Viernes 15 jul (RV).- Hoy abordamos un tema que lastimosamente afecta a muchas familias
en América Latina y el Caribe, se trata de la pobreza, una situación cada vez más
generalizada porque son muchos y muy diversos los factores que hoy están empobreciendo
a las poblaciones de nuestros países. No es nuestro interés en este momento y menos
en este espacio de familia, dilucidar las diferentes causas que han llevado al empobrecimiento
económico familiar, lo que queremos es llamar la atención sobre algunos puntos contenidos
en la pastoral familiar, que nos permiten analizar un espacio de aceptación y encuentro
de solidaridad con las familias más necesitadas.
Todos sabemos que la pastoral familiar está hoy enmarcada en el ámbito de la Nueva
Evangelización, entendida como la evangelización de las culturas, con lo cual se quiere
subrayar que el Evangelio debe inserirse en la diversidad de las culturas porque sólo
allí encuentra su justo sentido. Hablar en el lenguaje, los símbolos, las tradiciones,
lo que la gente piensa y ve, es hablar de la dignidad y respeto por la persona humana,
por lo que ella es y representa. Entonces la evangelización de las familias implica
la promoción de la persona humana, porque es el Mensaje de Cristo que habla desde
la diversidad de cada ser humano, desde sus valores.
Estamos hablando entonces de un principio ético y es el respeto de la persona humana,
en su derecho a existir como alguien digno, diferente e irreductible. Y la pastoral
familiar tiene necesariamente que responder a esta cuestión, especialmente en los
países en donde hay tantos millones de pobres, en donde los cristianos se tienen que
sumar a otros creyentes y a hombres y mujeres de buena voluntad, que en una cultura
secular luchan por la construcción de un mundo más justo y fraternal.
Pero al mismo tiempo no podemos olvidar que la familia tiene una tarea fundamental
que es la educación; de manera que los diversos miembros de la familia y la sociedad
puedan participar críticamente en la realidad presente, para que cada uno sea responsable
de sus acciones y valoraciones. Si esto es así, entonces será un individuo formado
en la ética e integridad de los principios del respeto y la fraternidad humana.
No podemos hablar en abstracto de la realidad de las familias, porque la situación
de pobreza desafortunadamente es un factor que también está determinado por otras
realidades al interior de la familia como por ejemplo el cambio de rol de la mujer
y su inserción en la vida laboral, el problema de la falta de educación o la deserción
escolar, que en muchos casos se presenta por la necesidad de que los jóvenes o incluso
los niños ingresen rápidamente a trabajar. Estos son algunos de los problemas más
comunes que se presentan al interior de las familias y que obviamente unos conllevan
a los otros.
Indudablemente la familia reproduce en gran parte la problemática global de nuestra
sociedad, es decir la familia puede ser vista como una unidad mediadora entre lo global
de la sociedad y el individuo. Por ello, el problema de la pobreza y su efecto más
negativo que es la pobreza extrema, no se resolverá sólo con la renovación de las
estructuras económicas, políticas y sociales, si -al mismo tiempo- no se promueve
un cambio radical en los valores de las personas y la sociedad, si no se empieza verdaderamente
una educación en los valores del respeto de los derechos del prójimo, de una verdadera
convivencia en la fraternidad de una comunidad y no en el aislamiento de los individuos
y en el egoísmo.
Lo que estamos señalando es que para ayudar a las familias que día a día luchan por
salir adelante en sus vidas cotidianas, es preciso una cooperación desde todos los
sectores que involucre además a las familias como grupo, porque es en la vida cotidiana
y en los problemas ordinarios que la familia enfrenta diariamente, donde se pueden
brindar soluciones concretas a los problemas.