2005-08-03 15:38:35

Reflexiones en familia


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Viernes, 29 jul (RV).- Hoy hablaremos del orgullo, ese sentimiento que en ocasiones nos hace sentirnos muy bien, importantes, triunfadores, pero en otras ocasiones se convierte sin duda en el motivo diferencias y conflictos por culpa del orgullo herido. Bienvenidos.

El orgullo, en muchas oportunidades, tiene que ver mucho mas con nuestra creencia de que somos importantes y valiosos, y en muchas ocasiones utilizamos esto para salvaguardar las apariencias y construir las máscaras con las que nos relacionamos. Todo ello porque construimos imaginarios falsos de nosotros mismos, se nos dificulta reconocernos tal como somos, y preferimos armar nuestra propia imagen con facetas arregladas y aparentes.

Estamos tan acostumbrados a vivir de la apariencia que, desde las rutinas cotidianas hasta los cuentos de hadas, se nos presenta como un lugar común. Basta recordar la fábula de los cuentos infantiles, que todos los niños nos narran que los padres de la Bella Durmiente olvidaron invitar a un hada madrina al banquete del nacimiento de la niña. El hada que se sintió rechazada, usó su magia y entonces, de nuevo, gracias al orgullo lastimado, la princesa y el reino durmieron durante cien años.

Parece ser que cada vez que alguien desconoce el reconocimiento social que suponemos merecer, nuestras costumbres nos autorizan para desatar múltiples formas que nos permitan resarcir nuestro orgullo herido, e incluso en ocasiones estas heridos desatan verdaderas batallas y odios.
Incluso podríamos señalar que cuando esta clase de orgullo nos domina, apostamos el todo por el todo. No nos detenemos, perdemos lo que nos es más preciado; la única ganancia es salvar el orgullo que no es otra cosa que la máscara de nuestras propias inseguridades.
Cuantas veces vemos destruidos matrimonios, relaciones entre amigos, hermanos por el simple orgullo? Pues obviamente el orgullo tiene que ver con la dignidad, el respeto, pero también con el perdón. Porque muchas veces somos incapaces de entender de manera clara y precisa, sin exageraciones ni victimizaciones lo que realmente nos afecta, en su exacta dimensión, y por ello salimos a pelear por esa imagen que hemos construido falsamente, pero que pocas veces responde de manera fidedigna a lo que somos.

De ahí que la responsabilidad de nuestros actos hacia los demás parte de la que tengamos hacia nosotros mismos. Y es necesario un reconocimiento profundo de quienes somos, con todas las riquezas humanas que poseemos, pero también con humildad al reconocer nuestras limitaciones. De esta forma, nuestro orgullo responderá realmente a una imagen justa y equitativa de los que somos y nuestro respeto hacia nosotros mismos y los demás que expresará como pauta clara de comportamiento.

En fin, podríamos decir que el orgullo es un asunto personal, de ahí que muchas veces vale mucho mas la pena preguntarse por la responsabilidad en el destino de los pueblos y menos por su importancia personal, tal vez cuando eso pase las naciones se despertarían en un mundo en el que se construye la confianza necesaria para crear abundancia material y espiritual.
Por ello cuando notemos que el orgullo es sencillamente una idea o pretensión sobre lo que los demás deben creer acerca de nosotros y, en consecuencia, diferenciemos lo esencial y real de lo aparente e imaginado, podremos ver renacer las relaciones leales entre las personas, las parejas, las familias y las naciones.

Textos: Alma García. Locución: Alina Tufani.







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