Vigilia Pascual: una noche extraordinaria en la que la luz fulgurante de Cristo resucitado
vence de forma definitiva la potencia de las tinieblas del mal y de la muerte
Domingo, 26 mar (RV).- Como ha venido haciendo en todas las celebraciones de esta
Semana Santa, Juan Pablo II siguió, por televisión desde su apartamento, la sugestiva
Vigilia Pascual, presidida ayer por la tarde en la Basílica Vaticana, por el cardenal
Joseph Ratzinger, decano del colegio cardenalicio y prefecto de la Congregación para
la Doctrina de la Fe.
En su mensaje para la Vigilia Pascual el Papa dirigió un pensamiento particular a
los 5 catecúmenos que iban a recibir los sacramentos de la iniciación cristiana. Procedentes
de Perú, Italia, Japón y República Democrática del Congo los 5 catecúmenos recibieron
anoche los sacramentos del bautismo, Confirmación y Eucaristía.
“Una noche extraordinaria -escribía el Papa- en la que la luz fulgurante de Cristo
resucitado vence de forma definitiva la potencia de las tinieblas del mal y de la
muerte y vuelve a encender en los corazones de los creyentes la esperanza y la alegría.
Recemos para que el mundo vea y reconozca que, gracias a su pasión, muerte y resurrección,
lo que se había destruido se reconstruye, lo que había envejecido, rejuvenece, y todo
vuelve a ser más bello que antes, a su integridad original”.
En cuanto a la celebración de la Vigilia en la noche santa de Pascua, la homilía del
cardenal Ratzinger subrayó “el largo camino de la humanidad que en las noches de la
historia busca la luz, busca el paraíso, la verdadera vida, la reconciliación entre
los pueblos, entre el cielo y la tierra, la paz universal”.
El purpurado evidenció también cómo toda la pedagogía de la liturgia cuaresmal concreta
el imperativo fundamental de seguir a Cristo, estar atentos a su palabra. “La participación
en la liturgia dominical, semana tras semana, es necesaria para cada cristiano para
adquirir una verdadera familiaridad con la palabra divina: el hombre no vive sólo
de pan, o de dinero, o de su carrera, vive de la palabra de Dios, que nos corrige,
nos renueva, nos muestra los verdaderos valores del mundo y de la sociedad”.
“Seguir a Cristo –prosiguió el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe- implica estar siempre atento a sus mandamientos –resumidos en el doble mandamiento
de amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos. Seguir a Cristo significa tener
compasión por quienes sufren, tener corazón con los pobres; significa también tener
el valor de defender la fe contra las ideologías; tener confianza en la Iglesia y
en su interpretación y concretización de la palabra divina para nuestras circunstancias
actuales”.
Refiriéndose a los 5 catecúmenos que ayer recibieron los sacramentos de iniciación
cristiana durante la Vigilia Pascual, el cardenal recordó que la mayor parte de nosotros
“hemos recibido el bautismo cuando éramos niños, a diferencia de éstos que lo han
recibido en edad adulta. Para la mayoría de nosotros, fueron nuestros padres, quienes
anticiparon nuestra fe. Nos dieron la vida biológica sin preguntarnos si queríamos
vivir o no, convencidos justamente, de que es un bien la vida, que es un don”.
Pero al mismo tiempo estaban convencidos de que la vida biológica es un regalo frágil,
e incluso, un don ambiguo en un mundo marcado por tantos males, y que sólo podría
ser un verdadero regalo si al mismo tiempo se podía donar también la medicina contra
la muerte: la comunión con la vida invencible, con Cristo. Junto al don frágil de
la vida biológica nuestros padres nos dieron la garantía de la verdadera vida en el
bautismo.
“Ahora nos toca a nosotros –finalizó el cardenal- apropiarnos de este don, entrar
cada vez más radicalmente en la verdad de nuestro bautismo. La noche pascual nos invita
cada año, a sumergirnos de nuevo en las aguas del bautismo, a pasar de la muerte a
la vida, a convertirnos en verdaderos cristianos”.