Homilía del cardenal Julián Herranz en sus Bodas de Oro Sacerdotales
Martes, 9 ago (RV).- El cardenal Julián Herranz, presidente del Pontificio Consejo
para los Textos Legislativos, celebró este domingo en Madrid, sus bodas de oro sacerdotales
presidiendo una Eucaristía en la iglesia de la Concepción de Nuestra Señora de la
capital española, donde precisamente, hace cincuenta años fue ordenado sacerdote.
Durante
la ceremonia, que el purpurado leyó la carta, escrita en latín, que le envió el Santo
Padre Benedicto XVI para felicitarle por sus 50 años de sacerdocio. Concelebraron
junto al cardenal, el nuncio apostólico en España, monseñor Manuel Monteiro de Castro;
el arzobispo de Barcelona, monseñor Lluís Martínez Sistach; el arzobispo de Burgos,
monseñor Francisco Gil Hellín y el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Eugenio Romero.
En la homilía el cardenal agradeció al Señor el inmenso don del sacerdocio
y recordó las palabras de Jesucristo a los Apóstoles que explican porqué esta llamada
es un don de Dios: “No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os he elegido
a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”.
A
continuación, exhortó a los fieles presentes a enseñar que Jesús es el único “que
tiene palabras de vida eterna” y por lo tanto “es la mejor garantía de futuro de verdadero
progreso personal, familiar y social”. Además, recalcó que “no es verdad, como dicen
los agnósticos religiosos y los relativistas morales que la doctrina de Cristo es
negativa y represiva”, sino que “el cristianismo es una insuperable historia divina
de amor, de esperanza y de libertad”.
El Purpurado subrayó que su vida
ha estado siempre iluminada por “el rayo de luz de la filiación divina”; desde el
padrenuestro que aprendió en el hogar de sus padres, hasta las sólidas enseñanzas
doctrinales que fundamentan la espiritualidad del Opus Dei, y también del sacramento
del Orden Sagrado. Igualmente recordó el día de su ordenación sacerdotal con los otros
35 sacerdotes del Opus Dei con los que fue ordenado, entre los cuales envió “un recuerdo
particularmente cariñoso” al actual Obispo Prelado, monseñor Javier Echeverría.
Asimismo
recordando la parábola de la cizaña afirmó: “¡Cuánta cizaña, fruto de un apasionado
‘fundamentalismo laicista’ y anticatólico ha sido y es sembrada desde algunos medios
de información y ambientes políticos: se inventan derechos que no existen y, en cambio,
niegan o hacen difícil el ejercicio de derechos y principios jurídicos verdaderos,
basados en la misma dignidad de la persona y en el bien común de la sociedad y, por
eso, anteriores a cualquier sistema político, de izquierda o derecha!”.
En
el mismo tono el Purpurado español exclamó que “¡Cuánta demagogia libertaria contra
el mismo concepto no solo cristiano sino natural del matrimonio; contra el valor social
y la estructura antropológica de la familia, parte esencial del bien común de la nación;
contra los derechos y la dignidad del ser humano desde su concepción hasta su muerte
natural; contra los inalienables derechos de los padres en la educación religiosa
de sus hijos, también en las escuelas públicas, que ellos sostienen económicamente;
contra el valor histórico, cultural y social del cristianismo y de las obras benéficas,
educativas y sociales promovidas por la Iglesia Católica, también mediante la libre
iniciativa de los ciudadanos católicos –más o menos practicantes-, que en España representan
el 90 por ciento de la población”.
No obstante, el cardenal recalcó que
“sería un error ser pesimistas, dudar de la victoria final de Cristo sobre el mal
sembrado en el mundo, ante la cizaña que crece”, y que también “sería equivocado justificar,
con esa consideración escatológica, la posible inconsciencia, el aburguesamiento o
la pasividad de los cristianos ante la diligente y tenaz siembra de cizaña que otros
hacen, ya que los cristianos no podemos desentendernos.”
Finalmente concluyó
con unas hermosas palabras de Benedicto XVI: “La Iglesia de hoy debe reavivar en sí
misma la conciencia de la necesidad de volver a proponer al mundo la voz de Aquel
que ha dicho: Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no caminará en tinieblas, porque
tendrá la luz de la vida”.