2005-07-22 15:57:07

Reflexiones en familia


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Viernes, 22 jul (RV).- La mayor satisfacción de los padres es ver a sus hijos felices, es sentirse orgullos de sus hijos por las cosas que hacen, por sus triunfos grandes o pequeños, pero que son sus logros en lo que hacen. Estos son sin duda los momentos de mayor satisfacción para todos los padres.

Pero hoy en día, este sentimiento se ha venido mezclando con un afán de los padres de reconocimientos, de competitividad que los lleva a buscar en miles formas que sus hijos se destaquen aún en áreas no gratas para los propios hijos.

En la sociedad competitiva actual, la fama dada por los triunfos se ha convertido en un valor supremo y la vida gira en torno a la búsqueda y logro de reconocimiento. Y esto obviamente lo trasladamos a nuestros hijos, incluyendo la competición como una forma de formación y pedagogía, olvidando en este proceso que lo importante no es qué tanto se destaquen nuestros hijos sino el precio que muchas veces les toda pagar por ello.

Esta situación está afectando no sólo a nuestros hijos sino en general a las familias. Día tras día vemos a madres y padres corriendo con sus hijos de un lado para otro: que a clases de piscina, luego dibujo, piano, otro idioma, como no inscribirlos en danza moderna, y así llenamos el tiempo de los niños –entre otras cosas para mantenerlos ocupados mientras los padres trabajan-, pero los llenamos de actividades donde se les exigen en cada una de ellas dar lo mejor, sobresalir, además de las obligaciones que de por si trae la escuela.
Hay que recordar en todo momento que el éxito no es un destino, una finalidad, por el contrario, debe asumirse como un proceso, un camino. Triunfamos como padres cuando respetamos la dignidad de nuestros hijos y los aceptamos como son, diferentes a nosotros, con sus propios intereses y gustos, con su propia personalidad que en muchas ocasiones se aleja de lo que nosotros como padres soñamos para ellos.

Nuestra responsabilidad como padres es ayudar a orientar sus vidas, lograr que se rijan por el deseo de ser mejores personas y no por el ansia de obtener más honores; debemos inculcarles que lo que les garantizará un lugar prominente en la sociedad no serán sus triunfos personales sino lo mucho que logren aportar al bienestar de sus semejantes, pro ello es necesario tener muy claro que el éxito –nuestro y de nuestros hijos- no depende del alcance de la fama ni del monto de los bienes que se tengan, sino de la cuantía de las contribuciones.

Solo estos factores, en los que el empeño se orienta en cumplir procesos de crecimiento humano, de cooperación colectiva, de aprendizaje y formación en áreas de interés particular, permiten una realización plena y en libertad de nuestros hijos.

Además existe otro riesgo en esta tendencia de valorar las actividades de nuestros hijos por los logros y reconocimientos, y es el activismo que entorpece realmente las actividades propias de los niños, y quien lo creyera, está siendo un factor de estrés para los niños. Pues el corre corre de un lado para otro les resta tiempo y espacios de socialización, de juego, de creatividad.

Hay que ser conscientes de los tiempos y etapas de la vida, es decir los niños deben jugar, explorar, observar, e incluso permitirles que se equivoquen, todo ello hace parte justamente de su crecimiento y aprendizaje. No podemos trasladar a nuestros hijos los deseos de triunfo, de que sean lo que nosotros hemos soñado para ellos, porque tienen su propia personalidad y gustos.

Textos: Alma García
Locución: Alina Tufani







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