Llamamiento del Papa por la unidad de los cristianos “en esta hora del mundo llena
de escepticismo y de dudas”. Imposición del sagrado Palio a 33 arzobispos metropolitanos
Miércoles, 29 jun (RV).- “Con la unidad, así como con la apostolicidad, está unido
el servicio petrino, que reúne visiblemente a la Iglesia en todas las partes y en
todos los tiempos, defendiendo de esta manera a cada uno de nosotros para que no resbalemos
en falsas autonomías, que demasiado fácilmente se transforman en internos particularismos
de la Iglesia y pueden comprometer de esta forma su interna independencia”. Eran palabras
del Papa en la homilía de la Santa Misa, en la que Benedicto XVI ha impuesto el sagrado
Palio al Decano del Colegio Cardenalicio, y a treinta y dos Arzobispos Metropolitanos.
Esta mañana, el Papa Benedicto XVI, ha presidido una solemne concelebración Eucarística
en la Basílica de san Pedro, y en el curso de la misma ha impuesto el sagrado palio
al cardenal Angelo Sodano Secretario de Estado de Su Santidad, como nuevo Decano del
Colegio Cardenalicio y a 32 Arzobispos. Es decir a los Arzobispos metropolitanos nombrados
durante el año. Al Arzobispo de Lubliana (Eslovenia), y con este son 33, le será entregado
en su Sede Metropolitana.
Entre los arzobispos a los que Benedicto XVI ha impuesto el Palio hay tres españoles,
Mons. Jaume Pujol Balcells, de la Prelatura Personal del Opus Dei, Arzobispo de Tarragona,
Mons. Santiago García Aracil, Arzobispo de Mérida Badajoz y Mons. Manuel Ureña Pastor,
arzobispo de Zaragoza. También han recibido el Palio cuatro Arzobispos latinoamericanos.
El Santo Padre ha reflexionado en su homilía sobre las características de la Iglesia:
una, santa, católica y apostólica, teniendo presentes los textos de la liturgia de
la Palabra, con referencias explícitas a los santos Pedro y Pablo. “Es ante todo,
ha dicho Benedicto XVI, una fiesta de la catolicidad El signo de Pentecostés – la
nueva comunidad que habla en todas las lenguas y une a todos los pueblos en un único
pueblo, en una familia de Dios – se ha convertido en realidad”: Catolicidad no expresa
sólo una dimensión horizontal, la reunión de muchas personas en la unidad; expresa
también una dimensión vertical: solamente dirigiendo la mirada al Señor, solamente
abriéndonos a Él podemos convertirnos verdaderamente en una sola cosa.
“Catolicidad significa universalidad – multiplicidad que se convierte en unidad; unidad
que permanece en multiplicidad”, ha proseguido diciendo Benedicto XVI. De la palabra
de Pablo sobre la universalidad de la Iglesia hemos visto ya que forma parte de esta
unidad la capacidad de los pueblos de superarse a sí mismos, para mirar hacia el único
Dios. Diversas son las lenguas según las regiones, pero única y misma es la fuerza
de la tradición.
“La unidad de los hombres en su multiplicidad ha sido posible porque Dios, este único
Dios del cielo y de la tierra, se nos ha mostrado; porque la verdad esencial sobre
nuestra vida, sobre lo nuestro ¿de donde? Y ¿hacia dónde?, se ha hecho visible cuando
Él se ha mostrado a nosotros y en Jesucristo nos ha hecho ver su rostro, a sí mismo”.
Seguidamente Benedicto XVI ha aludido al Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
que ayer entregó a la Iglesia para la transmisión de la fe. Y ha advertido después
de señalar algunas características del compendio, que este, no se puede leer como
una novela. Hay que meditarlo con calma en sus partes singulares y permitir que su
contenido, a través de las imágenes, penetre en el alma. Y el Papa, espera que se
acoja de esta manera y que se pueda convertir en una buena guía para la transmisión
de la fe.
De nuevo el Papa se ha detenido en la catolicidad y en la unidad de la Iglesia manifestando
que estas dos características van juntas. El hecho de que las dos dimensiones se hacen
visibles para nosotros en las figuras de los santos Apóstoles, nos indica ya la característica
sucesiva de la Iglesia: ella es apostólica.
“La Iglesia es apostólica, porque confiesa la fe de los Apóstoles y trata de vivirla.
Existe una unicidad que caracteriza a los Doce llamados por el Señor, pero existe
al mismo tiempo una continuidad en la misión apostólica. San Pedro en su primera carta
nos ha calificado como “presbítero” con los presbíteros a los que escribe”. Y con
ello ha expresado el principio de la sucesión apostólica: el mismo misterio que él
había recibido del Señor ahora continúa en la Iglesia gracias a la ordenación sacerdotal”.
El palio es expresión de nuestra misión apostólica. Es expresión de nuestra comunión,
que en el ministerio petrino tiene su garantía visible. Con la unidad, así como con
la apostolicidad, está unido el servicio petrino, que reúne visiblemente a la Iglesia
en todas las partes y en todos los tiempos, ha recordado el Papa y ha advertido Benedicto
XVI manifestando que de esta manera se nos defiende a cada uno de nosotros de resbalar
en falsas autonomías, que demasiado fácilmente se transforman en internos particularismos
de la Iglesia y pueden comprometer de esta forma su interna independencia”.
Seguidamente Benedicto XVI ha saludado a la delegación de la Iglesia ortodoxa de Constantinopla,
enviada por el patriarca ecuménico Bartolomé I, al que ha dedicado un cordial pensamiento.
“En esta hora del mundo llena de escepticismo y de dudas, paro también rica de deseo
de Dios, reconozcamos nuevamente nuestra misión de testimoniar juntos a Cristo Señor
y, sobre la base de esta unidad que ya se nos ha dado, de ayudar al mundo para que
crea. Y suplicamos al Señor con todo el corazón para nos guíe a la unidad plena de
manera que el esplendor de la verdad, que solamente puede crear la unidad, se convierta
de nuevo visible en el mundo”.
Benedicto XVI ha finalizado su homilía recordando que el Evangelio de hoy nos habla
de la confesión de san Pedro del que ha dado inicio la Iglesia: “Tu eres el Cristo,
el Hijo del Dios vivo”. Y seguidamente se ha detenido en la característica de la
Iglesia como santa. La confesión de Pedro a favor de Cristo, que él declara el Santo
de Dios, está en el contexto del discurso eucarístico, en el que Jesús anuncia el
Gran Día de la Reconciliación mediante la ofrenda de si mismo en sacrificio.