Audiencia general: la marcha de la antorcha benedictina de la paz, un generoso compromiso
para testimoniar los valores cristianos en Europa
Miércoles, 6 jul (RV).- Este miércoles el Santo Padre en su catequesis de la audiencia
general ha reflexionado sobre el himno de la Carta a los Efesios, que se reza en la
Liturgia de las Vísperas de las cuatro semanas, es una plegaria de bendición dirigida
a Dios Padre. La audiencia general ha tenido lugar en la plaza de san Pedro y han
participado miles de fieles procedentes de todo el mundo.
En el centro de la bendición, ha recordado el Papa, resuena la palabra griega mysrerion,
un término asociado generalmente a los verbos de la revelación. Es este en efecto,
el gran proyecto secreto que el Padre había custodiado en sí mismo desde la eternidad
y que ha decidido realizarlo y revelarlo “en la plenitud de los tiempos”. Las etapas
de este plan se desgranan en el himno de las acciones salvíficas de Dios por Cristo
en el Espíritu.
Por lo tanto, ha proseguido diciendo Benedicto XVI, son múltiples los eventos salvíficos
que se suceden en el desarrollo del himno. Comprometen a las tres personas de la Santísima
Trinidad. El primer gesto divino, revelado y realizado en Cristo, es la elección de
los creyentes, fruto de una iniciativa libre y gratuita de Dios. Al principio, por
lo tanto, “antes de la creación del mundo”, en la eternidad de Dios, la gracia divina
está disponible para entrar en acción. Esta llamada tiene como contenido la “santidad”
que es la participación en la pureza trascendente del Ser divino y en su íntima esencia
de “caridad”: “Dios es amor”. De esta manera el ágape se convierte en nuestra realidad
moral profunda.
En esta línea se procede hacia la otra etapa, asimismo completada en el plan divido
desde la eternidad: nuestra “predestinación” de hijos de Dios. Pablo, ha recordado
Benedicto XVI, exalta más allá esta sublime condición de hijos que implica la fraternidad
con Cristo, el Hijo por excelencia, “primogénito entre muchos hermanos” y la intimidad
respecto del Padre celeste que puede ser ya invocado Abbá, “padre querido”, en una
relación de espontaneidad y de amor. Estamos, por lo tanto, en presencia de un don
inmenso hecho posible por el “beneplácito de la voluntad” divina y de la “gracia”,
luminosa expresión del amor que salva.
El Papa ha finalizado la catequesis de hoy aludiendo al gran Obispo de Milán, San
Ambrosio, el cual en una carta comenta las palabras del apóstol Pablo a los efesios,
deteniéndose precisamente sobre el rico contenido de nuestro himno cristológico. San
Ambrosio subraya ante todo la gracia sobreabundante con la que Dios nos ha hecho hijos
adoptivos en Jesucristo. El santo Obispo de Milán prosigue su propia reflexión observando:
“¿Quién es rico, sino solamente Dios, creador de todas las cosas?”. Y concluye: “Pero
es mucho más rico en misericordia, porque ha redimido a todos y – como autor de la
naturaleza – nos ha transformado, que según la naturaleza de la carne éramos hijos
de la ira y sujetos al castigo, para que fuésemos hijos de la paz y de la caridad.
Este ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho Benedicto XVI en español para
los peregrinos de nuestra lengua presentes en la plaza de San Pedro:
Queridos hermanos y hermanas: En el himno cristológico que hemos escuchado, san Pablo alaba a Dios Padre por
las diversas etapas del plan de salvación reveladas y realizadas por Cristo. Primero
elige a los creyentes por iniciativa libre y gratuita suya, pues “antes de la creación
del mundo”, desde la eternidad se nos ofrece la gracia para poder participar de su
“santidad”, entrar en el ámbito vital de Dios mismo por la caridad.
Se nos llama, además, a ser sus hijos adoptivos en y por medio de Cristo, “primogénito
entre muchos hermanos” (Rm 8, 29), por el que podemos llamar a Dios Abbá, Padre, en
una relación de intimidad y amor. En efecto, comenta san Ambrosio, Dios es sobre todo
rico en misericordia, pues en Cristo “nos ha redimido y trasformado, a quienes según
la naturaleza de la carne éramos hijos de la ira y sujetos al castigo, para que fuésemos
hijos de la paz y de la caridad” (Lettera XVI ad Ireneo, 7).
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a las Hermanas de la
Caridad de Nuestra Señora del Buen y Perpetuo Socorro en su Capítulo General, así
como a los grupos parroquiales de España y a los peregrinos de México y de otros países
Latinoamericanos. Invito a todos a amar a Dios y a vivir como dignos hijos suyos. Muchas gracias por vuestra atención.
Benedicto XVI ha saludado después a la delegación encabezada por el obispo de Spoleto-Nursia,
Mons. Ricardo Fontana, que guiaba la marcha de la «antorcha benedictina de la paz,
‘Pro Europa Una’ y que ha culminado esta mañana el recorrido de su trigésima edición,
en la Plaza de San Pedro, como homenaje al Santo Padre. Benedicto XVI ha hablado de
las etapas del recorrido de esta marcha que este año ha empezado en Moscú después
de ser acogida por una representación del Patriarca Alejo II. La antorcha se detuvo
también el domingo en el monasterio de Ottobeuren, ciudad de Baviera occidental hermanada
con Nursia, desde hace más de 25 años.
“Que esta sugestiva iniciativa, que como símbolo de la paz se detuvo hoy ante las
tumbas de lo apóstoles -ha dicho el Papa- pueda suscitar cada vez más un generoso
empeño en el testimonio de mostrar los valores cristianos en Europa”. La marcha de
la paz proseguirá ahora hacia Nursia donde nació precisamente san Benito, Patrono
de Europa y mensajero de paz.
Finalmente, el Santo Padre, como ya es tradicional, se ha dirigido a los jóvenes,
enfermos y recién casados. “Nos estamos adentrando en el período estivo, tiempo de
sana distracción y de merecido reposo. Os invito queridos jóvenes a aprovechar el
verano para útiles experiencias humanas y religiosas. Deseo que vosotros, queridos
enfermos, sintáis también en estos meses la cercanía de las personas amigas y de los
familiares. Y a vosotros queridos recién casados os invito a utilizar las vacaciones
para que crezcáis en el amor recíproco iluminado por la dicha divina”.