Jueves, 7 abr (RV).- Juan Pablo II deja en manos de la madre de Cristo, su maestro,
a la Iglesia, a su país y a toda la humanidad. Tras la quinta Congregación de cardenales,
se ha hecho público el testamento de Juan Pablo II que fue escrito en 8 distintos
momentos que comienzan el 6 de marzo de 1979, el año siguiente de su elección y terminan
en el año del Jubileo del 2000.
El Santo Padre no dejó tras de sí propiedad alguna que sea necesario disponer, pide
que sus apuntes personales sean quemados, y encomienda a su secretario don Stanislao
Dziwisz esta tarea, al mismo tiempo que le manifiesta su agradecimiento personal y
la ayuda y la comprensión que le ha prestado durante tantos años. Como ya se ha anticipado
el Papa pide un sepulcro en la tierra y no en un sarcófago. En cuanto al lugar de
los funerales, Juan Pablo II establece que la decisión corresponde al colegio cardenalicio
En un fragmento escrito en 1980, el Papa tiene un pensamiento especial por la situación
de persecución en la que se encuentra la Iglesia en algunos países, situación parangonada
a la de los primeros siglos e incluso superada por el grado despiadado y del odio.
En el último de los fragmentos que corresponde al momento de los ejercicios espirituales
del año 2000, El Santo Padre dedica un recuerdo emocionado y especial al cardenal
Stefan Wyszynski, a quien define un gran Primado. También se refiere en este apartado
a la oportunidad que la ha brindado la Divina Providencia de vivir en el difícil siglo
XX, y cómo ella le salvó de forma milagrosa el 13 de mayo de 1981, en el atentado
que sufrió en la Plaza de san Pedro. “El Señor de la vida y de la Muerte –escribió
agradecido el Papa- me ha prolongado esta vida, en cierto sentido me la ha dado de
nuevo”.
Siempre en el último de sus escritos, que es el más extenso, el Pontífice habla de
la difícil y tensa situación que caracterizó los años 80. Sin embargo “desde el otoño
de 1989 –escribe el Papa- esta situación ha cambiado. La última década del siglo ha
estado libre de las tensiones precedentes... El periodo de la llamada guerra fría
terminó sin el violento conflicto nuclear que pesaba sobre el mundo".
También se muestra agradecido el Santo Padre al Espíritu Santo por el gran don del
Concilio Vaticano II, del que se siente deudor. Por último el Papa abraza a todos
los Episcopados del mundo con sus visitas ad limina, a tantos hermanos cristianos
no católicos, al rabino de Roma y los numerosos representantes de las religiones no
cristianas, como los representantes del mundo de la cultura, de la ciencia, la política,
los medios de comunicación.
A medida que Juan Pablo II sentía la cercanía del final de su vida terrena dedica
un recuerdo muy especial a sus padres, a su hermano y a su hermana que no pudo conocer
pues murió antes de nacer él, a la parroquia de Wadowice, donde fue bautizado y a
su “tan amada ciudad”.