Jueves, 24 mar (RV).- El santo Triduo pascual se inaugura con la misa vespertina de
la cena del Señor que es como su introducción o pórtico de entrada (a semejanza de
las primeras vísperas con las que se inauguran las grandes solemnidades). Es una misa
vespertina que, como toda Eucaristía, ha de vivirse sobre todo como sacramento que
recuerda y hace presente el Misterio pascual de la muerte y resurrección del Señor,
que se celebrará con solemnidad especial en los días del Triduo a la que esta celebración
introduce.
Esta misa vespertina evoca la última cena, esto es, la noche de su entrega: su amor
hasta el extremo; su ofrenda adelantada en el pan y el vino entregados; su encargo
al ministerio sacerdotal. La Eucaristía y el ministerio, que el Señor dio a su Iglesia
la víspera de su pasión, son los medios que permitirán a la Iglesia vivir el triunfo
pascual de su Señor y la vida nueva recibida de la Pascua. La atención del espíritu
debe, pues, centrarse en los misterios que se recuerdan: la institución de la Eucaristía,
la institución del ministerio y el mandato de la caridad fraterna. Con todo, hay que
advertir que no se trata del gran día de la Eucaristía. «Eucaristía» significa originariamente
Acción de gracias por el triunfo obtenido. El gran día de la Eucaristía no es, pues,
el jueves santo, sino la noche de Pascua y, en general, el domingo cristiano. La misa
vespertina del jueves santo es sólo como una profecía de lo que será el gozo exultante
de la misa de Pascua, que es la única del Triduo.
Las lecturas presentan la Eucaristía como sacramento del memorial (profecía) de lo
que celebramos en el Triduo: la Pascua del Señor por su muerte y resurrección:
1ª lectura: En su cena pascual, los israelitas celebraban el gran acontecimiento del
Éxodo. La celebración actualizaba la salvación que Dios les hizo experimentar cuando
los instituyó como pueblo de la alianza.
2ª lectura: Los cristianos hemos recibido del Señor el encargo de celebrar la Eucaristía
como memorial de un nuevo Éxodo: el paso de Jesucristo de la muerte a la vida nueva.
La celebración eucarística actualiza lo que significa el sacrificio pascual de Cristo
en la cruz (mi cuerpo entregado y mi sangre derramada) para que podamos participar
de él (tomad y comed).
Evangelio: Escena del lavatorio: Para que lo que yo he hecho con vosotros, también
vosotros lo hagáis unos con otros. Si el sacramento que celebramos es entrega por
nosotros, la comunidad debe ser también lugar de experiencia de la actitud de caridad
como entrega servicial a los demás.
El gesto del lavatorio: El ministro celebrante, como signo sacramental de Cristo,
le imita en su condición de Siervo. Es todo un signo de lo que comporta la Eucaristía
como actitud de entrega a los demás.
La Reserva Eucarística: Subraya hoy lo que solemos hacer habitualmente: reservar pan
eucarístico pensando en los enfermos impedidos y en la oración personal. Hoy se hace
pensando en todos los que comulgarán en la celebración de la Pasión del Señor y pensando
también en la meditación contemplativa ante ese Cristo que nos ha querido dejar el
recuerdo vivo de su entrega.
La oración ante el Sagrario: Ante la reserva eucarística, la comunidad cristiana suele
hacer unos momentos de oración - la clásica hora santa - para meditar, profundizar
y alabar el Misterio que se empieza a celebrar, porque toda la celebración de este
día radica en iniciar la Pascua.