Presentación de las Cartas Credenciales del nuevo Embajador de Ecuador ante la Santa
Sede
Lunes, 29 ago (RV).- En su bienvenida al nuevo embajador de Ecuador, Benedicto XVI
ha recordado la urgencia de una solidaridad auténtica ante los desafíos del mundo
globalizado; de combatir la corrupción; de reducir la desigualdad entre riqueza y
pobreza extremas y de considerar - como prioridad fundamental - la atención a las
necesidades de los más pobres y de las poblaciones indígenas.
Al recibir,
esta mañana en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, al embajador ecuatoriano,
Francisco Salazar Alvarado, para el acto de presentación de sus Cartas Credenciales,
Benedicto XVI ha evocado gratamente la visita que realizó – siendo entonces Arzobispo
de Múnich y Frisinga - a Ecuador en 1978, para presidir el III Congreso Mariano Nacional
en Guayaquil, en calidad de Enviado Extraordinario del Papa. A continuación les ofrecemos
el contenido íntegro del mensaje de bienvenida pronunciado por el Pontífice. Señor
Embajador:
1. Recibo complacido de sus manos las Cartas que lo acreditan como
Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República del Ecuador ante la Santa
Sede y, a la vez que le agradezco sinceramente las amables palabras que ha tenido
a bien dirigirme, le doy mi más cordial bienvenida en este acto solemne con el que
inicia la misión encomendada por su Gobierno, la cual ya ejerció con significativo
acierto desde 1984 a 1988. Aprecio particularmente la confianza depositada en usted
por el Señor Presidente de la República, el Dr. Alfredo Palacio González, al cual
le ruego que haga llegar mis mejores deseos de paz, bienestar y prosperidad para el
desarrollo integral de tan querida Nación.
2. Al recibirle a usted no puedo
menos de recordar la agradable visita que, siendo entonces Arzobispo de Munich y Freising,
realicé a su País en el año 1978 para presidir, como Enviado Extraordinario, el III
Congreso Mariano Nacional en Guayaquil. En aquella ocasión pude visitar también las
circunscripciones eclesiásticas de Cuenca, Ambato y brevemente Quito. Fue una experiencia
muy positiva que me permitió aquilatar el acervo de fe y de adhesión a la Iglesia
católica que caracterizan al pueblo ecuatoriano, el cual me recibió con grandes muestras
de fervor y respeto como representante del Papa.
3. El Ecuador, como otros
muchos Países, se ve aquejado también por problemas de orden económico, social y político.
La búsqueda de medios para resolverlos es una tarea ardua que requiere siempre la
buena voluntad y la colaboración de todos los ciudadanos de los diferentes estratos
sociales, sobre todo de los responsables de las diversas instancias políticas y socio-económicas.
Urge, pues, esta unión de intentos y voluntades para hacer posible una continua acción
de los gobernantes ante los desafíos de un mundo globalizado, los cuales es necesario
afrontar con auténtica solidaridad. Esta virtud, como decía mi predecesor Juan
Pablo II de venerada memoria, ha de inspirar la acción de los individuos, de los gobiernos,
de los organismos e instituciones internacionales y de todos los miembros de la sociedad
civil, comprometiéndolos a trabajar para un justo crecimiento de los pueblos y de
las naciones, teniendo como objetivo el bien de todos y de cada uno (cf. Sollicitudo
rei socialis, 40).
4. En sus palabras se ha referido usted, Señor Embajador,
al deseo de su Gobierno de combatir la corrupción en todas sus formas, reducir la
desigualdad entre quienes lo tienen todo y quienes carecen de bienes básicos como
la educación, la salud y la vivienda, aunando iniciativas para seguir construyendo
una nación mejor. En realidad, la transparencia y honradez en la gestión pública favorecen
un clima de credibilidad y confianza de los ciudadanos en sus autoridades, y son la
base para un desarrollo conveniente y justo. Conozco también las iniciativas que se
están tomando a partir de las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia, la cual
invita a las instancias administrativas a poner en práctica el principio de subsidiariedad
como medio eficaz para afrontar tantas necesidades concretas. En estas tareas los
responsables de las entidades oficiales encontrarán en la Iglesia en el Ecuador, desde
la pobreza de sus recursos pero con la fuerza de sus firmes convicciones, la colaboración
adecuada para la búsqueda de soluciones justas, reconociendo los esfuerzos para hacer
crecer la conciencia y responsabilidad de los ciudadanos y fomentar la participación
de todos. El esfuerzo por atender las necesidades de los más desheredados debe considerarse
una prioridad fundamental. Entre los que más sufren muchos pertenecen a las poblaciones
indígenas, gran parte de la cuales están sumidas en la pobreza y la marginación.
