2005-03-27 12:36:16

Vigilia Pascual: una noche extraordinaria en la que la luz fulgurante de Cristo resucitado vence de forma definitiva la potencia de las tinieblas del mal y de la muerte


Domingo, 26 mar (RV).- Como ha venido haciendo en todas las celebraciones de esta Semana Santa, Juan Pablo II siguió, por televisión desde su apartamento, la sugestiva Vigilia Pascual, presidida ayer por la tarde en la Basílica Vaticana, por el cardenal Joseph Ratzinger, decano del colegio cardenalicio y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

En su mensaje para la Vigilia Pascual el Papa dirigió un pensamiento particular a los 5 catecúmenos que iban a recibir los sacramentos de la iniciación cristiana. Procedentes de Perú, Italia, Japón y República Democrática del Congo los 5 catecúmenos recibieron anoche los sacramentos del bautismo, Confirmación y Eucaristía.

“Una noche extraordinaria -escribía el Papa- en la que la luz fulgurante de Cristo resucitado vence de forma definitiva la potencia de las tinieblas del mal y de la muerte y vuelve a encender en los corazones de los creyentes la esperanza y la alegría. Recemos para que el mundo vea y reconozca que, gracias a su pasión, muerte y resurrección, lo que se había destruido se reconstruye, lo que había envejecido, rejuvenece, y todo vuelve a ser más bello que antes, a su integridad original”.

En cuanto a la celebración de la Vigilia en la noche santa de Pascua, la homilía del cardenal Ratzinger subrayó “el largo camino de la humanidad que en las noches de la historia busca la luz, busca el paraíso, la verdadera vida, la reconciliación entre los pueblos, entre el cielo y la tierra, la paz universal”.

El purpurado evidenció también cómo toda la pedagogía de la liturgia cuaresmal concreta el imperativo fundamental de seguir a Cristo, estar atentos a su palabra. “La participación en la liturgia dominical, semana tras semana, es necesaria para cada cristiano para adquirir una verdadera familiaridad con la palabra divina: el hombre no vive sólo de pan, o de dinero, o de su carrera, vive de la palabra de Dios, que nos corrige, nos renueva, nos muestra los verdaderos valores del mundo y de la sociedad”.

“Seguir a Cristo –prosiguió el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe- implica estar siempre atento a sus mandamientos –resumidos en el doble mandamiento de amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos. Seguir a Cristo significa tener compasión por quienes sufren, tener corazón con los pobres; significa también tener el valor de defender la fe contra las ideologías; tener confianza en la Iglesia y en su interpretación y concretización de la palabra divina para nuestras circunstancias actuales”.

Refiriéndose a los 5 catecúmenos que ayer recibieron los sacramentos de iniciación cristiana durante la Vigilia Pascual, el cardenal recordó que la mayor parte de nosotros “hemos recibido el bautismo cuando éramos niños, a diferencia de éstos que lo han recibido en edad adulta. Para la mayoría de nosotros, fueron nuestros padres, quienes anticiparon nuestra fe. Nos dieron la vida biológica sin preguntarnos si queríamos vivir o no, convencidos justamente, de que es un bien la vida, que es un don”.

Pero al mismo tiempo estaban convencidos de que la vida biológica es un regalo frágil, e incluso, un don ambiguo en un mundo marcado por tantos males, y que sólo podría ser un verdadero regalo si al mismo tiempo se podía donar también la medicina contra la muerte: la comunión con la vida invencible, con Cristo. Junto al don frágil de la vida biológica nuestros padres nos dieron la garantía de la verdadera vida en el bautismo.

“Ahora nos toca a nosotros –finalizó el cardenal- apropiarnos de este don, entrar cada vez más radicalmente en la verdad de nuestro bautismo. La noche pascual nos invita cada año, a sumergirnos de nuevo en las aguas del bautismo, a pasar de la muerte a la vida, a convertirnos en verdaderos cristianos”.







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