Ayer falleció Sor Lucía Dos Santos, la vidente de la Virgen de Fátima
Lunes, 14 feb (RV).- Ayer falleció Sor Lucía Dos Santos en el Convento de las Carmelitas
de Coimbra. La vidente de la Virgen de Fátima tenía 97 años de edad. Cómo no recordar
en estos momentos “la mano materna” que guió la trayectoria de la bala del atentado
del 13 de mayo de 1981, “permitiendo al ‘Papa agonizante’ que se detuviera ‘a las
puertas de la muerte’”. (Juan Pablo II, Meditación con los Obispos italianos desde
el Policlínico Gemelli, en Insegnamenti, col. XVII/1, 1994, p. 1061). Bala que quedó,
después del atentado, en el jeep en el que iba el Pontífice y que está engarzada en
la corona de la imagen de la Virgen de Fátima, al haber sido donada por Juan Pablo
II al Obispo de Leiria-Fátima.
Recordamos las palabras que Juan Pablo II pronunció
tras haber estado en Fátima el 13 de mayo de 2000, cuando beatificó a Francisco y
Jacinta en el santuario de la Virgen en Cova de Iría. Una vez más he tenido la alegría
de encontrar a Lucía, dijo en aquella ocasión el Papa, subrayando que “como sucedió
en Lourdes, también en Fátima la Virgen eligió a unos niños, Francisco, Jacinta y
Lucía, como destinatarios de su mensaje”.
Les ofrecemos las palabras que pronunció
Sor Lucía, precisamente el día de la beatificación de sus primos Francisco y Jacinta.
Era la última vez que se la veía en un acto público y así exhortaba a “permanecer
fieles a Dios, agradeciendo las gracias que Dios ha concedido a Portugal y al mundo,
por medio de la Virgen”:
“Mi peregrinación
a Fátima fue una acción de gracias a María por lo que quiso comunicar a la Iglesia
a través de estos niños y por la protección que me ha concedido durante mi pontificado”,
enfatizaba el Papa, haciendo hincapié en que había sido una acción de gracias que
había querido renovarle simbólicamente con el don del precioso anillo episcopal que
le regalara el Card. Wyszynski, Arzobispo de Varsovia, pocos días después de su elección
a la Sede de Pedro.
“Desde Fátima se difunde por todo el mundo un mensaje de
conversión y esperanza, un mensaje que, de acuerdo con la revelación cristiana, está
profundamente insertado en la historia”, reiteraba asimismo el Santo Padre, refiriéndose
a la peregrinación que había realizado durante el Año del Gran Jubileo al Santuario
de la Virgen en Cova de Iría, donde beatificó a Francisco y Jacinta.