El Papa, espiritualmente unido a la celebración de la Misa Crismal, ofrece un testimonio
de “sereno abandono a Dios que le asocia al misterio de la Cruz”
Jueves, 24 mar (RV).- Juan Pablo II se ha unido idealmente a todos los congregados
en la Basílica de San Pedro, para la celebración de la Misa Crismal, considerada una
de las principales manifestaciones de la plenitud del sacerdocio del Obispo, que concelebra
con los presbíteros - signo de estrecha unión - y en la que bendice el sagrado crisma
y los óleos.
Con un Mensaje leído al comienzo de la celebración por el Prefecto de la Congregación
de los Obispos, Card. Giovanni Battista Re, designado por el Santo Padre para presidir
la Misa Crismal de este año - el Papa ha puesto de relieve, precisamente, que “con
esta celebración litúrgica conmemoramos el día en el que Cristo comunicó a los Apóstoles
su sacerdocio”.
En este contexto, el Pontífice ha recordado textualmente: “los sacerdotes revivimos
aquellos momentos de espiritual intimidad que Jesús compartió en el Cenáculo con sus
‘amigos’ en la vigilia de su pasión, muerte y resurrección. Nosotros somos sus ‘amigos’
y, con el corazón que rebosa de gratitud, renovamos las promesas sacerdotales formuladas
con generoso entusiasmo el día de nuestra ordenación”.
Desde su apartamento, por medio de la televisión, Juan Pablo II se ha unido espiritualmente
a todos los congregados en la Basílica vaticana, saludando al Card. Giovanni Battista
Re, a los purpurados y obispos presentes, a los sacerdotes de la diócesis de Roma,
a los provenientes de tantas regiones del mundo, a los diáconos, a los religiosos
y religiosas y a los fieles que representan a todo el Pueblo de Dios.
Dando “gracias a Dios por el don y misterio del sacerdocio” y asegurando sus oraciones
para que “nunca falten a la Iglesia numerosos y santos sacerdotes” - oraciones que
encomienda en especial a “María, Madre de Cristo sumo y eterno Sacerdote” - el Santo
Padre ha finalizado este mensaje con su bendición.
Pero a pesar de su ausencia, el Santo Padre ha estado hoy más presente que nunca en
la Misa Crismal que se ha celebrado esta mañana en la Basílica Vaticana. A través
de sus palabras, recordadas por el cardenal Giovanni Battista Re, que ha presidido
la concelebración con los obispos y presbíteros presentes en Roma, el Papa ha estado
en la Misa Crismal y el purpurado le ha querido agradecer en especial el testimonio
que continúa dando también hoy con su ejemplo de sereno abandono a Dios que le asocia
al misterio de la Cruz.
El prefecto de la Congregación para los Obispos, en su homilía, ha expresado su deseo
de que este Jueves Santo refuerce, en sacerdotes y obispos, la convicción de ser más
que nunca necesarios para la humanidad, porque Cristo es más necesario que nunca.
De hecho el Jueves Santo abre el corazón de presbíteros y obispos a la renovación
de las promesas con las que están unidos a Cristo sacerdote en el día de la ordenación
y exige el compromiso de vivir plenamente el ministerio, siguiendo a Cristo, dedicados
jubilosamente al servicio a los demás.
La celebración de la Misa Crismal está cargada de un significado particular porque
manifiesta la comunión de los sacerdotes con el propio obispo y porque, en la misma,
se bendicen el crisma, el óleo de los catecúmenos y el de los enfermos. La liturgia
de esta Misa reserva además, una atención especial y un relieve privilegiado al sacerdocio
ministerial. Es la fiesta, de forma particular, de quienes han sido consagrados mediante
el sacramento del Orden: diáconos, presbíteros y obispos.
“Una fiesta – ha subrayado el cardenal Re- en la que, no sólo se nos invita a renovar
los compromisos relacionados con la ordenación, sino también revivir la frescura de
los sentimientos que inspiraron nuestra donación al Señor, profundizando y saboreando
la belleza del gesto de nuestra respuesta a la vocación de seguir de cerca a Cristo”.
El purpurado ha recordado además que este rito recuerda a sacerdotes y obispos que
“estamos en relación directa y estrecha con todo el pueblo de los bautizados, porque
somos cristianos junto a ellos”, “estamos llamados a desarrollar un servicio en favor
de los hombres y mujeres, y en nombre de Dios, desarrollarlo con los rasgos característicos
del Buen Pastor”. “El bien espiritual de numerosas personas y también quizá la salvación
de muchos – ha subrayado por último el cardenal Re- está unida a nuestra santidad
de vida y a nuestra labor pastoral”.