El cardenal Sfeir elogia la valiente posición de Juan Pablo II en favor de la paz
en el Golfo e Irak, un país que nunca pudo visitar en su peregrinación tras las huellas
de Abraham.
Viernes, 15 abr (RV).- Ayer por la tarde en la Basílica de San Pedro se celebró la
Santa Misa en el séptimo día de los Novendiales en sufragio de Juan Pablo II, fallecido
hoy hace ya 13 días. La liturgia Eucarística, ofrecida por las Iglesias Orientales,
fue presidida por Su Beatitud, el cardenal Nasrallah Pierre Sfeir, Patriarca de Antioquía
de los Maronitas. En su homilía el cardenal Sfeir agradeció a los miembros del Colegio
Cardenalicio, el haber dispuesto esta celebración de la Divina Liturgia, para las
Iglesias Orientales, en el cuadro de los “novendiales” en sufragio del Romano Pontífice.
A continuación el patriarca maronita centró su homilía en “el mandato de Cristo: “Confirma
a tus hermanos”, dirigido a Pedro, que fue plenamente recibido por Juan Pablo II,
ya desde el inicio. Y el Papa no lo escatimó, “durante el cuarto de siglo de su Pontificado,
con tal que este mandato fuera puesto en práctica, considerando a sus hermanos no
solamente aquellos que estaban unidos a él por el Sacerdocio y el Episcopado en la
Iglesia Católica, sino igualmente a todas las personas que creen en Cristo”. Todavía
más, él consideraba que todo ser humano debía ser acogido como un hermano.
Como Sucesor de Pedro, la solicitud del Papa fue por toda la Iglesia, tanto la de
Occidente como de la de Oriente, Iglesia enraizada en cada rincón de la tierra. “Al
inicio de cada año, el amado Pontífice, -afirmó el cardenal Nasrallah Pierre Sfeir-
ofrecía sus directivas para la semana de oración para la unidad de los cristianos”
y desde el inicio de su ministerio petrino emprendió una serie de viajes que le permitieron
abrir la Iglesia al mundo.
Punto luminoso de esta apertura ecuménica fue su carta Encíclica “Ut Unum Sint” (que
todos sean uno), promulgada el 25 de Mayo de 1995, que queda como testimonio elocuente
de la preocupación que tenía Juan Pablo II por la unidad de los cristianos.
“Juan Pablo II se empeñó seriamente por el ecumenismo, y no en menor grado, se ocupó
también de las Iglesias Orientales Católicas”, agregó el purpurado. Las dotó de un
Código de Derecho Canónico. Ha elegido recientemente un Prelado de Iglesia Oriental
para confiarle la dirección de la Congregación que se ocupa de sus asuntos. Y siguió
de cerca y con paterna solicitud, las dificultades que aquellas Iglesias han debido
enfrentar, en un contexto geográfico e histórico de los más complicados.
Sus visitas sucesivas a sus países: Líbano, Siria, Países Balcánicos, India, Palestina,
Israel, etc... manifiestan abiertamente el peso de sus preocupaciones y el deseo de
ver estas Iglesias prosperar en la fe y conservar sus antiguas tradiciones, como Iglesias
Madre.
“El llorado Pontífice -agregó el Su Beatitud, Nasrallah Pierre Sfeir- ha establecido
mejores relaciones con el mundo árabe y especialmente con el mundo islámico. Sus valientes
tomas de posición en favor de la paz en el Golfo y en Irak señalan por qué nos detenemos
en esta meditación. Pero ha tenido, la tristeza de no poder visitar Irak y seguir
las huellas de Abraham por los caminos de Mesopotamia.
También recordó el purpurado libanés que Juan Pablo II no ha querido ignorar a los
fieles de las religiones no cristianas. Los ha convocado dos veces en Asís donde ha
querido orar conjuntamente con ellos utilizando las instrucciones de los libros sagrados
de cada uno. Además, deseando tener contactos con el mundo islámico, él fue a encontrar
a los musulmanes en sus propios países como Marruecos, Turquía y otros países africanos.
Su apertura hacia las religiones no cristianas, no le impidió desarrollar severas
observaciones cuando en éste o en aquel país los derechos humanos eran totalmente
ignorados.
“En el momento en el que todo el mundo se ha hecho presente en san Pedro, no solamente
con los fieles católicos, sino también con los fieles pertenecientes a otras religiones,
además de la presencia de casi todos los jefes de Estado, hemos orado, -dijo finalmente
el cardenal Pierre Sfeir- para que el Señor conceda a nuestro amado Pontífice Juan
Pablo II la paz de los Justos y lo recompense llamándolo a su Casa. Nuestra oración
quiere también obtener prontamente del Buen Pastor el reconocimiento sobre la tierra
de la santidad que ya goza en el cielo.