2005-04-06 15:08:18

El Papa pidió que se rezara el Santo Rosario por él también después de su muerte


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Miércoles, 6 abr (RV).- Juan Pablo II pidió que se rezara el Santo Rosario por él también después de su muerte. “Oh Rosario bendito de María, cadena dulce que nos unes a Dios, vínculo de amor que nos unes a los Ángeles, torre de salvación en los ataques del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos nunca. Tú serás consuelo en la hora de la agonía. A ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último aliento de nuestros labios será tu dulce nombre, oh Reina del Rosario de Pompei, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los afligidos. Bendita Tú seas por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo”.

Con este ruego finalizaba Juan Pablo II su Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae -en la que también anunciaba la incorporación de los Misterios de la Luz -, dando comienzo asimismo al vigésimo quinto año de su Pontificado y al Año del Rosario, de octubre de 2002 al mismo mes de 2003.

Recordamos que Juan Pablo II pidió que se rezara el Santo Rosario por él también después de su muerte. La última vez que lo pidió públicamente fue en unas palabras improvisadas que pronunció en el Santuario de Nuestra Señora de Kalwaria, en Polonia. “Os pido que recéis por mí ahora que estoy vivo y después de mi muerte”, dijo el Papa Wojtyla el 19 de agosto de 2002, encomendando su patria a Jesús Misericordioso y a María.

En la misma Carta Apostólica dedicada al Santo Rosario, escribía textualmente: “Cuántas gracias he recibido de la Santísima Virgen a través del Rosario en estos años: Magnificat anima mea Dominum! Deseo elevar mi agradecimiento al Señor con las palabras de su Madre Santísima, bajo cuya protección he puesto mi ministerio petrino: Totus tuus!”.

En esta misma Carta Apostólica, Juan Pablo II afirmaba, evocando la devoción de sus predecesores por el rezo del Rosario: “Yo mismo no he dejado pasar ocasión de exhortar a rezar con frecuencia el Rosario. Esta oración ha tenido un puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes. Me lo ha recordado mucho mi reciente viaje a Polonia, especialmente la visita al Santuario de Kalwaria. El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo. ...., el 29 de octubre de 1978, dos semanas después de la elección a la Sede de Pedro, como abriendo mi alma, me expresé así: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. [...] Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, un comentario-oración sobre el capítulo final de la Constitución Lumen gentium del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia.

Explicando los Misterios de la Luz, incorporados por él a los gozosos, dolorosos y gloriosos, que “nos ponen en comunión vital con Jesús a través –podríamos decir– del Corazón de su Madre”, Juan Pablo II reiteraba que “en realidad, todo el misterio de Cristo es luz. Él es «la luz del mundo» (Jn 8, 12)”.







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