Viernes, 22 abr (RV).- Hoy, en estas reflexiones en familia abordaremos el tema de
la relación de poder entre padres e hijos, cómo hacer para que los hijos obedezcan
nuestras indicaciones y pautas, sin que ello implique ningún tipo de imposición o
ejercicio abusivo de poder por parte de los padres. Bienvenidos a estas reflexiones
en familia.
No cabe duda de que hoy los niños son más despiertos, saben más, interactúan más fácilmente
con la tecnología, los juegos, se expresan mejor, son más inquietos y es natural,
pues nuestras sociedades también han cambiado, podríamos decir que hay mucha más información,
múltiples formas de conocimiento, de interacción y ante ello es también natural que
las relaciones de poder cambien, y pasen de ser relaciones lineales y jerárquicas,
a relaciones mucho más democráticas e incluso participativas.
Obviamente estas formas de relación también permea la familia. Las relaciones de poder
entre padres e hijos hoy están atravesadas por una mayor conciencia de los derechos
y deberes, de actitudes como el diálogo, la negociación y la participación. En la
familia las decisiones ya no son unilaterales, es decir porque las decide el padre
o la madre y punto, como en décadas atrás. Hoy, las decisiones son negociadas y acordadas
con los diversos miembros de la familia.
Si bien todo esto es una ventaja para los hijos, para los papás su crianza constituye
un desafío mucho mayor. Este cambio hacia la igualdad, sumado a que estamos frente
a unos hijos más poderosos y beligerantes, hace que los menores se crean iguales (o
a menudo superiores) a los mayores.
Frente a esta situación, muchos padres sienten que ya no tienen ningún dominio sobre
sus hijos, tratan de ganárselos poniéndose a su mismo nivel para convencerlos “por
las buenas” de que sigan sus instrucciones. En el intento de acercarse más a los niños
se están igualando a ellos, al punto de que muchos ya no parecen sus papás sino sus
hermanos ligeramente mayores.
Y no hay nada de malo en ser amigos de los hijos, lo grave es que los niños de hoy
tienen una gran conciencia, desde niños les enseñan sus derechos y tienen una mayor
percepción de su entorno, de ahí que en determinadas situaciones sea necesario diferenciar
la amistad y cercanía con los hijos, a la autoridad y guía que corresponde como padres,
pues de lo contrario los niños de hoy no sólo se están quedando sin modelos a seguir
sino también sin quién les establezca los parámetros de lo que deben y no deben hacer.
Sin duda el ejemplo es el mejor instrumento que permite el ejercicio del poder con
naturalidad, en el sentido en que permite que los hijos puedan admirar a sus padres
por su forma de actuar de manera coherente, transparente y en busca del bien y bienestar
común. Y para ello tenemos que ser y parecer personas cuya forma de pensar, lucir
y actuar mueva a los hijos a seguir nuestras recomendaciones porque nos respetan profundamente
y quieren ser como nosotros. Y la única forma es teniendo la madurez y estabilidad
que nos haga merecedores de su admiración.
Debido a que a los niños les está tocando crecer en un mundo de grandes incertidumbres,
en el que reina el cambio y la confusión, la paternidad es un reto más difícil que
nos exige revaluarnos para estar seguros de que somos adultos dignos de ser considerados
como tales por nuestra integridad y sensatez. Hoy, más que nunca, los hijos precisan
de padres que sean realmente guías de sus pasos, que los orienten de manera segura
en el camino de la vida.