Audiencia general: “La fe auténtica siente siempre a Dios como amor”
Miércoles, 26 ene (RV).- “El Señor protege a los humildes”. Por lo tanto, en la miseria
y en el abandono se puede contar siempre con Él, “padre de los huérfanos y defensor
de las viudas”. Así lo ha manifestado el Papa en la catequesis de hoy reflexionando
sobre el salmo 114. “Acción de gracias”.
Este miércoles, el Santo Padre Juan Pablo II, en su catequesis ha reflexionado sobre
el Salmo 114, donde el salmista expresa con amor su reconocimiento hacia el Señor,
después de realizar una intensa súplica: “Yo amo a Yahvé, porque él escucha el clamor
de mis súplicas; porque hacia mí su oído se inclina el día en que yo clamo”. Tras
esta declaración de amor se realiza una descripción del sueño mortal que ha atenazado
la vida del orante.
El drama está representado con los símbolos habituales en los Salmos, ha manifestado
el Papa, en su catequesis en italiano”. Es la imagen de una presa caída en la trampa
de un inexorable cazador. La muerte es como una mordaza que aprieta. A las espaldas
del orante, por lo tanto, un riesgo de muerte, acompañado por una experiencia psíquica
dolorosa: “Me oprimía la tristeza y la angustia”. Pero de aquella situación trágica
un grito se lanzó hacia el único que puede tender la mano y arrancar al orante angustiado
de ese enredo inextricable: “¡Ea, Yahvéh, salva mi alma!”. Es una oración breve pero
intensa del hombre que, encontrándose en situación desesperada, se agarra a la única
tabla de salvación.
Una vez salvado, el orante proclama que el Señor es “bueno y justo”, más aún “misericordioso”
Este último adjetivo, en el original hebreo, lleva a la ternura de la madre, de la
que evoca las “vísceras”. La confianza auténtica, ha recordado Juan Pablo II, siente
siempre a Dios como amor, incluso si en algún momento es difícil intuir el recorrido
de su actuar. De todas las maneras es cierto que “el Señor protege a los humildes”.
Por lo tanto, en la miseria y en el abandono se puede contar siempre con Él, “padre
de los huérfanos y defensor de las viudas”.
Seguidamente el Santo Padre ha manifestado que en este momento es cuando comienza
un diálogo entre el Salmista y su alma, que proseguirá en el Salmo sucesivo, el 115,
considerándose un todo con el nuestro. El Señor, invocado con fe, ha tendido la mano,
ha partido las maromas que atenazaban al orante, ha secado las lágrimas de sus ojos,
ha parado su bajada precipitada en el abismo infernal. El cambio ha sido limpio y
el canto finaliza con una escena de luz. Él se une a la oración comunitaria en el
templo, anticipación de aquella comunión con Dios que le esperará al final de su existencia.
Juan Pablo II ha finalizado su catequesis, reflexionando sobre los pasos más importantes
del Salmo, dejándose guiar por el gran escritor cristiano del siglo III, Orígenes,
cuyo comentario en griego del salmo 114 se ha unido en la versión latina de san Jerónimo.
Este ha sido el resumen de la catequesis del Santo padre en español, para los peregrinos
de nuestra lengua presentes en el Aula Pablo VI, leído por Mons. Francisco Javier
Froján Madero, de la Secretaría de Estado.
Queridos hermanos y hermanas:
La invocación de ayuda dirigida al Señor, que acabamos de escuchar en el Salmo de
hoy, nos muestra el gran valor de la oración. Ante el grave peligro el fiel se aferra
a Él, como a su única tabla de salvación, y expresa el agradecimiento por la liberación
obtenida.
La fe auténtica siente siempre a Dios como amor, también cuando en algún caso puede
resultar difícil comprender hasta el fondo los motivos de su actuación.
Este ha sido el saludo del Papa en español dirigido a los fieles que han participado
en la audiencia:
Saludo cordialmente a los peregrinos de España y América Latina, especialmente a los
del Arzobispado Castrense y de las diócesis de Mérida-Badajoz y Alcalá de Henares.
¡Qué vuestra oración ante la tumba de Pedro os ayude a descubrir el rostro amoroso
de Dios que, a pesar de las dificultades y sufrimientos, nunca nos abandona! ¡Gracias!