2005-05-27 15:23:30

Reflexiones en Familia


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MORIR PARA NACER

Viernes, 27 may (RV)- Hoy hablaremos del principio y el fin, acercándonos a la comprensión de los ciclos de nuestra vida, de todos los procesos que día a día iniciamos para que lleguen a un final, procesos afectivos, laborales, académicos, de proyectos personales, en fin, procesos que nos marcan una constante evolución, movimiento incesante de nuestras vidas.

Las etapas en la vida se suceden. El final de una de ellas anuncia el nacimiento de la siguiente. Empezar para terminar: con las amistades, las sociedades,  las relaciones de pareja, los trabajos, todo forma parte de un movimiento incesante hacia un punto de evolución, de madurez. 

Aunque este es un proceso normal y  puede ocurrir con  armonía, en nuestro medio es común pensar que terminar un ciclo o dejar morir un sueño, es un fracaso que adicionalmente está prohibido. Pero las cosas no son así, en muchas oportunidades, aunque no logremos estar satisfechos con lo que estamos viviendo o con lo que hacemos, y a pesar de que notemos que alfo falta en nuestras relaciones, muchas veces nos aferramos a todo eso. No entendemos que ha llegado el momento de decir adiós. En otras ocasiones, por el contrario, la situación es tan satisfactoria que no alcanzamos a imaginarnos una vida diferente, no queremos cambiar nada.
Pero no hay remedio: todo llega a su fin. Y cuando esto sucede, es necesario saber despedirse. Cada quien tiene un estilo diferente para decir adiós. Los quejosos no aceptan  los finales, no quieren despedirse,  buscan  explicaciones y culpan al otro o a  sí  mismos, de tal manera que los finales se convierten en una feria de la agresión y la recriminación mutuas, del temor al cambio, del rechazo a cualquier cosa o situación nueva.

Los sabios miran lo vivido y agradecen todo lo que la situación les dio, los obstáculos que les dejaron enseñanzas, los regalos que les alegraron el alma, las ofensas que  mostraron el camino del perdón. Ellos, con las enseñanzas, las alegrías y el perdón, hacen el equipaje para iniciar una nueva etapa. Ellos ven en las situaciones de cambio una oportunidad para renovarse, para crecer y sentir que la vida es un constante movimiento, independiente de los aciertos o desaciertos.

Es curioso, pero estas personas actúan con una sabiduría que todo ser humano guarda dentro sí. Todos, al nacer, nos despedimos con gratitud de las alegrías y las dificultades que el útero materno nos ofreció. Cualquier madre sabe que desde la concepción, la relación con los hijos es un proceso continuo de separación, en el que cada nuevo momento lleva al hijo hacia lugares más lejanos. Y ellas, como ninguna otra persona, entienden estos ciclos de la vida.

Aprender el arte de despedirnos nos ayuda a discernir amorosamente lo que la vivencia construyó en nosotros: los dolores que nos hizo superar, las cualidades que nos permitió desarrollar o los defectos que nos hizo conocer. De esta forma, al igual que los sabios o las madres, estaremos preparados para los nuevos comienzos. Pero lo más importante: sólo así dejaremos que la vida fluya a través de nosotros, dándonos todo lo que tiene.

De otra forma lo único que haríamos es negarnos a los ciclos vitales, negarnos al movimiento constante de la vida, porque anteponemos a cualquier experiencia una valoración determinista de nuestros procesos, de nuestras relaciones y vivencia.

Indiscutiblemente la vida misma nos permite cerrar un ciclo para que se inicie otro. Bien amigos oyentes, concluyen aquí estas reflexiones en familia, volveremos la próxima semana. Hasta pronto.

Textos: Alma García Locución: Alina Tufani Dìaz







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