2005-08-29 13:44:56

Presentación de las Cartas Credenciales del nuevo Embajador de Ecuador ante la Santa Sede


Lunes, 29 ago (RV).- En su bienvenida al nuevo embajador de Ecuador, Benedicto XVI ha recordado la urgencia de una solidaridad auténtica ante los desafíos del mundo globalizado; de combatir la corrupción; de reducir la desigualdad entre riqueza y pobreza extremas y de considerar - como prioridad fundamental - la atención a las necesidades de los más pobres y de las poblaciones indígenas.

Al recibir, esta mañana en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, al embajador ecuatoriano, Francisco Salazar Alvarado, para el acto de presentación de sus Cartas Credenciales, Benedicto XVI ha evocado gratamente la visita que realizó – siendo entonces Arzobispo de Múnich y Frisinga - a Ecuador en 1978, para presidir el III Congreso Mariano Nacional en Guayaquil, en calidad de Enviado Extraordinario del Papa. A continuación les ofrecemos el contenido íntegro del mensaje de bienvenida pronunciado por el Pontífice.
 Señor Embajador:

1. Recibo complacido de sus manos las Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República del Ecuador ante la Santa Sede y, a la vez que le agradezco sinceramente las amables palabras que ha tenido a bien dirigirme, le doy mi más cordial bienvenida en este acto solemne con el que inicia la misión encomendada por su Gobierno, la cual ya ejerció con significativo acierto desde 1984 a 1988.
Aprecio particularmente la confianza depositada en usted por el Señor Presidente de la República, el Dr. Alfredo Palacio González, al cual le ruego que haga llegar mis mejores deseos de paz, bienestar y prosperidad para el desarrollo integral de tan querida Nación.


2. Al recibirle a usted no puedo menos de recordar la agradable visita que, siendo entonces Arzobispo de Munich y Freising, realicé a su País en el año 1978 para presidir, como Enviado Extraordinario, el III Congreso Mariano Nacional en Guayaquil. En aquella ocasión pude visitar también las circunscripciones eclesiásticas de Cuenca, Ambato y brevemente Quito. Fue una experiencia muy positiva que me permitió aquilatar el acervo de fe y de adhesión a la Iglesia católica que caracterizan al pueblo ecuatoriano, el cual me recibió con grandes muestras de fervor y respeto como representante del Papa.

3. El Ecuador, como otros muchos Países, se ve aquejado también por problemas de orden económico, social y político. La búsqueda de medios para resolverlos es una tarea ardua que requiere siempre la buena voluntad y la colaboración de todos los ciudadanos de los diferentes estratos sociales, sobre todo de los responsables de las diversas instancias políticas y socio-económicas. Urge, pues, esta unión de intentos y voluntades para hacer posible una continua acción de los gobernantes ante los desafíos de un mundo globalizado, los cuales es necesario afrontar con auténtica solidaridad.
Esta virtud, como decía mi predecesor Juan Pablo II de venerada memoria, ha de inspirar la acción de los individuos, de los gobiernos, de los organismos e instituciones internacionales y de todos los miembros de la sociedad civil, comprometiéndolos a trabajar para un justo crecimiento de los pueblos y de las naciones, teniendo como objetivo el bien de todos y de cada uno (cf. Sollicitudo rei socialis, 40).


4. En sus palabras se ha referido usted, Señor Embajador, al deseo de su Gobierno de combatir la corrupción en todas sus formas, reducir la desigualdad entre quienes lo tienen todo y quienes carecen de bienes básicos como la educación, la salud y la vivienda, aunando iniciativas para seguir construyendo una nación mejor. En realidad, la transparencia y honradez en la gestión pública favorecen un clima de credibilidad y confianza de los ciudadanos en sus autoridades, y son la base para un desarrollo conveniente y justo. Conozco también las iniciativas que se están tomando a partir de las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia, la cual invita a las instancias administrativas a poner en práctica el principio de subsidiariedad como medio eficaz para afrontar tantas necesidades concretas.
En estas tareas los responsables de las entidades oficiales encontrarán en la Iglesia en el Ecuador, desde la pobreza de sus recursos pero con la fuerza de sus firmes convicciones, la colaboración adecuada para la búsqueda de soluciones justas, reconociendo los esfuerzos para hacer crecer la conciencia y responsabilidad de los ciudadanos y fomentar la participación de todos. El esfuerzo por atender las necesidades de los más desheredados debe considerarse una prioridad fundamental. Entre los que más sufren muchos pertenecen a las poblaciones indígenas, gran parte de la cuales están sumidas en la pobreza y la marginación.