5. Usted, Señor Embajador, sabe bien cómo la Iglesia católica ofrece sin reservas
su asidua colaboración ante el lamentable problema de la emigración. Es de agradecer
el reconocimiento y respeto que el Gobierno le ofrece en este campo. Pues la lejanía
de la patria, debida al legítimo deseo de encontrar mejores condiciones de vida, lleva
consigo toda una secuela de incertidumbres, dificultades y dolor de las familias,
especialmente cuando se dejan atrás hijos de tierna edad. Por ello, además de ayudar
a su mejora económica, es necesario conservar y acrecentar los ricos valores culturales
y religiosos que forman parte del bagaje con el que un día partieron los emigrantes. Entre
esos valores, está muy arraigada en el corazón de los fieles ecuatorianos la devoción
a la Madre de Dios. Precisamente, como ha recordado usted, el próximo año se celebrará
el centenario del "milagro" de la imagen de la Dolorosa del Colegio en Quito. A lo
largo de los años, varias personalidades de la política, de la cultura y del arte
han manifestado públicamente su devoción a la Virgen bajo esta advocación. También
deseo mencionar aquí el amor de sus conciudadanos a Mariana de Jesús, la primera Santa
ecuatoriana, cuya estatua marmórea será colocada próximamente en un lugar ya determinado
de la Basílica de San Pedro, como expresión de la firme adhesión del Ecuador a esta
Sede Apostólica.
6. Señor Embajador, al final de este acto quiero formularle
mis mejores votos por el feliz desempeño de sus funciones. Le ruego que transmita
al Señor Presidente de la República mi saludo y a todo el pueblo ecuatoriano la seguridad
de mi oración para que vaya progresando de manera serena y pacífica. Pido al Altísimo
que lo asista siempre en la misión que hoy comienza, a la vez que invoco abundantes
bendiciones sobre usted, su distinguida familia y sus colaboradores, así como sobre
los gobernantes y ciudadanos del Ecuador.
En esta solemne ceremonia de entrega
de las Cartas Credenciales, el nuevo embajador de Ecuador ante la Santa Sede pronunció
el siguiente discurso: Beatísimo Padre: En el mes de octubre del año 1984,
por primera vez tuve el honor de poner en las manos de vuestro ilustre y venerado
Predecesor, Su Santidad Juan Pablo II, las Cartas Credenciales que, firmadas por el
Presidente Constitucional de la República, Ingeniero León Febres Cordero, notificaban
mi nominación para representar al Gobierno y pueblo ecuatorianos ante la Santa Sede. Por
cuatro años consecutivos permanecí entonces en esas funciones. Han transcurrido
veintiún años y ahora vuelvo a tener la misma dignidad, por la confianza que ha depositado
en mi persona el actual Presidente Constitucional del Ecuador, doctor Alfredo Palacio
González.
Volver a ocupar esta embajada considero un especial privilegio, que
se lo agradezco primero a Dios y luego al Primer Mandatario Nacional. Él acaba de
asumir la Primera Magistratura, después de un período de descomposición del país.
Nuestra
democracia —hay que reconocerlo con sinceridad— es una democracia raquítica. La verdadera
y auténtica democracia no es sólo la obligatoria concurrencia del ciudadano, en ciertos
días y años, para depositar un voto forzado a favor de una o varias personas, para
que ejerzan tal o cual función.
El ejercicio de la democracia requiere una
preparación popular digna y consciente del individuo, que le permita racionalmente
emitir un criterio, favorable o desfavorable, sobre los actos de gobierno o la vigencia
de normas jurídicas que han de obligarle a una convivencia civilizada en el concierto
nacional o internacional.
El gobierno que el pueblo ecuatoriano le puso, corrigiendo
pacíficamente una equivocación electoral, trajo como resultado, en la jornada del
20 de abril del presente año, el advenimiento constitucional del actual Presidente.
Se
ha recuperado la dignidad nacional que se había menoscabado y la soberanía del Estado
que se estaba conculcando. Por esa dignidad y esa soberanía salió el pueblo a las
calles de todas las ciudades y poblados y en el ejercicio de una auténtica democracia
recuperó la vigencia de la constitucionalidad, que también el gobierno anterior quebrantó.
El
Gobierno del Presidente Alfredo Palacio está empeñado en la total restauración de
la vivencia republicana, acompañada de una limpieza de procedimientos en todos los
actos administrativos y un abierto combate a la corrupción que se ha infiltrado en
casi todos los estamentos sociales.
