas veces los hijos somos conscientes de que en la base de la conducta
de nuestros padres hay situaciones de abandono o fueron ignorados en su infancia o
maltratados. Si no se está muy familiarizado con la historia de la madre o padre conflictivo,
sería útil que se tratara de averiguar para tratar de entender con más elementos su
comportamiento.
Manuel contaba en el consultorio de su psicóloga que su madre
había sido excepcionalmente dura con él, lo que motivó a que sintiera que algo en
él andaba mal. Indagando sobre esta situación en el seno de su familia, le preguntó
a su hermana cuál había sido su experiencia con la madre cuando era niña. La hermana
le dijo que ellos habían tenido como dos madres, una severa e injusta con él y otra
más suave y comprensiva con ella. Esto contribuyó mucho a su autoestima. Más adelante,
Manuel averiguó que su madre había tenido experiencias negativas con figuras masculinas
en su niñez. Esta información sirvió de mucho para darse cuenta de que los problemas
con su madre no habían sido causados por su conducta, sino por una experiencia anterior
de su progenitora.
Es necesario tener en cuenta que el objeto de indagar en
el pasado de nuestros padres es darse cuenta de que la conducta de estos padres difíciles
es cuestión de ellos y que lo más sano que se puede hacer por uno mismo es no seguir
la corriente, aceptar que no van a cambiar y dar respuestas más autónomas. Esta conciencia
permitirá a padres e hijos construir relaciones más sanas, conociendo el origen preciso
de los problemas.