2005-02-12 18:10:45

El Papa exhorta a que la Iglesia y el Estado francés colaboren en el respeto de sus propias autonomías


Sábado, 12 feb (RV).- Que los católicos franceses, repetando la laicidad del Estado, estén presentes y activos en todos los frentes de la sociedad, y testimonien en todas partes los valores del Evangelio, que desde hace siglos han contribuido a escribir la historia y a modelar la mentalidad de Europa y de su país. Y que, a su vez, el Estado respete el credo religioso de sus ciudadanos, en un clima de mutua colaboración.

Este es, en síntesis, el sentido de una amplia carta enviada por el Santo Padre Juan Pablo II a los Obispos franceses, con ocasión del centésimo aniversario de la aprobación de la ley sobre la laicidad, que estableció la separación entre Estado e Iglesia en Francia. “Un acontecimiento doloroso y traumatizante” para la Iglesia francesa de inicios del siglo XX, escribe el Papa, quien agrega que cien años más tarde, gracias al Vaticano II, la relación entre Estado e Iglesia en Francia progresivamente ha tenido desarrollos positivos, ya que “bien comprendido”, el principio de laicidad “pertenece también a la Doctrina social de la Iglesia”, pues evoca la enseñanza de Cristo de “dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.

Pero de esta distinción –precisa el Santo Padre- deriva el deber de los pastores y creyentes franceses de “servir a sus hermanos y hermanas a través de una participación cada vez más activa en la vida pública”, así como fueron protagonistas durante el siglo XX numerosas personalidades francesas, que “junto a otros católicos tuvieron una influencia decisiva en la vida social” del país, y, “en algunos aspectos, en la construcción” del Viejo Continente, por lo que no se debe olvidar “el lugar importante de los valores cristianos en la construcción de Europa y en la vida de sus pueblos”.

Y tras señalar que “la crisis de valores y la desesperanza” existentes en Francia y, en general, en todo Occidente, “hacen parte de la crisis de identidad de las sociedades modernas actuales”, donde a menudo la propuesta de vida se basa en los bienes materiales más que en los valores fundamentales, el Papa exhorta a los Obispos franceses a promover en los fieles el conocimiento de la Doctrina social de la Iglesia y a “intervenir en los grandes debates públicos sobre las grandes cuestiones sociales”, en particular tomando posición en lo concerniente a los derechos fundamentales de la persona humana, el respeto de su dignidad, el progreso de la humanidad y la protección del planeta.

Pero Juan Pablo II invita también al Estado francés a ser igualmente respetuoso de la pertenencia religiosa de sus ciudadanos, pues en ello radica el “valor” de la laicidad que, “lejos de ser un lugar de choque, se convierte verdaderamente en espacio para el diálogo constructivo en el espíritu de los valores de libertad, igualdad y fraternidad, a los que justamente el pueblo francés está muy ligado”.







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