La Iglesia alienta “la donación gratuita de órganos” bajo una normativa de transplantes,
que defienda la vida y la dignidad de donante y receptor
Jueves, 3 feb (RV).- El Papa anhela una necesaria y rigurosa normativa en la práctica
de los transplantes de órganos, que defienda la vida y la dignidad del donante y del
receptor.
Juan Pablo II ha enviado un Mensaje a la Academia Pontificia de las Ciencias, que
ha convocado para - hoy y mañana - en el Vaticano, una reunión internacional del
grupo de estudio encargado de investigar sobre los “Signos de la muerte”, en el contexto
de la práctica de los transplantes de órganos de personas fallecidas. En este encuentro
participan también neurólogos, cardiólogos y especialistas en bioética de Estados
Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, Japón, Francia, Gran Bretaña e Italia.
Tras expresar su profundo aprecio a los miembros de esta Academia por su “tradicional
compromiso de investigación y reflexión sobre las delicadas cuestiones científicas
que interpelan a la sociedad contemporánea”, el Papa recuerda que el magisterio de
la Iglesia ha seguido desde sus comienzos – a partir de su predecesor Pío XII - “con
constancia y conciencia, el desarrollo de la práctica quirúrgica del transplantes
de órganos, adoptada para salvar vidas humanas de la muerte inminente”, consintiendo
que el enfermo viva dignamente un ulterior periodo de años.
En este contexto, Juan Pablo II hace hincapié en que la Iglesia ha alentado y alienta
“la donación gratuita de órganos” y subraya las “condiciones éticas para tales donaciones,
evidenciando la obligación de la defensa de la vida y de la dignidad del donante y
del receptor”. Indicando asimismo “los deberes de los especialistas que intervienen
en este procedimiento sustitutivo”, el Papa reafirma que “se trata de favorecer un
complejo servicio a la vida, armonizando el progreso técnico y el rigor ético, así
como la humanización de las relaciones interpersonales y la correcta información de
la sociedad”.
Recordando “la necesidad de perseguir una investigación continua en el ámbito técnico
y científico”, por parte de todos aquellos que realizan los transplantes, el Santo
Padre advierte que “al mismo tiempo, se impone un diálogo continuo con los expertos
de las disciplinas antropológicas y éticas, para garantizar el respeto de la vida
y de la persona y para brindar los datos necesarios a los legisladores para que se
establezca una necesaria y rigurosa normativa en este sector”.
Poniendo de relieve que en la antropología cristiana el momento de la muerte de cada
persona “consiste en la definitiva pérdida de su unidad constitutiva de cuerpo y alma”,
Juan Pablo II señala luego que, desde el punto de vista clínico, la “única manera
correcta – y también la única posible – de afrontar el problema de determinar la muerte
de un ser humano es la de dirigir la atención y la investigación hacia el enfoque
de adecuados ‘signos de muerte’, conocidos por medio de su manifestación corporal
en cada individuo”.
Juan Pablo II finaliza su Mensaje asegurando que “a partir de los datos brindados
por la ciencia, las consideraciones antropológicas y la reflexión ética tienen el
deber de intervenir con un análisis igualmente riguroso, escuchando atentamente el
magisterio de la Iglesia”. A los que participan en estos debates, el Papa les recuerda
asimismo que su trabajo será útil para los dicasterios competentes de la Sede Apostólica.
En particular para la Congregación de la Doctrina de la Fe que luego ofrecerá las
aclaraciones solicitadas en favor del bien de la comunidad, de los pacientes y de
los especialistas llamados a dedicar su profesionalidad al servicio de la vida.
El Canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias, el obispo Marcelo Sánchez
Sorondo, nos presenta, precisamente este encuentro organizado por su dicasterio: