Juan Pablo II, símbolo elocuente de la gran ‘familia de las naciones’
Lunes 11, abr (RV).- Juan Pablo II a lo largo de toda su vida, en el sufrimiento y
en la muerte, ha sido y es un anunciador extraordinariamente eficaz de Jesucristo
muerto y resucitado, al igual que los apóstoles Pedro y Pablo, cuya gran herencia
cristiana y humana percibió. Lo recordaba el cardenal Camillo Ruini, vicario para
la diócesis de Roma, en la celebración de ayer domingo en sufragio de Su Santidad.
Destacando que estos días son para Roma y para el mundo entero, días de extraordinaria
unidad, de apertura del alma a Dios y de reconciliación. Unidad que se ha realizado
porque este Papa estrechó firmemente - mostrándola al mundo entero con toda su vida
– la integridad de la fe en Cristo y la universalidad del amor del mismo Cristo, que
se ofreció en la Cruz: “Así, en la Misa por el Papa difunto, la Plaza de San Pedro
fue más que nunca símbolo tan elocuente, no del “choque de civilizaciones”, sino por
el contrario de la gran ‘familia de las naciones’”.
Con la intensa necesidad de nuestros corazones de decirle a Juan Pablo II “quédate
con nosotros”, el cardenal Camillo Ruini puso de relieve que sabemos bien que él permanece
verdaderamente a nuestro lado. Así como conocemos también el único camino que nos
lleva a estar con el Papa, de forma “real y no sólo emotiva y superficial”. Es el
camino del permanecer juntos, cada uno de nosotros personalmente y toda la Iglesia
de Roma, en el amor del Señor, aquel amor que se alimenta con la fe y la obediencia
cotidiana a su voluntad, sobre todo a su mandamiento: “Amaos como yo os he amado”
(cfr Jn 15,12)
Tras reiterar el don recibido por los romanos de “ser testigos directos de estos eventos
de gracia y de poder colaborar en ellos”, el cardenal vicario general para la diócesis
de Roma, alentó a dar gracias al Señor, rezando “por nuestro gran Papa” y “encomendándonos
a su oración”, para poder ser, cada vez más, “piedras vivas de aquella Iglesia que,
a través de los siglos, siempre vive y se renueva”. En este contexto, el cardenal
Ruini alentó a perseverar en la luz del Espíritu a la espera del nuevo Pontífice:
“En la luz de este mismo Espíritu, esperemos a nuestro nuevo Obispo de Roma y Papa.
No seamos inútilmente y demasiado humanamente curiosos, queriendo saber antes de tiempo
quién será. Más bien, dispongámonos a acoger en la oración, en la confianza y en el
amor a aquel que el Señor nos querrá brindar”.