5. Usted, Señor Embajador, sabe bien cómo la Iglesia católica ofrece sin reservas su asidua colaboración ante el lamentable problema de la emigración. Es de agradecer el reconocimiento y respeto que el Gobierno le ofrece en este campo. Pues la lejanía de la patria, debida al legítimo deseo de encontrar mejores condiciones de vida, lleva consigo toda una secuela de incertidumbres, dificultades y dolor de las familias, especialmente cuando se dejan atrás hijos de tierna edad. Por ello, además de ayudar a su mejora económica, es necesario conservar y acrecentar los ricos valores culturales y religiosos que forman parte del bagaje con el que un día partieron los emigrantes.
Entre esos valores, está muy arraigada en el corazón de los fieles ecuatorianos la devoción a la Madre de Dios. Precisamente, como ha recordado usted, el próximo año se celebrará el centenario del "milagro" de la imagen de la Dolorosa del Colegio en Quito. A lo largo de los años, varias personalidades de la política, de la cultura y del arte han manifestado públicamente su devoción a la Virgen bajo esta advocación. También deseo mencionar aquí el amor de sus conciudadanos a Mariana de Jesús, la primera Santa ecuatoriana, cuya estatua marmórea será colocada próximamente en un lugar ya determinado de la Basílica de San Pedro, como expresión de la firme adhesión del Ecuador a esta Sede Apostólica.


6. Señor Embajador, al final de este acto quiero formularle mis mejores votos por el feliz desempeño de sus funciones. Le ruego que transmita al Señor Presidente de la República mi saludo y a todo el pueblo ecuatoriano la seguridad de mi oración para que vaya progresando de manera serena y pacífica. Pido al Altísimo que lo asista siempre en la misión que hoy comienza, a la vez que invoco abundantes bendiciones sobre usted, su distinguida familia y sus colaboradores, así como sobre los gobernantes y ciudadanos del Ecuador.

En esta solemne ceremonia de entrega de las Cartas Credenciales, el nuevo embajador de Ecuador ante la Santa Sede pronunció el siguiente discurso:
 Beatísimo Padre:
En el mes de octubre del año 1984, por primera vez tuve el honor de poner en las manos de vuestro ilustre y venerado Predecesor, Su Santidad Juan Pablo II, las Cartas Credenciales que, firmadas por el Presidente Constitucional de la República, Ingeniero León Febres Cordero, notificaban mi nominación para representar al Gobierno y pueblo ecuatorianos ante la Santa Sede.
 Por cuatro años consecutivos permanecí entonces en esas funciones.
Han transcurrido veintiún años y ahora vuelvo a tener la misma dignidad, por la confianza que ha depositado en mi persona el actual Presidente Constitucional del Ecuador, doctor Alfredo Palacio González.

Volver a ocupar esta embajada considero un especial privilegio, que se lo agradezco primero a Dios y luego al Primer Mandatario Nacional. Él acaba de asumir la Primera Magistratura, después de un período de descomposición del país.

Nuestra democracia —hay que reconocerlo con sinceridad— es una democracia raquítica. La verdadera y auténtica democracia no es sólo la obligatoria concurrencia del ciudadano, en ciertos días y años, para depositar un voto forzado a favor de una o varias personas, para que ejerzan tal o cual función.

El ejercicio de la democracia requiere una preparación popular digna y consciente del individuo, que le permita racionalmente emitir un criterio, favorable o desfavorable, sobre los actos de gobierno o la vigencia de normas jurídicas que han de obligarle a una convivencia civilizada en el concierto nacional o internacional.

El gobierno que el pueblo ecuatoriano le puso, corrigiendo pacíficamente una equivocación electoral, trajo como resultado, en la jornada del 20 de abril del presente año, el advenimiento constitucional del actual Presidente.

Se ha recuperado la dignidad nacional que se había menoscabado y la soberanía del Estado que se estaba conculcando. Por esa dignidad y esa soberanía salió el pueblo a las calles de todas las ciudades y poblados y en el ejercicio de una auténtica democracia recuperó la vigencia de la constitucionalidad, que también el gobierno anterior quebrantó.

El Gobierno del Presidente Alfredo Palacio está empeñado en la total restauración de la vivencia republicana, acompañada de una limpieza de procedimientos en todos los actos administrativos y un abierto combate a la corrupción que se ha infiltrado en casi todos los estamentos sociales.