Estamos decididos —Gobierno y ciudadanos—
en tarea compartida, a enrumbar al país, con una reforma política y jurídica, que
se abra a una democracia participativa y auténtica.
Para ello no sólo se requieren
leyes y reglamentos, sino básicamente una sólida y bien orientada educación popular,
solución a los graves problemas sociales que soporta el pueblo ante el fantasma de
la pobreza, la miseria, el hambre que agobia a la mayoría de los habitantes de nuestro
territorio. La profesión médica del Primer Mandatario le ha hecho sentir más de cerca
los problemas de saneamiento ambiental, de salud, de desnutrición, especialmente para
niños y ancianos.
Vuestra Santidad conoce muy de cerca los problemas ecuatorianos,
pues desde el Arzobispado de Munich, a través de organizaciones alemanas católicas,
ha satisfecho cuantas necesidades ha tenido el Ecuador.
Su Santidad conoce
Ecuador. Nos visitó en 1978 y posteriormente, desde 1984 —Prefecto ya de la Congregación
para la Doctrina de la Fe— visitó la residencia y las oficinas de nuestra Misión Diplomática
ante la Santa Sede. Su Santidad no olvidará el afecto y la estimación grande que le
tuvo nuestro ilustre Cardenal Pablo Muñoz Vega, S.J., compartiendo anhelos y orientaciones
fundamentales de nuestra Santa Iglesia.
Para la Iglesia, para el Gobierno,
para el pueblo del Ecuador, Su Eminencia el Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Sumo Pontífice
de la catolicidad, Benedicto XVI, es un ecuatoriano más, un ecuatoriano de corazón,
que ha sembrado amor y esperanza en nuestra patria.
A nombre del Presidente
del Ecuador, que recoge ese sentimiento nacional, a nombre de la Iglesia y de todo
el pueblo, por ese sentimiento de ecuatorianidad, reitero a Su Santidad la invitación
que le formulé el 24 de abril, al asumir oficialmente el Sumo Pontificado, para que
visite nuestra patria y reciba personalmente nuestra gratitud y adhesión.
Nuestra
fe católica la llevamos íntimamente la mayoría de los ecuatorianos. En 1873, el Presidente
Gabriel García Moreno, atendiendo el pedido del Beato Pío IX, consagró, con el Congreso
Nacional, a la República al Sagrado Corazón de Jesús, y en 1892, el Presidente Luis
Cordero, igualmente con la Legislatura, al Inmaculado Corazón de María.
El
año venidero celebramos, a nivel nacional, un siglo del prodigioso abrir y cerrar
de sus ojos, el 20 de abril de 1906, de la imagen de la Dolorosa del Colegio. Este
hecho milagroso se suscitó cuando arreciaba la persecución religiosa más fuerte que
se ha tenido en nuestra historia. Cuando habían sido coartadas la libertad de expresión
del pensamiento, la libertad de enseñanza, la libertad de la prensa, la libertad de
sufragio, libertades fundamentales para la vivencia de un auténtico régimen democrático.
Abolida
en 1906 la enseñanza religiosa de los institutos católicos y clausurados o anulados
varios de ellos, prohibidas las manifestaciones públicas de la fe católica, retiradas
las misiones católicas de la región amazónica, lo que se anunció como conquista de
libertades, se convirtió en sectarismo oscurantista. En 1906 la imagen de nuestra
Madre la Dolorosa del Colegio cobró vida para reconstruir el accionar religioso y
misionero.
En 1956, en el cincuentenario del milagro, la Virgen María, bajo
la advocación de Dolorosa del Colegio, fue declarada por Su Santidad el Papa Pío XII
Patrona de la Educación Católica de nuestro Ecuador.
Sería maravilloso que
Su Santidad, al celebrarse este Centenario, con su presencia y su palabra diese realce
a esta celebración de tanta trascendencia.
Ecuador y todas las naciones de
la tierra esperan que, con mayor vigor y fortaleza, los principios que sobre democracia,
libertad, respeto a los derechos humanos, ecumenismo o diálogo interreligioso, proclamó
como Obispo y Cardenal de la Iglesia, hoy como Vicario de Jesucristo, iluminen mayormente
y sean faros para que esta humanidad, que soporta un diabólico plan de violencia,
transite por un camino de paz y de amor como nos lo predicó el Divino Redentor.
Todos
quienes nos cobijamos con la tricolor bandera del Ecuador esperamos que Vuestra Bendición
Apostólica descienda sobre nosotros.