Sábado, 3 sep (RV).- Hace un año –un día como hoy- Rusia y el mundo asistían atónitos,
con sentimientos de angustia e indignación, al trágico desenlace de la toma de más
de mil rehenes en una escuela de Beslán, que acabó con 331 muertos -de los que 186
eran niños- y cerca de 800 heridos, de los que también muchos eran menores.
"Al
conocer la noticia del cruento epílogo del feroz secuestro en Osetia del Norte, en
Rusia, con la vil y despiadada agresión a niños y a sus familiares inermes", Juan
Pablo II pidió al Nuncio Apostólico en Moscú que se hiciera intérprete "del afecto"
del Papa para con el pueblo ruso, en esa "hora de atónita congoja". En un telegrama
enviado en nombre del Santo Padre al Arzobispo Mennini, el Cardenal Secretario de
Estado, Angelo Sodano, hacía hincapié en que "una vez más, Su Santidad deplora toda
forma de terrorismo y anhela que nunca prevalezca la espiral del odio y de la violencia".
Asimismo,
al tiempo que imploraba "a la Virgen Santa, tan venerada por los cristianos de Rusia,
para que suscite en los corazones de todos pensamientos de sabiduría y propósitos
de paz y reconciliación", Juan Pablo II invocaba la consoladora bendición de Dios
Todopoderoso "sobre cuantos están probados por semejante feroz ataque".
El
3 de septiembre de 2004, tras intensos tiroteos y explosiones, las fuerzas especiales
rusas entraron en el colegio donde un comando terrorista chechén mantenía secuestradas
desde el día 1 a cerca de mil doscientas personas. Al ser ese el primer día del curso
escolar, los rehenes eran, precisamente, numerosos niños, además de sus padres y maestros.
Durante dos días, los terroristas rechazaron todas las propuestas de los mediadores,
así como que se les proporcionara agua y comida para los rehenes, y exigían, a cambio
de la vida de todos los secuestrados, que se declarara la independencia de Chechenia
y la liberación de un grupo de guerrilleros.
"Un chantaje despiadado". Así
el diario vaticano "L’Osservatore Romano" titulaba el año pasado un artículo, comentando
las dramáticas noticias de la escuela de Osetia. En un día de fiesta que marcaba el
comienzo del curso escolar, los terroristas que habían asaltado la escuela, habían
minando los alrededores del edificio y situado a los niños indefensos cerca de las
ventanas, como escudos humanos.
También en esa hora de dolor, Juan Pablo II
volvía a dirigir un apremiante llamamiento con el fin de que "cese por doquier el
recurso a la violencia, siempre indigna de toda buena causa". Y, mientras no se apagan
las polémicas sobre la confusa operación de las fuerzas de seguridad, a partir de
hoy, un monumento, denominado "El árbol de la vida", conmemora en el cementerio de
Beslán a todas esas víctimas inocentes por las que también en Moscú, en la Catedral
de la Inmaculada Concepción, se ha celebrado una Santa Misa de sufragio.