Estamos decididos —Gobierno y ciudadanos— en tarea compartida, a enrumbar al país, con una reforma política y jurídica, que se abra a una democracia participativa y auténtica.

Para ello no sólo se requieren leyes y reglamentos, sino básicamente una sólida y bien orientada educación popular, solución a los graves problemas sociales que soporta el pueblo ante el fantasma de la pobreza, la miseria, el hambre que agobia a la mayoría de los habitantes de nuestro territorio. La profesión médica del Primer Mandatario le ha hecho sentir más de cerca los problemas de saneamiento ambiental, de salud, de desnutrición, especialmente para niños y ancianos.

Vuestra Santidad conoce muy de cerca los problemas ecuatorianos, pues desde el Arzobispado de Munich, a través de organizaciones alemanas católicas, ha satisfecho cuantas necesidades ha tenido el Ecuador.

Su Santidad conoce Ecuador. Nos visitó en 1978 y posteriormente, desde 1984 —Prefecto ya de la Congregación para la Doctrina de la Fe— visitó la residencia y las oficinas de nuestra Misión Diplomática ante la Santa Sede. Su Santidad no olvidará el afecto y la estimación grande que le tuvo nuestro ilustre Cardenal Pablo Muñoz Vega, S.J., compartiendo anhelos y orientaciones fundamentales de nuestra Santa Iglesia.

Para la Iglesia, para el Gobierno, para el pueblo del Ecuador, Su Eminencia el Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Sumo Pontífice de la catolicidad, Benedicto XVI, es un ecuatoriano más, un ecuatoriano de corazón, que ha sembrado amor y esperanza en nuestra patria.

A nombre del Presidente del Ecuador, que recoge ese sentimiento nacional, a nombre de la Iglesia y de todo el pueblo, por ese sentimiento de ecuatorianidad, reitero a Su Santidad la invitación que le formulé el 24 de abril, al asumir oficialmente el Sumo Pontificado, para que visite nuestra patria y reciba personalmente nuestra gratitud y adhesión.

Nuestra fe católica la llevamos íntimamente la mayoría de los ecuatorianos. En 1873, el Presidente Gabriel García Moreno, atendiendo el pedido del Beato Pío IX, consagró, con el Congreso Nacional, a la República al Sagrado Corazón de Jesús, y en 1892, el Presidente Luis Cordero, igualmente con la Legislatura, al Inmaculado Corazón de María.

El año venidero celebramos, a nivel nacional, un siglo del prodigioso abrir y cerrar de sus ojos, el 20 de abril de 1906, de la imagen de la Dolorosa del Colegio. Este hecho milagroso se suscitó cuando arreciaba la persecución religiosa más fuerte que se ha tenido en nuestra historia. Cuando habían sido coartadas la libertad de expresión del pensamiento, la libertad de enseñanza, la libertad de la prensa, la libertad de sufragio, libertades fundamentales para la vivencia de un auténtico régimen democrático.

Abolida en 1906 la enseñanza religiosa de los institutos católicos y clausurados o anulados varios de ellos, prohibidas las manifestaciones públicas de la fe católica, retiradas las misiones católicas de la región amazónica, lo que se anunció como conquista de libertades, se convirtió en sectarismo oscurantista. En 1906 la imagen de nuestra Madre la Dolorosa del Colegio cobró vida para reconstruir el accionar religioso y misionero.

En 1956, en el cincuentenario del milagro, la Virgen María, bajo la advocación de Dolorosa del Colegio, fue declarada por Su Santidad el Papa Pío XII Patrona de la Educación Católica de nuestro Ecuador.

Sería maravilloso que Su Santidad, al celebrarse este Centenario, con su presencia y su palabra diese realce a esta celebración de tanta trascendencia.

Ecuador y todas las naciones de la tierra esperan que, con mayor vigor y fortaleza, los principios que sobre democracia, libertad, respeto a los derechos humanos, ecumenismo o diálogo interreligioso, proclamó como Obispo y Cardenal de la Iglesia, hoy como Vicario de Jesucristo, iluminen mayormente y sean faros para que esta humanidad, que soporta un diabólico plan de violencia, transite por un camino de paz y de amor como nos lo predicó el Divino Redentor.

Todos quienes nos cobijamos con la tricolor bandera del Ecuador esperamos que Vuestra Bendición Apostólica descienda sobre nosotros. 







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