Misa nuevas ordenaciones: “La Iglesia tiene que romper las barreras entre las clases
y las razas”
Domingo, 15 may (RV).- Esta mañana en la Basílica de San Pedro, el Papa Benedicto
XVI ordenó a 21 nuevos presbíteros - cinco de ellos sudamericanos - en una ceremonia
solemne en la que dijo que “la Iglesia debe ser siempre, nuevamente, lo que ella ya
es: la Iglesia debe abrir las fronteras entre los pueblos y romper las barreras entre
las clases y las razas. En ella no puede haber ni olvidados ni despreciados, sino
libres hermanos y hermanas de Jesucristo”.
“El Viento y el fuego del Espíritu Santo deben abrir los muros que nosotros mismos
continuamos a alzar entre nosotros mismos”, ha dicho el Papa. Debemos rezar para que
el Espíritu Santo nos abra y nos done la gracia de la comprensión, para que el Pueblo
de Dios sea el de todos los pueblos. “Aún más, nos dice san Pablo -ha recordado el
Pontífice- en Cristo, que como único pan nos nutre en la Eucaristía, nosotros debemos
convertirnos en un sólo cuerpo y un sólo espíritu”.
Después de la lectura del Evangelio ha tenido lugar la liturgia de las ordenaciones.
Los 21 candidatos han sido llamados por su nombre. El cardenal vicario Camillo Ruini
ha pedido al Santo Padre que ordenara para el ministerio presbiteral a los que fueran
reconocidos idóneos. El Papa ha hablado a los elegidos y a la asamblea sobre el ministerio
del Presbítero y ha preguntado a todos los candidatos al sacerdocio si realmente
querían aceptar sus obligaciones al servicio del pueblo de Dios. Los elegidos se han
dirigido al Santo Padre, se han arrodillado delante de él y han puesto las propias
manos entre las del Pontífice para mostrar su fidelidad, respeto y obediencia.
Los presbíteros se han postrado delante del altar mayor de la basílica mientras se
cantaban las letanías de los santos, tras lo cual los elegidos al sacerdocio se han
aproximado al Santo Padre, se han arrodillado delante de él, y el Pontífice les ha
impuesto a cada uno de ellos las manos sobre la cabeza, rezando seguidamente la oración
de las Ordenaciones. Los sacerdotes recién consagrados han vestido la estola y la
casulla, y el cardenal vicario les ha ungido con el sagrado óleo las palmas de las
manos y les ha sido entregado el pan sobre la patena y el cáliz con el vino para la
celebración de la Santa Misa, recibiendo, al final, el abrazo de paz del Santo Padre.
De los 21 nuevos sacerdotes, consagrados por el Papa Benedicto XVI, once son italianos
y el resto provienen de Bolivia (dos), Uruguay, Costa Rica, Perú, Irlanda, Rumania,
Kenia, Angola y Nigeria. El sacerdote más joven tiene 26 años y el mayor 55. Los suramericanos
son los bolivianos José Wilton Arias Fernández y Franz Humberto Rocha Vilca; el uruguayo
Adrián Beloqui Gil; el costarricense Gerardo Alfredo Rodríguez, y el peruano Jorge
Richard Olivares Infazón.
Estas son las primeras ordenaciones sacerdotales de Benedicto XVI, quien les pidió
a los nuevos presbíteros que hagan de la Eucaristía el centro de cada día, que la
celebren con dignidad y que lleven a los hombres "de nuevo" al misterio eucarístico.
“La Santa Eucaristía a través de la cual Cristo, que es la verdadera paz, se nos da
continuamente – les ha dicho el Pontífice a los nuevos sacerdotes - Considerad como
centro de cada jornada el poder celebrar la Eucaristía de manera digna. Ayudad a los
hombres a partir de ella, a llevar la paz de Cristo al mundo”.
En su homilía el Papa ha dicho también, recordando la solemnidad de Pentecostés, que
“el Señor Resucitado a través de las puertas cerradas entra en el lugar donde se encuentran
los discípulos y los saluda dos veces diciendo: ‘la paz sea con vosotros’. Este saludo
del Señor - ha señalado el Santo Padre - es un puente que Él lanza entre el cielo
y la tierra. Dios desciende por este puente hasta nosotros y nosotros podemos subir
por este puente de paz hasta Él. Sobre este puente siempre junto a Cristo, también
nosotros debemos llegar hasta nuestro prójimo, hasta el que tiene necesidad de nosotros.
Bajando junto a Cristo en nuestros hermanos, nos alzamos hasta Dios que es amor”.
El texto del Evangelio - ha afirmado Benedicto XVI - nos invita a vivir siempre en
el espacio del soplo de Jesucristo, a recibir vida de Él a través del Espíritu para
que inspire en nosotros la vida auténtica, la vida que ninguna muerte puede acabar.
A su soplo, al don del Espíritu Santo, el Señor añade el poder de la fuerza del perdón.
El perdón que proviene de la Cruz y transforma el mundo con el amor que se da. El
poder del perdón - ha proseguido el Papa - es uno de los tesoros preciosos de la
Iglesia porque sólo en el perdón, en el sacramento de la reconciliación se cumple
la verdadera renovación del mundo.
“La libertad humana es siempre una libertad compartida”, ha dicho el Pontífice en
otro momento de la homilía, “solamente en una ordenada armonía de las libertades puede
regirse la libertad común. Por todo ello el don de la ley de Sinaí - ha dicho Benedicto
XVI - no fue una restricción o una abolición de la libertad, sino el fundamento de
la verdadera libertad. Y en una ordenada disposición de las libertades humanas no
pueden faltar los mandamientos que Dios mismo no da”.
La misa ha sido concelebrada por el cardenal vicario de Roma, Camillo Runi, y los
obispos auxiliares de la diócesis, ya que los nuevos sacerdotes pertenecen a la diócesis
de la que Benedicto XVI es obispo.