Benedicto XVI se dirigió a los asistentes a un concierto en la Catedral de Colonia
en el marco de la JMJ
Sábado, 30 jul (RV).- El Santo Padre Benedicto XVI envió ayer un videomensaje a los
fieles congregados en la Catedral de Colonia, con motivo de un concierto celebrado
en el marco de la XX Jornada Mundial de la Juventud, en el que se interpreto la “Missa
Solemnis” de Beethoven.
El Pontífice recordó que la música y el canto han estado
presentes en la Santa Misa y subrayó que si el hombre está delante de Dios, con la
palabra sola, no es suficiente. Como el amor en general y el sufrimiento traspasan
los confines de la palabra y buscan una expresión que abrace también lo indecible,
así también es el encuentro con Dios, en el que el hombre quiere ir más allá de sí
mismo.
Seguidamente, Benedicto XVI recordó que, mientras la oración de Israel
llamó en su ayuda los instrumentos, las voces de la creación, para responder a Dios
de manera adecuada, la Iglesia en un primer momento, por razones diversas, consideró
que sólo las voces humanas eran dignas de expresar su gozo ante Dios. De este modo,
nació el canto coral gregoriano, cuya pureza y luminosidad interior nos hacen experimentar
también hoy, de forma inmediata, la presencia de Dios. En la Edad Media, en el mundo
de las catedrales, se comenzó a buscar algo más grande: nació la polifonía. Y al órgano,
como síntesis de las voces de la creación, se han unido otros instrumentos.
Todo
se ofreció para la alabanza a Dios, continúa afirmando el Pontífice. Desde entonces
los grandes maestros de la composición reconocieron que una de las más altas posibilidades
que se les podía ofrecer era la de dar forma musical a la alabanza a Dios en la liturgia
de la Santa Misa, componer misas, poner su maestría a los pies de Dios y al mismo
tiempo servir a la comunidad de los fieles en oración.
También Juan Sebastián
Bach, aunque de confesión evangélica, prosiguió Benedicto XVI, creó la obra de arte
incomparable de la Misa en Si menor, compuesta como una unidad interna y nos deja
experimentar la fuerza de una fe, gracias a la cual la presencia de Dios se toca en
su interior. Asimismo para Beethoven, hombre que lucha y sufre en un tiempo de cambios,
era evidentemente una necesidad interior, tras haber compuesto con finalidad litúrgica
Misas en Do mayor, crear una gran Misa, en la que pudiera trasvasar toda su alma,
sin dejarse limitar por el problema de la posibilidad práctica de ejecución de la
obra.
La “Missa solemnis”, explicó el Papa, no es solamente música litúrgica
en sentido propio; el tema procede ahora en primer plano con toda su pasión y su grandeza,
en sintonía con la cambiante época histórica. Del mismo modo, la fe de la Iglesia
no está presente como hecho lógico. Las palabras de la oración del hombre se convierten
ahora en caminos de lucha por Dios, de pasión por Dios y por sí mismo. Por ello, también
las notas de una escala a la que el hombre se aferra con fuerza, por medio de la cual
tiene a Dios con fuerza, va a su encuentro y así experimenta también una manera nueva
de alegría que viene de Dios.
Antes de agradecerles a los patrocinadores, intérpretes
y al director por el concierto que habían ofrecido, Benedicto XVI subrayó que la “Missa
solemnis” es un tocante testimonio siempre nuevo de una fe que busca, que no deja
que Dios se nos escape y que a través de la oración de los siglos lo alcanza de nuevo.
Esta misa, con su grandeza particular, pertenece al mundo de la fe cristiana, es una
oración en el sentido más profundo del término. Nos hace personas en oración, nos
conduce a Dios.