El Papa exhorta a que la Iglesia y el Estado francés colaboren en el respeto de sus
propias autonomías
Sábado, 12 feb (RV).- Que los católicos franceses, repetando la laicidad del Estado,
estén presentes y activos en todos los frentes de la sociedad, y testimonien en todas
partes los valores del Evangelio, que desde hace siglos han contribuido a escribir
la historia y a modelar la mentalidad de Europa y de su país. Y que, a su vez, el
Estado respete el credo religioso de sus ciudadanos, en un clima de mutua colaboración.
Este
es, en síntesis, el sentido de una amplia carta enviada por el Santo Padre Juan Pablo
II a los Obispos franceses, con ocasión del centésimo aniversario de la aprobación
de la ley sobre la laicidad, que estableció la separación entre Estado e Iglesia en
Francia. “Un acontecimiento doloroso y traumatizante” para la Iglesia francesa de
inicios del siglo XX, escribe el Papa, quien agrega que cien años más tarde, gracias
al Vaticano II, la relación entre Estado e Iglesia en Francia progresivamente ha tenido
desarrollos positivos, ya que “bien comprendido”, el principio de laicidad “pertenece
también a la Doctrina social de la Iglesia”, pues evoca la enseñanza de Cristo de
“dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
Pero de esta
distinción –precisa el Santo Padre- deriva el deber de los pastores y creyentes franceses
de “servir a sus hermanos y hermanas a través de una participación cada vez más activa
en la vida pública”, así como fueron protagonistas durante el siglo XX numerosas personalidades
francesas, que “junto a otros católicos tuvieron una influencia decisiva en la vida
social” del país, y, “en algunos aspectos, en la construcción” del Viejo Continente,
por lo que no se debe olvidar “el lugar importante de los valores cristianos en la
construcción de Europa y en la vida de sus pueblos”.
Y tras señalar que “la
crisis de valores y la desesperanza” existentes en Francia y, en general, en todo
Occidente, “hacen parte de la crisis de identidad de las sociedades modernas actuales”,
donde a menudo la propuesta de vida se basa en los bienes materiales más que en los
valores fundamentales, el Papa exhorta a los Obispos franceses a promover en los fieles
el conocimiento de la Doctrina social de la Iglesia y a “intervenir en los grandes
debates públicos sobre las grandes cuestiones sociales”, en particular tomando posición
en lo concerniente a los derechos fundamentales de la persona humana, el respeto de
su dignidad, el progreso de la humanidad y la protección del planeta.
Pero
Juan Pablo II invita también al Estado francés a ser igualmente respetuoso de la pertenencia
religiosa de sus ciudadanos, pues en ello radica el “valor” de la laicidad que, “lejos
de ser un lugar de choque, se convierte verdaderamente en espacio para el diálogo
constructivo en el espíritu de los valores de libertad, igualdad y fraternidad, a
los que justamente el pueblo francés está muy ligado”.