En la Audiencia General, el Papa reflexionó sobre el salmo 125: “Dios es nuestra alegría
y nuestra esperanza”
Miércoles, 17 ago (RV).- A las 10.30 de esta mañana, tuvo lugar el encuentro del Santo
Padre Benedicto XVI con los fieles y peregrinos que se hicieron presentes en el patio
interno del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo para asistir a la tradicional Audiencia
General de los miércoles.
En su discurso en lengua italiana, continuando con
el ciclo de catequesis sobre los Salmos y los Cánticos, el Papa comentó el Salmo 125
“Dios es nuestra alegría y nuestra esperanza”, que se reza en las Vísperas del Miércoles
de la tercera semana.
“Escuchando las palabras del salmo se tiene la impresión
- ha manifestado el Pontífice- de ver pasar por delante de los ojos el acontecimiento
cantado en la segunda parte del libro de Isaías: el ‘nuevo éxodo’. Es la vuelta de
Israel del exilio de Babilonia a la Tierra de los Padres tras el Edicto del Rey persa
Ciro en el año 538 a.C.”.
Este salmo, ha dicho Benedicto XVI, adquiría particular
significado cuando se cantaba en los días en que Israel se sentía amenazado y con
miedo. El salmo comprende efectivamente una oración para el retorno de los prisioneros
de aquel momento. Se convierte de esta manera en una oración del Pueblo de Dios en
su itinerario histórico plagado de peligros y de pruebas, pero siempre confiado en
Dios Salvador y Libertador, sostén de los débiles y de los oprimidos.
El salmo
nos introduce en una atmósfera exultante: se sonríe, se hace fiesta por la libertad
obtenida, y la boca se llena con cantos de alegría. La reacción ante la libertad obtenida
es doble; por una parte las naciones paganas reconocen la grandeza de Dios de Israel,
y por otra es el Pueblo de Dios que profesa su fe en el Señor que salva. Después el
pensamiento se dirige al pasado revivido con miedo y amargura.
En este punto,
Benedicto XVI ha fijado la atención en la imagen agrícola usada por el salmista: “los
que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares”. En este versículo del salmo queda
condensada la gran lección sobre el misterio de fecundidad y de vida que contiene
el sufrimiento. Precisamente como había dicho Jesús en el umbral de su pasión y muerte:
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da
fruto abundante”.
El horizonte del salmo se abre de esta manera a la siega
gozosa símbolo de la alegría generada por la libertad, por la paz y por la prosperidad,
que son fruto de la bendición divina. Esta oración es entonces un canto de esperanza
a la que se recurre cuando se está inmerso en el tiempo de la prueba, del miedo, de
la amenaza exterior y de la opresión interior.
Pero este salmo puede convertirse
también en un llamamiento más general a vivir los propios días y a cumplir las propias
acciones en un clima de fidelidad. La perseverancia del bien queda concluida y contrastada.
Al final se alcanza siempre una meta de luz, de fecundidad y de paz. Benedicto XVI
ha finalizado su reflexión sobre el salmo 125 afirmando con San Beda el Venerable:
“quien siembra con la lágrimas, recogerá en el gozo”.
Antes de finalizar el
encuentro con los fieles, Benedicto XVI ha saludado como siempre en varias lenguas.
Estas han sido sus palabras en español:
Saludo con
afecto a los peregrinos de España y Latinoamérica, particularmente a los fieles de
la parroquia de Nuestra Señora del Socorro, de Aspe, y a los miembros de la Delegación
del Sevilla Fútbol Club. Que el Señor sea siempre vuestra alegría y esperanza. ¡Gracias
por vuestra presencia!