Vía Crucis: el Papa ofrece su sufrimiento para que se cumpla el diseño de Dios y su
palabra camine entre la gente
Sábado, 26 mar (RV).- Juan Pablo II ofreció su sufrimiento “para que el diseño de
Dios se cumpla y su palabra camine entre la gente”. En el mensaje leído ayer al principio
del Vía Crucis por el cardenal camilo Ruíni, el Papa quiso subrayar también su cercanía
y su oración por cuantos en estos momentos están sufriendo. En el día memorial de
Cristo crucificado, el Santo Padre estuvo espiritualmente con todos los fieles en
el Coliseo, un lugar tan evocador para él en la práctica del Vía Crucis, y al que
su convalecencia le impidió asistir físicamente.
En mundovisión se pudo ver al Pontífice de espaldas que, desde su capilla privada,
participó en el rito de la Vía Dolorosa por medio de una pantalla de televisión colocada
a los pies del altar. Imágenes del Santo Padre que hicieron vibrar de forma especial
las palabras de su mensaje. En el que Juan Pablo II destacó que “la adoración de la
Cruz evoca un compromiso al cual no podemos substraernos”, es decir “la Misión que
san Pablo explicaba con estas palabras: ‘Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones
de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1, 24).
Por medio de pantallas gigantes, también los numerosos fieles de tantos países que
acudieron al anfiteatro romano vieron en conexión en directo del Centro Televisivo
Vaticano las imágenes del Pontífice, que en la última estación sostenía al crucificado.
Tras la lectura del mensaje del Papa, el cardenal vicario, Camilo Ruini fue el encargado
de llevar la cruz en el inicio y el final del rito. Además del purpurado, portaron
la cruz, religiosos y laicos, entre estos una familia albanesa de inmigrantes que
viven en Italia. Las meditaciones de este año han sido redactadas por el cardenal
Razinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a quien el Papa encargó
este cometido.
La meditación de la primera estación puso en evidencia que la muerte de Jesús respondió
en parte a que “la justicia fue pisoteada por la bellaquería, por la pusilanimidad,
por el miedo a la prepotencia dominante. La sutil voz de la conciencia sofocada por
el grito de la muchedumbre”. La oración subrayó a su vez que el Señor fue condenado
a muerte porque el miedo al «qué dirán» sofocó la voz de la conciencia. Sucede siempre
así a lo largo de la historia; los inocentes son maltratados, condenados y asesinados.
Cuántas veces hemos preferido también nosotros el éxito a la verdad, nuestra reputación
a la justicia.
Siguiendo el hilo conductor de la primera, la segunda estación denunció las numerosas
ocasiones en que “los signos de poder ostentados por los potentes de este mundo son
un insulto a la verdad, a la justicia y a la dignidad del hombre”.
La segunda caída de Jesús sirvió de introducción, en la séptima estación, para subrayar
la condición de seres caídos de los seres humanos y para recriminar “cómo la cristiandad,
en la historia reciente, como cansándose de tener fe, ha abandonado al Señor: las
grandes ideologías y la superficialidad del hombre que ya no cree en nada y se deja
llevar simplemente por la corriente, han creado un nuevo paganismo, un paganismo peor
que, queriendo olvidar definitivamente a Dios, ha terminado por desentenderse del
hombre”.
Especial contundencia tuvieron las meditaciones del cardenal Ratzinger en la novena
estación hablando de la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz: “Quizás nos
hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia
a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir
Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia,
y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos
sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su
Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad
en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados
a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento
de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas!
También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción
indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el
que le traspasa el corazón”.
En la última de las estaciones el cardenal Ratzinger quiso dar relieve al concepto
de Jesús como grano de trigo que muere y en cómo nuestra fe debería ser una vez más
el perfume que conduce a las sendas de la vida. “Del grano de trigo enterrado comienza
la gran multiplicación del pan que dura hasta el fin de los tiempos: él es el pan
de vida capaz de saciar sobreabundantemente a toda la humanidad y de darle el sustento
vital: el Verbo de Dios, que es carne y también pan para nosotros, a través de la
cruz y la resurrección. Sobre el sepulcro de Jesús resplandece el misterio de la Eucaristía”.
Una religiosa de Guatemala que participó en el Vía Crucis que se desarrolló en el
Coliseo de Roma, Sor Paula Gómez nos ofreció su testimonio destacando la unión del
Papa a todos los que sufren y el significado cristiano de la Cruz, que conduce a la
Resurrección:
También nos ofreció unas palabras el Padre Gonzalo Miranda, Legionario de Cristo,
reflexionando sobre la presencia espiritual de Juan Pablo II que nos impulsa a mirar
al Señor: